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Apenas nació y comenzó su éxodo para escapar de la miseria. Rachel tiene 22 días de nacida y lo único que conoce es la carretera, el sol, el cansancio, la incomodidad. Nació en Guatemala pero, apenas vio la luz del mundo, sus padres decidieron que era hora de migrar.
"Nació allá en un hospital y después nos integramos a la caravana", cuenta su padre, Ernesto Martínez, un joven sonriente que arrulla a la pequeña en medio de un reguero de viajeros exhaustos.
Es el sexto día desde que la caravana migrante logró ingresar a México. Algunos han adelantado camino y otros se han rezagado. De los 7.000 migrantes centroamericanos que ingresaron a México el pasado 19 de octubre, cerca de 4.000 todavía se mantienen juntos en el principal contingente de la caravana.
Mientras Ernesto mece a la bebé entre sus brazos, miles de personas acampan y recuperan fuerzas en el parque de Pijijiapan, Chiapas, en el sur de México, antes de continuar su largo recorrido rumbo a Estados Unidos.
Ernesto proviene de un poblado cercano a la localidad de Retalhuleu, en Guatemala. Ahí se dedicaba a la agricultura, la albañilería y "a lo que caía", que no era mucho.
Cuenta que decidió emprender la travesía con la niña recién nacida debido a "problemas" relacionados con la violencia.
"Ya nos habían amenazado. Entonces nos tuvimos que venir, yo, mi esposa, y mis tres nenas". Además de la pequeña recién nacida, Ernesto viaja con dos niñas de cuatro y siete años de edad.
Reconoce que el camino ha sido largo. "Hemos caminado y nos han traído a jalones". Es decir, que la mayor parte del largo trayecto de 246 kilómetros lo han recorrido a pie y algunos tramos en vehículos motorizados. Y todo con la recién nacida entre brazos.
"Espero que logre pasar con mis nenas", dice Ernesto, esperanzado, a la hora de hablar sobre la posibilidad de cruzar a los Estados Unidos.
No tiene del todo claro qué ruta seguirá, o cómo harán para cruzar una vez que lleguen a la frontera entre México y EE.UU., pero tiene previsto continuar el mayor tiempo posible con la caravana.
Reconoce que uno de los momentos más duros de la travesía fue el largo rato que permanecieron varados en la frontera entre México y Guatemala.
"Estuvo duro, pero pasamos", cuenta. "Al principio la pasamos mal, pero de ahí las cosas se fueron componiendo", agrega.
Pero a pesar de los momentos difíciles, Ernesto no deja de sonreír.
Quizá su buen humor se deba a que el duro camino no ha afectado la salud de su hija recién nacida.
"Calidad, todo bien, gracias a Dios", afirma Ernesto.
Manuel Hernández Borbolla
Apenas nació y comenzó su éxodo para escapar de la miseria. Rachel tiene 22 días de nacida y lo único que conoce es la carretera, el sol, el cansancio, la incomodidad. Nació en Guatemala pero, apenas vio la luz del mundo, sus padres decidieron que era hora de migrar.
"Nació allá en un hospital y después nos integramos a la caravana", cuenta su padre, Ernesto Martínez, un joven sonriente que arrulla a la pequeña en medio de un reguero de viajeros exhaustos.
Es el sexto día desde que la caravana migrante logró ingresar a México. Algunos han adelantado camino y otros se han rezagado. De los 7.000 migrantes centroamericanos que ingresaron a México el pasado 19 de octubre, cerca de 4.000 todavía se mantienen juntos en el principal contingente de la caravana.
Mientras Ernesto mece a la bebé entre sus brazos, miles de personas acampan y recuperan fuerzas en el parque de Pijijiapan, Chiapas, en el sur de México, antes de continuar su largo recorrido rumbo a Estados Unidos.
Ernesto proviene de un poblado cercano a la localidad de Retalhuleu, en Guatemala. Ahí se dedicaba a la agricultura, la albañilería y "a lo que caía", que no era mucho.
Cuenta que decidió emprender la travesía con la niña recién nacida debido a "problemas" relacionados con la violencia.
"Ya nos habían amenazado. Entonces nos tuvimos que venir, yo, mi esposa, y mis tres nenas". Además de la pequeña recién nacida, Ernesto viaja con dos niñas de cuatro y siete años de edad.
Reconoce que el camino ha sido largo. "Hemos caminado y nos han traído a jalones". Es decir, que la mayor parte del largo trayecto de 246 kilómetros lo han recorrido a pie y algunos tramos en vehículos motorizados. Y todo con la recién nacida entre brazos.
"Espero que logre pasar con mis nenas", dice Ernesto, esperanzado, a la hora de hablar sobre la posibilidad de cruzar a los Estados Unidos.
No tiene del todo claro qué ruta seguirá, o cómo harán para cruzar una vez que lleguen a la frontera entre México y EE.UU., pero tiene previsto continuar el mayor tiempo posible con la caravana.
Reconoce que uno de los momentos más duros de la travesía fue el largo rato que permanecieron varados en la frontera entre México y Guatemala.
"Estuvo duro, pero pasamos", cuenta. "Al principio la pasamos mal, pero de ahí las cosas se fueron componiendo", agrega.
Pero a pesar de los momentos difíciles, Ernesto no deja de sonreír.
Quizá su buen humor se deba a que el duro camino no ha afectado la salud de su hija recién nacida.
"Calidad, todo bien, gracias a Dios", afirma Ernesto.
Manuel Hernández Borbolla