WASHINGTON — Los correos electrónicos llegan tarde, a menudo después de la una de la mañana; los manda desde un celular BlackBerry protegido y una dirección de correo electrónico que muy pocos conocen. Los destinatarios, agotados, saben que el jefe no se ha ido a dormir.
Las interrupciones del presidente Obama a altas horas de la noche pueden ser dudas repentinas sobre los memorandos que ha leído. A veces son bromas sobre la derrota del equipo deportivo del destinatario.
El mes pasado se trató de un correo electrónico a las 12:30 a. m. para Benjamin J. Rhodes, asesor adjunto de Seguridad Nacional, y Denis R. McDonough, jefe de gabinete de la Casa Blanca, en el que les decía que había terminado de corregir el borrador de unos discursos presidenciales que daría más tarde esa mañana.
Obama pasó tres horas escribiendo en un bloc de notas amarillo una fuerte respuesta a la declaración que hizo Donald Trump tras el ataque en Orlando, Florida, y le dijo a sus asistentes que podían recoger el escrito cuando llegaran al trabajo.
El presidente se considera una persona nocturna, y ha llegado a pensar que las largas y solitarias horas de la noche son tan vitales como el tiempo que pasa en el Despacho Oval. Casi todas las noches que pasa en la Casa Blanca, Obama cena a las 18:30 con su esposa e hijas y después se retira al Cuarto de Tratados, su oficina privada al otro lado de sus habitaciones, en el segundo piso de la residencia de la Casa Blanca.
Ahí es donde pasa cuatro o cinco horas solo, según sus asistentes más cercanos. Prepara discursos. Lee la pila de informes que le entregan a las 20:00. Lee 10 cartas de estadounidenses que su personal elige diariamente.
“¿Por qué permitimos que los particulares compren armas automáticas? Son armas de guerra”, escribió Liz O’Connor, una maestra de secundaria de Connecticut, en una carta que Obama leyó la noche del 13 de junio.
El presidente también ve ESPN, lee novelas o juega Words With Friends en su iPad.
“Todos buscan tener tiempo para organizar sus ideas. No cabe duda de que ese es su momento”, dijo Rahm Emanuel, el primer jefe de gabinete de Obama. “No te puedes aislar media hora durante el día. Suceden muchas cosas. Ese es el lugar donde todo se puede dejar a un lado y te puedes concentrar”.
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"Todos buscan tener tiempo para organizar sus ideas. No cabe duda de que ese es su momento", dijo Rahm Emanuel, a la derecha, el primer jefe de gabinete de Obama. Credit Drew Angerer/The New York Times
El presidente George W. Bush, quien madrugaba, estaba en su cama a las 22:00. Bill Clinton se dormía tarde al igual que Obama, pero pasaba todo el tiempo conversando con sus amigos y aliados políticos.
“Muchas veces, para algunos de nuestros presidentes, la energía que necesitan viene del contacto con otras personas”, comentó la historiadora Doris Kearns Goodwin, quien ha cenado con Obama en varias ocasiones durante los últimos siete años y medio. “Parece ser alguien que se siente cómodo consigo mismo”.
Cuando Obama llegó a la Casa Blanca por primera vez, su rutina después de la cena empezaba alrededor de las 19:15 en el cuarto de juegos, ubicado en el tercer piso de la residencia.
Ahí, en una vieja mesa de billar Brunswick, Obama y Sam Kass, el chef personal de la familia Obama, solían pasar 45 minutos jugando. Kass vio en el billar una oportunidad para que Obama se relajara después de días intensos en el Despacho Oval, y los dos mantenían un puntaje continuo. “Él iba un poco a la delantera”, mencionó Kass, quien dejó la Casa Blanca a fines de 2014.
En aquellos días, después de los juegos de billar, el mandatario seguía una rutina nocturna con sus hijas. Pero ahora que las dos son adolescentes, Obama se dirige directamente al Cuarto de Tratados, nombrado así porque muchos documentos históricos se han firmado ahí, incluido el protocolo de paz que terminó la guerra entre Estados Unidos y España en 1898.
“La televisión está en el canal de deportes”, dijo Emanuel, señalando las imágenes en la enorme pantalla plana del lugar. “Los deportes están de fondo, con el volumen bajo”.
A las 20:00, la oficina del ujier entrega el libro de informes diarios del presidente: una carpeta de piel con aros grande acompañada de una gran pila de carpetas con memos y documentos de todo el gobierno que necesitan la atención del presidente. “Una cantidad impresionante de papeles”, dijo Kass.
Obama suele leerlos en una silla giratoria de piel ubicada en su escritorio, que está debajo del retrato del presidente Ulysses S. Grant. Hay una ventana a cada lado del retrato desde donde se puede ver el Monumento a Washington y el Monumento a Thomas Jefferson.
Otras noches, el mandatario se sienta en el sofá que se encuentra debajo de “Butterfly”, el cuadro de Susan Rothenberg de 1976, un lienzo de dos por dos metros con pinceladas color negro y siena quemada que evocan un caballo a galope.
“Es completamente predecible, leerá cada uno de los documentos que recibe”, mencionó Tom Donilon, consejero de Seguridad Nacional de Obama de 2010 a 2013. “Si vienes en la mañana, ya habrá preguntas, notas y decisiones”.
Con frecuencia, Obama trabaja en sus discursos hasta la madrugada, como el que pronunció en Selma, Alabama, en el quincuagésimo aniversario del "Domingo Sangriento". Credit Doug Mills/The New York Times
Para estar despierto, el presidente no recurre a la cafeína. En raras ocasiones bebe café o té, y es más probable que tenga una botella de agua y no un refresco. Sus amigos dicen que su único refrigerio por las noches son siete almendras ligeramente saladas.
