Dos niños asesin@ron a sus p@dres "sin pestañear"

17 junio 2024
Noticias de Yucatán. 

Puede que el caso de parricidio de los hermanos estadounidenses Lyle y Erik Menéndez sea el más famoso de los últimos años. En 1989, Lyke (21) y Erik (18) dispararon y mataron a sus padres en su casa de Beverly Hills. El tiroteo fue tan grotesco que la policía al principio creyó que había sido obra de mafiosos. Las víctimas recibieron 15 disparos de dos pistolas del calibre 12.

En los seis meses siguientes al asesinato, los hermanos gastaron 700.000 dólares de la fortuna de sus padres en bienes de lujo y vacaciones por todo lo alto. Erik siguió yendo al psicólogo con el que había estado teniendo terapia antes del crimen y acabó por confesar lo ocurrido. La policía recibió una grabación de la sesión y arrestó a los hermanos.

Alegaron que su padre era un maltratador y que querían que su madre dejase de sufrir. La nación quedó dividida entre quienes creían que eran asesinos despiadados y quienes pensaban que actuaron en defensa propia. El jurado quedó igual de divido y no pudo emitir un veredicto. Tuvieron que ser juzgados de nuevo y acabaron por ser condenados a cadena perpetua en 1996 por asesinato en primer grado.

Thomas Gilbert Jr. era el hijo de un rico gestor de fondos de cobertura asentado en Nueva York. Aunque se había graduado por la Universidad de Princeton, los trabajos no le duraban y sufría ansiedad y depresión. Con 30 años ya vivía solo pero seguía dependiendo de la manutención de su padre.

Se negó a ir al psiquiatra, por lo que sus padres decidieron reducir su manutención para hacerle cambiar de opinión. El primer día de la reducción Gilbert Jr. se presentó en casa de sus padres y le pidió a su madre que bajase a la tienda para que él pudiese tener una conversación privada con su padre.

Cuando su madre regresó, encontró el cuerpo sin vida de su marido tirado en el suelo con una pistola en la mano. Aunque Gilbert Jr. quiso que pareciese un suicidio, no coló y fue arrestado de inmediato. Se lo acusó de asesinato en segundo grado.

Kipland Kinkel tenía solo 15 años cuando decidió emprender una masacre en 1998. Kinkel sufría esquizofrenia desde los 12 años y tenía muchos problemas. Vivía con delirios y paranoias extremas y creía que el gobierno le había implantado un chip en la cabeza.

Kinkel vivía obsesionado con las armas desde pequeño y su padre incluso le compró varias pistolas. Solía tener problemas en la escuela y con la policía y el 20 de mayo de 1998 lo expulsaron. Ese mismo día abrió fuego contra sus padres, matándolos en el acto.

Al día siguiente, Kinkel se dirigió a la escuela con tres pistolas escondidas bajo la gabardina. Abrió fuego en la cantina, matando a dos estudiantes e hiriendo a otros 25. Cinco compañeros se le echaron encima para inmovilizarlo. Kinkel fue condenado a 111 años de cárcel sin libertad condicional.

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