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No hay postal turística ni planos de cúpulas. En la primera película de Pável Quevedo, la ciudad de Quito se integra como un personaje más en la historia de un boxeador exconvicto. El cineasta ecuatoriano decidió rodar todas las escenas de Sansón en el centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, para poder contagiarse de la vida cruda y salvaje. “Sin llegar a la marginalidad”, precisa. Hace un mes sacó cámaras y micrófonos y rodó de una vez la película, esquivando las estrecheces de las calles capitalinas, el tráfico y el eterno ruido urbano.
“Quise absorber lo más real del entorno. No cerrar calles ni utilizar extras. Eso se volvió complicado porque la gente se paraba a mirar durante mucho tiempo lo que hacíamos o saludaba directamente a la cámara. También fue un desafío sonoro porque en el centro de Quito nunca hay silencio y tuvimos que ingeniárnoslas para obtener un sonido lo más limpio posible”, detalla el director. Las dificultades, sin embargo, ratificaban su decisión de elegir las calles del centro como atmósfera para una historia con espinas.
Baldomero era Sansón dentro del cuadrilátero hasta que una pelea callejera lo traicionó, enviándole nueve años a la cárcel. Había matado accidentalmente a su contrincante y, tras cumplir condena, salió solo para toparse de frente con la realidad: buscar la redención le iba a enfrentar con sus mayores miserias. Quiso reconciliarse con su ex, pero solo consiguió obsesionarse con el hijo de ella como si fuera el suyo propio. Quiso encontrar un trabajo y dejar los guantes, pero el boxeo y las peleas ilegales eran lo único que le daban de comer.
“Para mi el centro de Quito es lo más auténtico, lo más crudo, contiene los mayores contrastes, la vida es más latente. Es, en definitiva, la atmósfera perfecta que pesa sobre los personajes. Es el contexto para el viaje de un ser humano hasta reencontrarse consigo mismo y con la sociedad”, insiste el director y productor de la película, que ha terminado recientemente el rodaje y planea estrenarla durante los primeros meses de 2019.
Aunque Quevedo estaba seguro de la historia que quería contar y de dónde grabarla, el guion de Sansón ha tenido siete versiones en los cinco años que lleva cocinándose el proyecto de Alquimia Producciones, coproducido con La Prepro Soluciones Audiovisuales, de Colombia, y Luna Film, de Rumania. “No me hago la pregunta de si se me ha quedado algo importante en el camino porque me puedo deprimir, pero creo que el guion ha mutado de forma natural a mi evolución”, comenta el director, que ha sometido el libreto a varios laboratorios de cine y espacios de desarrollo creativo en ese tiempo.
El precalentamiento duró cinco años, pero el rodaje solo un mes. Empezó el 15 de abril con un equipo de 15 personas, liderado por el director ecuatoriano y su colega productora Lucía Romero. Tras conseguir 150.000 dólares en fondos de Ibermedia, del ahora extinto Consejo Nacional de Cinematografía ecuatoriano y de aportes privados nacionales para filmar y otros 20.000 para la etapa de desarrollo, el equipo está aún aterrizando del subidón de energía de haber rodado la película. Ahora, toca editar y terminar la posproducción. La meta es salir en la gran pantalla en menos de un año y trazar una ruta adecuada de festivales nacionales e internacionales.
No hay postal turística ni planos de cúpulas. En la primera película de Pável Quevedo, la ciudad de Quito se integra como un personaje más en la historia de un boxeador exconvicto. El cineasta ecuatoriano decidió rodar todas las escenas de Sansón en el centro histórico de la ciudad, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, para poder contagiarse de la vida cruda y salvaje. “Sin llegar a la marginalidad”, precisa. Hace un mes sacó cámaras y micrófonos y rodó de una vez la película, esquivando las estrecheces de las calles capitalinas, el tráfico y el eterno ruido urbano.
“Quise absorber lo más real del entorno. No cerrar calles ni utilizar extras. Eso se volvió complicado porque la gente se paraba a mirar durante mucho tiempo lo que hacíamos o saludaba directamente a la cámara. También fue un desafío sonoro porque en el centro de Quito nunca hay silencio y tuvimos que ingeniárnoslas para obtener un sonido lo más limpio posible”, detalla el director. Las dificultades, sin embargo, ratificaban su decisión de elegir las calles del centro como atmósfera para una historia con espinas.
Baldomero era Sansón dentro del cuadrilátero hasta que una pelea callejera lo traicionó, enviándole nueve años a la cárcel. Había matado accidentalmente a su contrincante y, tras cumplir condena, salió solo para toparse de frente con la realidad: buscar la redención le iba a enfrentar con sus mayores miserias. Quiso reconciliarse con su ex, pero solo consiguió obsesionarse con el hijo de ella como si fuera el suyo propio. Quiso encontrar un trabajo y dejar los guantes, pero el boxeo y las peleas ilegales eran lo único que le daban de comer.
“Para mi el centro de Quito es lo más auténtico, lo más crudo, contiene los mayores contrastes, la vida es más latente. Es, en definitiva, la atmósfera perfecta que pesa sobre los personajes. Es el contexto para el viaje de un ser humano hasta reencontrarse consigo mismo y con la sociedad”, insiste el director y productor de la película, que ha terminado recientemente el rodaje y planea estrenarla durante los primeros meses de 2019.
Aunque Quevedo estaba seguro de la historia que quería contar y de dónde grabarla, el guion de Sansón ha tenido siete versiones en los cinco años que lleva cocinándose el proyecto de Alquimia Producciones, coproducido con La Prepro Soluciones Audiovisuales, de Colombia, y Luna Film, de Rumania. “No me hago la pregunta de si se me ha quedado algo importante en el camino porque me puedo deprimir, pero creo que el guion ha mutado de forma natural a mi evolución”, comenta el director, que ha sometido el libreto a varios laboratorios de cine y espacios de desarrollo creativo en ese tiempo.
El precalentamiento duró cinco años, pero el rodaje solo un mes. Empezó el 15 de abril con un equipo de 15 personas, liderado por el director ecuatoriano y su colega productora Lucía Romero. Tras conseguir 150.000 dólares en fondos de Ibermedia, del ahora extinto Consejo Nacional de Cinematografía ecuatoriano y de aportes privados nacionales para filmar y otros 20.000 para la etapa de desarrollo, el equipo está aún aterrizando del subidón de energía de haber rodado la película. Ahora, toca editar y terminar la posproducción. La meta es salir en la gran pantalla en menos de un año y trazar una ruta adecuada de festivales nacionales e internacionales.
Fuente: El País