Carta pública sobre matrimonios entre homosexuales

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A continuación, una carta que envía el abogado Carlos Luis Escoffié Duarte, en respuesta a la misiva de la líder del Consejo Directivo del AME, Margarita Buenfil Guillermo, sobre el matrimonio homosexual, publicada ayer.

Por Carlos Luis Escoffié Duarte

Estimada Margarita Buenfil Guillermo. Escribo la presenta carta pública en respuesta a su escrito “Recomendación sobra las bodas gay en Yucatán”. Agradezco sumamente el escrito, puesto que todas las opiniones son de importancia en vísperas a lo que podría ser una de las decisiones más importantes que tomará este año el Tribunal Constitucional de Yucatán. Compartimos un punto en común del cual quisiera partir: es indispensable proteger a las familias, puesto que son la base de la sociedad y el núcleo más esencial de apoyo que un ser humano necesita. Sin embargo, quisiera señalarle que las familias compuestas por parejas homosexuales ya existen (con o sin hijos). Han existido siempre. La familia no inicia a partir de la celebración de un matrimonio, como podemos ver, por ejemplo, en casos de padres o madres sin pareja o familias donde la pareja no ha celebrado legalmente su unión. Hay parejas del mismo sexo viviendo, dándose apoyo emocional, patrimonial y construyendo proyectos en común para su desarrollo. De acuerdo a la definición en la Constitución local, son una familia.

En mi experiencia he podido constatar que muchas parejas del mismo sexo que buscan contraer matrimonio o ser reconocidas como concubinas no lo hacen necesariamente pensando en la emoción de la fiesta o el significado simbólico (cuestión a la que también tienen derecho), sino porque “topan pared” en el ejercicio de sus derechos: pensión, herencia, toma de decisiones en caso de estado grave de salud o muerte, facilidades migratorias por el principio de unidad familiar, acceso a servicios de salud, entre otros. Yo creo que no hay justificación para negarle a un ser humano una mejor calidad de vida.

Igualmente, hablando de mi experiencia, he presenciado el sufrimiento de seres queridos al encontrarse en un mundo donde su capacidad de amar es considerada un pecado y una actividad contra la moral. He visto a amistades muy queridas titubear de miedo antes de confesarme su orientación o con la necesidad de esconder su relación por temor a ser rechazadas. Estoy seguro que usted, por simple estadística, tiene familiares y/o amistades homosexuales. Lo sepa usted o no. Le pido, piense, como usted dice, como madre, como abuela. ¿Qué haría si un ser querido descubre que su orientación es enamorarse de las personas de su sexo? ¿Acaso no el hecho de enamorarse es en sí algo suficientemente hermoso como para que empecemos a ponerle peros por paradigmas sin sustento? La invito a defender hoy a las familias. A todas y cada una. Le legislación actual las está separando. Está poniendo a padres contra hijos, hermanos contra hermanos, porque impone un discurso de “anormalidad” en contra de los que simplemente se enamoran distinto. Aceptación y unión es lo que necesita una familia.

Para concluir, quisiera expresarle que me parece que este es un debate ya ganado. No hablo únicamente de este caso, sino de la discusión a nivel mundial. Los derechos no dependen, como usted dice, de las mayorías. Si, en su momento, el parámetro de lo que dicen las mayorías hubiera definido el reconocimiento de derechos, hoy habría esclavitud y los afrodescendientes e indígenas no tendrían derechos. Las generaciones están cambiando. No es moda de nada, sencillamente en unos años sus nietos o bisnietos pensarán diferente. Poco a poco la sociedad se ha ido abriendo a la reflexión y ha reconocido que se trata de un asunto de derechos. Independientemente de lo que suceda este lunes, habrá matrimonios homosexuales en Yucatán y en todo México tarde o temprano. La invito a usted y al Tribunal Constitucional de Yucatán a estar este lunes del lado de la historia correcto.

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