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Existe un mundo, conocido por casi todos, llamado Internet en el que habitan unos seres para nada amigables. Los trolls, que así se llaman, se esconden en el anonimato, en comentarios ofensivos y en actitudes molestas. Algunos intentarán aparentar lo contrario bajo una supuesta educación exquisita. No te dejes engañar por ellos. A estos se les conoce como sealions (leones marinos en castellano) y abrasan a preguntas, en principio inocentes, a sus víctimas. Independientemente del nombre que adopten, su fin no es otro que arruinar a diario la convivencia en internet con una respuesta en Facebook o Twitter. Extienden sus redes para atraparte en ellas. Lo mejor, aprender a gestionar sus ataques.
Un estudio del Pew Research Center detallaba que un 40% de los estadounidenses había sido acosado en algún momento a través de internet. La barra libre en que se ha transformado una parte de la red permite que los trollspersistan en sacar de sus casillas a quien se les antoje. La primera lección para lidiar con estos seres tóxicos parece sencilla: mantén la calma. En otras palabras, no los alimentes. Como explica Manuel Álvarez, director digital de Havas Media, las redes sociales disponen de unos entornos tan abiertos que su presencia es muy recurrente. “El problema es que sus comentarios y ataques pueden afectar personal y empresarialmente. Se trata de un tema que afecta a todos los entornos, como blogs, emails y noticias”, añade.
Para no dejarnos llevar por la ira del momento, establecer un protocolo de actuación también puede ayudar a contenerlos. Lo primero sería identificar el ataque que estamos recibiendo para valorar cómo actuar. “Si lo que nos dicen tiene una respuesta clara y objetiva, pues la damos sin titubear”, sostiene Álvarez. Como los trolls la mayoría de veces no atienden a razones, menos aún si son sealions, el planteamiento ha de cambiar. Lo ideal, no interactuar con ellos. Si nos parece imposible, la mejor solución pasaría por emplear su misma aparente educación para redirigirlos a una fuente solvente del tema que preguntan –como un par de enlaces externos sobre nuevas historias que los aleje de nosotros–.
Como todo mundo, por muy virtual que sea, hay partes interesadas en que estas amenazas no se vayan de control. El propio sector de las redes sociales está incorporando medidas, como filtros, para levantar diques de contención capaces de excluir actitudes inapropiadas. “La tecnología está avanzando muy rápido, como la inteligencia artificial, y detecta estos ataques automáticamente”, apunta Álvarez. Por ejemplo, Google puso en marcha el año pasado Perspective, una herramienta basada en esta técnica capaz de identificar comentarios tóxicos en las noticias. El objetivo, revisarlos y excluirlos de la conversación. “Hay muchísima gente que se marcha de las publicaciones porque otros insultan y faltan al respeto”, afirmó Jared Cohen, fundador del proyecto.
‘Troleado’ por ‘bots’
La ventaja del anonimato para los trolls es que pueden esconderse donde quieran, incluso en bots. Este programa informático, muy de moda y que replica una tarea repetitiva a través de internet, puede encargarse de arruinar nuestro día. Un claro ejemplo es el caso del diputado británico Tom Watson, a quien lo convirtieron en tendencia en Twitter con un hashtag que pedía su dimisión por unas declaraciones polémicas sobre el antisemitismo. “Tenemos que medir cuántos trolls tenemos e identificarlos claramente. El escándalo mayor para muchas empresas viene de los altos cargos, que ni siquiera los conocen. Con una explicación sencilla, combatirlos es mucho más sencillo”, sugiere el director digital de Havas Media.
Una de las posibilidades más originales para combatir esta lacra de internet, aunque con mayores riesgos, es apostar por el humor como herramienta antitrolls. “Contestar con ironía a lo que nos están escribiendo puede desactivar los ataques. Es interesante valorar esta opción para desarmarlos”, indica Álvarez. No existen fórmulas mágicas que los espanten porque, en muchas ocasiones, su ánimo no va más lejos de generar polémica para divertirse. Su tenacidad parece a prueba de cualquier antídoto. Por esta razón, como recuerda John Synnott, doctor de psicología forense en la Universidad de Huddersfield, debemos olvidarnos de intentar cambiar la mentalidad de los trolls. “No obtendremos ningún beneficio de ello. No hay razones que valgan cuando ya han tomado la decisión de fastidiarte”, determina.
Lo ideal sería que la buena convivencia imperara en este mundo poco amigable en múltiples ocasiones. Si el troleo se volviera realmente insoportable, denunciar también está al alcance de nuestra mano. En lo que coinciden los expertos es que no hay nada peor que atacarlos con su misma moneda. Los más optimistas llegan a apuntar que, como si del darwinismo se tratara, la propia evolución de la red logrará que pierda fuerza poco a poco. Por el momento, mantienen su misión de revolotear por todo internet para molestar a cuantos más usuarios mejor. Si esto cambia en algún momento y los trolls deciden abandonar internet, parece que los consejos contra los malos seguirán vigentes. Tal y como concluye Álvarez, probablemente surgirá otra cosa que se ponga un disfraz similar.
Fuente El País