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Tres decepciones después, al cuarto intento, Simona Halep terminó con el estigma que poco a poco había ido apoderándose de su carrera, ensombrecida porque a la número uno se le reprochaba el ejercer sin haber ganado nunca un Grand Slam. Había errado dos veces en París (2014 y 2017) y otra en Melbourne (2018), y en la opinión general predominaba la peligrosa asociación de que la rumana gobernaba, a sus 26 años, sin una licencia auténtica y sí con mucho vértigo a las alturas. Así lo era esto último, hasta que, por fin, remontó a la estadounidense Sloane Stephens (3-6, 6-4 y 6-2, en 2h 03m) y elevó los brazos al cielo, trepó la tribuna y se fundió en un sentido abrazo con su técnico, el australiano Darren Cahill.
Tres decepciones después, al cuarto intento, Simona Halep terminó con el estigma que poco a poco había ido apoderándose de su carrera, ensombrecida porque a la número uno se le reprochaba el ejercer sin haber ganado nunca un Grand Slam. Había errado dos veces en París (2014 y 2017) y otra en Melbourne (2018), y en la opinión general predominaba la peligrosa asociación de que la rumana gobernaba, a sus 26 años, sin una licencia auténtica y sí con mucho vértigo a las alturas. Así lo era esto último, hasta que, por fin, remontó a la estadounidense Sloane Stephens (3-6, 6-4 y 6-2, en 2h 03m) y elevó los brazos al cielo, trepó la tribuna y se fundió en un sentido abrazo con su técnico, el australiano Darren Cahill.
Fuente: El País