De reina de belleza a asesina de sus tres hijos

27 abril 2019
Noticias de Yucatán. 

Tras cumplir una pena de 30 años en la cárcel, Claudia Mijangos salió del reclusorio y estará bajo el resguardo de sus familiares.

Después de cumplir una condena carcelaria de 30 años por matar a sus tres hijos, Claudia Mijangos Arzac, conocida como 'La Hiena de Querétaro', salió de prisión el miércoles pasado. Su caso cimbró a la histórica ciudad de Querétaro, en el mismo estado del centro de México, a finales de los años ochenta.

La mujer de 62 años de edad abandonó la tarde del pasado miércoles el penal de Tepepan, al sur de Ciudad de México, y se informó que una sobrina se hará cargo de ella.

Inicialmente, Claudia fue internada en el penal femenil de San José el Alto, en Querétaro, pero tras ser diagnosticada con epilepsia del lóbulo temporal, acompañado de una perturbación de la personalidad tipo paranoide, fue trasladada al área psiquiátrica del Centro Femenil de Readaptación Social Tepepan, el 10 de septiembre de 1991.

De 'vida de reina' a la crisis

En su adolescencia, Claudia fue elegida reina de belleza en el balneario mexicano de Mazatlán, en el estado de Sinaloa (norte), donde nació en el seno de una acaudalada familia en mayo de 1956.

Al morir sus padres, recibió una cuantiosa herencia. Poco tiempo después se casó y se trasladó a vivir a Querétaro con su esposo, de nombre Alfredo Castellanos Gutiérrez, con quien procreó tres hijos: Claudia María, Ana Belén y Alfredo. 

Sin embargo, cuando su hija mayor tenía 11 años, Claudia comenzó a manifestar episodios agresivos y depresivos, según reportan medios locales, y su matrimonio entró en crisis, disolviéndose finalmente.

También, con base en diversos testimonios, Claudia se habría enamorado del padre Ramón, un prelado que formaba parte del colegio de sus hijos, lo cual acrecentó el deterioro de su salud mental.

"Dicen que veía cosas, demonios, ángeles, decía cosas incoherentes, se descomponía psicológicamente", señaló para un programa de televisión el padre Rigoberto Castellanos Franco, quien entonces se desempeñaba como director del colegio donde estudiaban los hijos de Claudia y donde ella se unió a un grupo de madres catequistas.

El infanticidio

La noche del 23 de abril de 1989, alrededor de las 22:00 horas, el ex esposo de Claudia regresó a sus tres hijos a casa de ella, pues los había llevado a un evento. La ex pareja tuvo una acalorada discusión por la supuesta relación extramarital que sostenía la mujer con el sacerdote, aunque esto nunca se comprobó.

Durante la madrugada del 24 de abril de 1989, Claudia asesinó a puñaladas a sus tres hijos en su casa ubicada en la calle Hacienda del Vegil 408, en la colonia Jardines de la Hacienda, en la capital queretana, que se ha convertido en un sitio de atracción para locales, turistas e interesados en fenómenos paranormales.

Las observaciones de la defensa

En un escrito de la defensa, representada por los licenciados Karla Corroy y Rodrigo Ángeles, se da cuenta que Claudia Mijangos Arzac sufrió a los 7 años un accidente que le "causó daño en el lóbulo lateral izquierdo, lo que le propicio alteración en el hipotálamo, así como en el límbico cerebral, que son glándulas que generan que las personas puedan tener lapsos de ausencia mental, y conlleva a tener delirios de persecución, perdida de sensibilidad y emociones, actuar bajo total estado de inconsciencia, llegando al grado de infringirse dolor o dañar a las personas que están a su alrededor".

Asimismo, argumentaron que el padre y hermanos de Claudia padecían de diferentes trastornos mentales, "por lo que se comprueba que dicha enfermedad mental patológica pudo acrecentarse con el traumatismo que sufrió en el lóbulo lateral izquierdo", se lee en el documento.

"La hoy imputada no era la primera vez que presentaba cambios de conducta, de pasar a ser una persona educada, muy religiosa, una madre ejemplar y cariñosa, a ser una mujer agresiva, ofensiva e incontrolable", explicaba la defensa.

Una evaluación médico psiquiátrica hecha a Mijangos Arzac, tras su detención, revela que la mujer, entonces de 33 años, no tenía conciencia de que había asesinado a sus hijos y hablaba de ellos como si estuvieran vivos.

Al preguntarle si sabía dónde se encontraba, ella respondía: "Me quiero ir, mis hijos me están esperando en la escuela". Igualmente, cuando la cuestionaban sobre las cosas que debía hacer, contestaba: "Me tengo que ir por mis hijos a la escuela, mis hijos me están esperando y están solos, me tengo que ir rápido".

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