Garbiñe Muguruza y una herida que ya es historia

30 mayo 2018
Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy
A unos 200 metros del bucólico complejo de Roland Garros, en la Rue du Château, descansa un pequeño club de tenis ajardinado que desde hace una semana se ha transformado en el cuartel general diario de Garbiñe Muguruza. Allí se respira paz y quietud, nada que ver con el bullicio y las masas de gente que predominan en las pistas de entrenamiento localizadas en el interior el torneo. Entre cestos de flores y el sonido de los pajarillos se podía escuchar ayer el grito quebrado de la número tres del mundo cada vez que trazaba un golpe.
“Parfait Grabiñe, très bien!”, le aplaudía su entrenador, el bretón Sam Sumyk, un hombre poco expresivo y muy contenido en el elogio. La observaban también su fisioterapeuta, Alicia Cebrián; el preparador físico, Laurent Lafitte; y su responsable de comunicación, Cecilia Casla. Un poco más distanciado analizaba Asier, que ha viajado estos días a París junto a su chica para arropar a su hermana en un escenario que le produce a esta sentimientos contrapuestos. Por un lado, aquel estacazo de 2014, derrotando y venciendo por primera vez a la todopoderosa Serena Williams con 20 años, y el trofeo de hace dos, el primer Grand Slam; por otro, la amarga experiencia del curso pasado, cuando defendía el título.
Hay una serie de fechas inscritas en la memoria profesional de Muguruza. Una de ellas es, sin duda, el 5 de junio. Primero, porque ese día elevó su primer trofeo en la Chatrier, y segundo, porque ese mismo día sufrió una de las derrotas más dolorosas de su carrera. Fue en la Lenglen, contra la local Kristina Mladenovic, en una tarde en la que terminó emocionalmente desbordada, marchándose de la pista negando el saludo a la grada porque los aficionados se habían volcado con su compatriota y vociferaron mucho más de lo permitido habitualmente.
“Realmente todo cambió cuando acabó ese torneo”, contaba Garbiñe a este periódico en una entrevista reciente. “Cuando gané Roland Garros la sensación era extraña, porque todo el mundo me preguntaba sobre eso, constantemente, estuviera donde estuviera. Todo eso me afectó mucho y noté la presión”, explicaba la protagonista, que después de ese bache cambió por completo su disposición. “Después de eso, este año me siento más relajada, porque también he cambiado un poco mi mentalidad. Ahora me tomo las cosas de una forma mucho más relajada”, expresó nada más poner el pie en el Bois de Boulogne.
Y del dicho pasó al hecho. Para empezar, en lugar de enclaustrarse en el hotel Mercure Paris Boulogne, muy cerca del torneo pero aislado en la zona periférica de la ciudad, la tenista ha apostado para esta edición por alojarse en el Four Seasons de la Avenue George V. Aquí, en un punto equidistante entre Trocadéro y el Arco del Tiunfo, disfruta de paseos por los Campos Elíseos y visita el Louvre como una turista más, y se airea con visitas a comercios en vez de pasarse las tardes en una azotea, sin pisar la calle ni tener contacto exterior. Es decir, una actividad mucho más ordinaria, sin las excepcionalidades diarias que la agarrotaron un año atrás.
Además, Muguruza (24 años) ha podido llevar a cabo una preparación específica para el grande de tierra, porque unos problemas de espalda la apartaron de Stuttgart y tuvo que competir sobre la marcha tanto en Madrid como en Roma, sin rodaje competitivo ni adaptación. “Ahora me encuentro bien. He podido trabajar bien y siento que la victoria del primer día contra Kuznetsova me va a ayudar. Este año he perdido unos cuantos partidos que podían haberlos ganado y ese triunfo me aportará confianza de aquí en adelante”, vaticina la española, citada en la segunda ronda (11.00, Eurosport) con la francesa Fiona Ferro, la 257 del mundo.
Con la herida de 2017 cerrada, ya solo una cicatriz, compite de nuevo en París con el objetivo de dar otro gran golpe y levantar el vuelo tras unos meses complicados. Discontinua en los escenarios de perfil intermedio, afronta Roland Garros con el traje de los grandes escenarios, ese modo Grand Slam que le resetea y la convierte siempre en una de las grandes candidatas, sea cual sea la circunstancia en la que aterrice. Y ahora lo ha hecho con la mente limpia. Atrás quedó esa tarde con Mladenovic. El deseo por escribir una nueva página manda.
Fuente: El País 
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