“Michelle y yo bromeábamos: No seis. No ocho”, comentó Kass. “Siempre siete almendras”.
Las exigencias de su trabajo a veces son inoportunas. Una fotografía de 2011 muestra a Obama en el Cuarto de Tratados con McDonough, el asesor adjunto de Seguridad Nacional en ese momento, y John O. Brennan, quien fue su asesor en antiterrorismo y ahora director de la CIA, luego de una llamada con el primer ministro de Japón, Naoto Kan, poco después de que aquel país viviera un devastador terremoto de 9 grados de magnitud.
“La llamada fue casi a la medianoche”, decía la descripción de la fotografía. Pero lo más común es que el tiempo de Obama en el Cuarto de Tratados sea solo para él.
“Probablemente leo informes, hago trabajos administrativos o escribo hasta las 23:30, después normalmente tengo media hora para leer antes de irme a dormir, cerca de la medianoche, a las 00:30, a veces un poco más tarde”, le comentó Obama a Jon Meacham, el editor en jefe de Newsweek en 2009.
En 2014, Obama les contó a Kelly Ripa y Michael Strahan del programa “Live With Kelly and Michael” de la ABC que él estaba despierto incluso más tarde, “hasta las 2:00, leyendo informes y trabajando”, y añadió que se despertaba “a una hora razonable, normalmente alrededor de las 7:00”.
Las noches más largas de Obama, las que llegan casi hasta el amanecer, normalmente involucran discursos.
En una noche de junio pasado, Cody Keenan, el escritor en jefe de los discursos del presidente, había llegado del trabajo a su casa a las 21:00 y pidió una pizza cuando el presidente le mandó a decir: “¿Puedes regresar esta noche?”.
Keenan se reunió con él en el primer piso de la residencia, donde los dos trabajaron casi hasta las 23:00 en la elegía de los nueve afroamericanos que murieron en un tiroteo en la Iglesia Africana Metodista Episcopal de Emanuel, en Charleston, Carolina del Sur.
Tres meses antes, Keenan tuvo que regresar a la Casa Blanca cuando el presidente lo citó, a medianoche, para repasar los cambios al discurso que daría en Selma, Alabama, en el quincuagésimo aniversario del Domingo Sangriento, cuando los protestantes fueron golpeados brutalmente por la policía en el puente Edmun Pettus.
“La noche tiene algo especial”, comentó Keenan, al reflexionar sobre el uso del tiempo de su jefe. “Es más contenida. Te permite pensar”.
En 2009, Jon Favreau, el predecesor de Keenan, entregó al mandatario el borrador de su discurso de aceptación del Premio Nobel la noche antes de su vuelo para ir a la ceremonia en Oslo. Obama estuvo despierto hasta las 4:00 revisando el discurso, y entregó a Favreau 11 páginas escritas a mano esa mañana.
Obama caminando del Ala Oeste hacia la residencia de la Casa Blanca, en febrero. Credit Zach Gibson/The New York Times
En el avión hacia Noruega, Obama, Favreau y dos asistentes más pasaron otra noche sin dormir, trabajando en el discurso. Una vez que Obama lo entregó, llamó al exhausto Favreau a su hotel.
Favreau recuerda que él le dijo: “Creo que todo salió bien”. A lo que respondió que sí, y él dijo: “No repitamos esto nunca más”.
Pero no todo lo que ocurre en el Cuarto de Tratados es trabajo.
Además de jugar Words With Friends, un juego en línea parecido a Scrabble, en su iPad, Obama sube el volumen de la televisión para ver los juegos deportivos importantes.
“Si está viendo un partido, él enviará un mensaje. ‘Duke debió ganar ese partido’ o algo parecido”, comentó Reggie Love, un exjugador de básquetbol de Duke, quien fue el asistente personal de Obama durante los primeros tres años de su presidencia.
El presidente también utiliza su tiempo para actualizarse sobre las noticias y echa un vistazo a The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal en su iPad o ve noticias en la televisión.
Love recuerda haber recibido un correo electrónico después de la 1:00, cuando Obama vio un reportaje en la televisión acerca de unos estudiantes que querían conocer al presidente. El mandatario le preguntó por qué no los había conocido.
Love recuerda haberle dicho que alguien había decidido que no era buena idea, pero él respondió que él era el presidente y consideraba que era una buena idea.
Obama y su esposa también son seguidores de series de televisión como “Boardwalk Empire”, “Game of Thrones” y “Breaking Bad”. Los viernes por las noches son de películas en la Casa Blanca; Obama y su familia suelen usar una sala de proyecciones con 40 asientos en el primer piso del Ala Este para ver películas de estreno que ellos eligieron o que la Asociación Cinematográfica de América les manda.
También hay tiempo para fantasear sobre la vida que llevarían fuera de la Casa Blanca. Emanuel, quien ahora es alcalde de Chicago pero que permanece cercano al presidente, dijo que él y Obama una vez imaginaron mudarse a Hawái para abrir una tienda de camisetas que solo vendiera una talla (mediana) y un solo color (blanco).
Su sueño era dejar de tomar decisiones. Durante reuniones complicadas en la Casa Blanca cuando parecía que no había una buena decisión, Emanuel veía a Obama y decía “blancas”. Obama le respondía “medianas”.
Ahora Obama, a quien le quedan seis meses de noches solitarias en el Cuarto de Tratados, empieza a ver la luz. En marzo, durante un desayuno en la Sala del Comedor del Estado, dijo que una vez que esté fuera de la Casa Blanca tomará “tres o cuatro meses solo para dormir”.