Patrimonio que “muere”

31 octubre 2012
Noticias de Yucatán ()


Signos de deterioro y abandono en el panteón general
Miércoles, 31 de octubre de 2012  -  Edición impresaar
A nueve años de cumplir 200 de existencia, el Cementerio General de Mérida guarda en sus adentros una riqueza arquitectónica, cultural e histórica en peligro de desaparecer ante las inclemencias del tiempo, la falta de mantenimiento y el olvido.
Vivo reflejo de las tradiciones y la historia local, sus mausoleos, osarios, bóvedas, nichos, esculturas y símbolos como cruces, representaciones marianas, de santos y ángeles, imágenes familiares e inscripciones funerarias, son las voces silenciosas que conforman este lugar.
De acuerdo con datos del Ayuntamiento, el cementerio cuenta con 25,751 bóvedas y 73 mausoleos; por desgracia, muchos de estos vestigios se encuentran abandonados, con las fosas abiertas, construcciones semiderruidas y la maleza en derredor.
El Cementerio General es el más antiguo de los cinco que hay en la ciudad y fue inaugurado el 3 de noviembre de 1821 en lo que fuera la hacienda San Antonio X-coholté (buho).

Primeros entierros
La primera inhumación se efectuó el martes 6 de noviembre de 1821 y fue la de Felipe Trejo, teniente retirado de esta ciudad.
Se registró tres días después de la inauguración del camposanto y se asentó en el libro número 12 de defunciones del archivo del Sagrario de la Catedral de Mérida.
Esta tumba nunca ha sido ubicada, y la más antigua hallada lleva la inscripción de Arturo Príncipe, fallecido el 23 de julio de 1877 a la edad de 27 años.
Esta cripta se encuentra empotrada en un muro vertical y a su lado se ubica otra lápida con la inscripción de Antonino Pérez Cisio, con fecha de fallecimiento del 17 de marzo de 1881 a los 33 años.
Para el siglo XIX y la primera mitad del XX, el cementerio se enriqueció con una diversidad de elementos de influencia neoclásica, neogótica, art déco, art nouveau y neomaya.
El paredón donde fusilaron a Felipe Carrillo Puerto, el mausoleo donde están sus restos, el osario hecho para Alma Reed y el monumento donde descansan quienes dieron realce a la canción yucateca, con un mural de Rómulo Rozo, son registros y evidencias físicas de acontecimientos históricos de gran importancia.
Esto y una diversidad de componentes iconográficos y simbólicos de la cultura local permiten a los especialistas considerarlo uno de los camposantos de México con mayor riqueza histórica y cultural.
En la llamada avenida 81 se ubica la mayor parte de los mausoleos construidos durante el auge de la época henequenera, símbolos del poder económico de muchas familias yucatecas y que hoy lucen abandonados en su mayoría.
Réplicas de partenones, iglesias, columnas, jardines, casas, obeliscos, templos y demás construcciones sufren el paso del tiempo, del clima y la falta de mantenimiento, que ha ocasionado el desprendimiento de parte de sus muros y techos, la destrucción de ventanales, herrerías y sepulcros y la invasión de maleza, árboles y raíces.- Luis Iván Alpuche Escalante
Cementerio | Museo
El Cementerio General es como un libro abierto que narra la historia del Estado
Sin cupo. En el Cementerio General ya no hay bóvedas nuevas ni en renta, todas son de perpetuidad y los servicios que se prestan son inhumaciones, exhumaciones y mantenimiento.
Museo. Por la historia y vestigios que guarda en su interior, tanto físicos como históricos, en varias ocasiones se ha hablado de realizar visitas guiadas en él, incluso nocturnas como en otros países.

A vivos y muertos sirven por igual
Trabajadores que no temen vivir en el cementerio
Miércoles, 31 de octubre de 2012  -  Edición impresa

“Hay una cosa tan inevitable como la muerte: la vida”, aseguraba el cómico del cine mudo, Charles Chaplin.
Y ningún otro lugar mejor para comprobarlo que los cementerios, pues ahí se escribe la historia de la humanidad a golpe de cincel.
El Cementerio General de Mérida guarda mucho más que criptas o mausoleos, guarda la historia de quienes ya no están y también la de quienes aún no se han ido.
Eusebio Mex, de 80 años de edad, trabaja como marmolista desde hace 30 años y lamenta el abandono de muchas construcciones.
“Es una verdadera tristeza porque son cosas arqueológicas que se pierden, recuerdos de una época y de muchas vidas”, señaló.
El entrevistado dice no temerle a la muerte tanto como a los vivos, pues esos sí son los que lo pueden asustar.
De la muerte no está seguro de que haya algo después de ella, pero piensa que si lo hay, debe ser bueno allá arriba.
A quien sí han asustado, y varias veces, es a Wilberth Isaac Sosa Gutiérrez, encargado del camposanto, pues la puerta de sus oficinas se cierra sin motivo alguno.
En otras ocasiones lo invade una “heladez” que lo paraliza, o ve pasar gente por los pasillos que de pronto desaparece tras las tumbas.
Wilberth sí cree en la vida después de la muerte y por eso respeta las cosas que se refieren a los muertos.
Recuerda que la primera vez que lo asustaron fue una tarde en que paseaba por los pasillos del camposanto.
De pronto vio a una señora vestida de blanco con unas flores rojas caminando sobre las tumbas y se acercó para decirle que tuviera cuidado, pues las tapas de las bóvedas podían ceder y caer ella adentro.
Al acercarse, la señora quedó cubierta por una cripta y cuando la rodeó no vio a nadie, lo que le heló la sangre, pues no había a dónde ir.
Silverio Chi es sepulturero, velador, pintor, albañil, lava tumbas “y todo aquello que el cliente requiera”.
Tiene 69 años de edad y más de la mitad ha trabajando en el Cementerio General y en Jardines del Recuerdo.
Silverio ha dormido ahí como velador y asegura no haber sido asustado nunca, excepto por las culebras que se le aparecen sobre las tumbas cuando de noche escucha ruidos y se acerca con su foco de mano a investigar.
Como éstas, hay muchas historias de hombres y mujeres que viven y trabajan entre los muertos, y si bien tenía razón Chaplin con lo inevitable de la muerte, también la tiene esa tumba perdida cuyo epitafio reza: “Las lágrimas más tristes se lloran por las palabras que nunca se dijeron”.
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