Las posibilidades de fama de una tesis doctoral titulada Análisis del programa de los Juegos Olímpicos modernos, escrita en húngaro y defendida hace 20 años, en 1992, son más bien remotas. Incluso aunque su autor, que para entonces ya había sido dos veces oro olímpico en esgrima y dirigía el Comité Olímpico húngaro, sea el presidente de Hungría. Pero ha ocurrido. Se ha demostrado que plagió su trabajo académico y se le ha despojado del título. A Pál Schmitt, de 69 años, le ha estallado un escándalo que llevaba más de dos meses tratando de esquivar, bajo gran presión. Hoy ha acudido al Parlamento húngaro para anunciar que deja el cargo.
“Según la Constitución de Hungría, el presidente simboliza la unidad de la nación”, ha afirmado, según recoge Reuters. “Ahora que mi situación personal divide a mi amada nación en lugar de unirla, mi deber es poner fin a mi servicio y dimitir de mi cargo de presidente”. El caso ha logrado el extraordinario mérito de unir a la oposición para forzar la dimisión de Schmitt; ha provocado varias manifestaciones y ha acaparado la atención de la prensa. Durante todo este tiempo, Schmitt no ha hecho otra cosa que proclamar su inocencia y, hasta la semana pasada, aseguraba, como dijo a la agencia estatal de noticias MTI, no haber pensado “ni un momento” en dejar el puesto.
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Aunque el cargo de presidente en Hungría es simbólico (encarna la alta representación del Estado y es jefe de las fuerzas armadas), el caso Schmitt ha adquirido una gran relevancia política. Hasta la prensa conservadora, como el periódico Magyar Nemzet, había pedido que se fuera. El primer ministro, Viktor Orbán, se había limitado a decir que dejar el cargo es “una decisión que le corresponde tomar a Schmitt”. El problema estaba en el tejado de Fidesz, el partido del Gobierno. Y lo que explica que haya tardado tanto en resolverse es, como explica Péter Krekó, analista del instituto Political Capital de Budapest, que “el nombramiento de Schmitt fue una elección personal de Viktor Orbán”.
A finales de enero, un portal de Internet, hvg.hu, publicó un artículo en el que sostenía que 180 de las 215 páginas que tiene la tesis de Schmitt -que obtuvo la más alta calificación, suma cum laude- eran una traducción del francés al húngaro del trabajo de Nicolai Georgiev, un investigador búlgaro ya fallecido. La traducción era tan precisa que incluía los errores cometidos por Georgiev. Schmitt lo menciona en una escueta bibliografía colocada al final del trabajo. Más tarde se supo que otras 17 páginas fueron recolectadas de un autor alemán, Klaus Heineman, que sí vive y parece molesto con el asunto, según dijo a hvg.hu. Otros medios de comunicación también empezaron a bucear en los remotos mares de la producción académica deportiva de la época (en torno a 1992, cuando se publicó la tesis) y siguieron hallando similitudes. El equipo de hvg.hu llegó a la conclusión de que “el 94% de la tesis de Schmitt es plagio”, resume por teléfono András Kosa, un periodista de esa página web.
La Universidad Semmelweis de Budapest, que le había concedido el título, se vio obligada a intervenir. Formó un comité de cinco expertos y los puso a rastrear coincidencias. Debieron de encontrar muchas, porque su informe, que dieron por concluido la semana pasada después de dos meses, tiene 1.157 páginas. En el resumen -de tres páginas- que han publicado, queda claro que la mayor parte del trabajo no era de Schmitt, pero tampoco se salvan los supervisores de la tesis, por no advertirlo. La junta universitaria se reunió de manera extraordinaria el jueves y decidió despojar al presidente del título de doctor. Esa noche, la televisión pública, MTV1, emitió una amabilísima entrevista grabada a Pál Schmitt. “Mi conciencia está tranquila. Hice la tesis de la manera más honesta, lo mejor que sabía”, se defendió.
Hace justo un año, Karl-Theodor zu Guttenberg, entonces ministro de Defensa alemán, dimitió por haber plagiado su tesis en Derecho. Pasaron dos semanas entre que se denunció el caso en la prensa y su abandono del cargo. En un momento delicado para la imagen de Hungría, que sigue bajo el escrutinio de la Unión Europea por dudas sobre algunas de sus leyes, y que está pendiente de negociar un crédito que necesita su maltrecha economía con la Comisión y con el FMI, al presidente húngaro le ha costado más de dos meses tomar la decisión. Ha tratado de evitarla a toda costa. Sin embargo, ahora sí, touché.
Fuente: El País