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Las casas espirituales -o Haus Tambaran- que están a lo largo del río Sepik, en el norte de Papúa Nueva Guinea, son los puntos focales de un sistema regional de creencias que venera a los espíritus que se manifiestan como animales.
Estas casas están llenas de murales y tallados de todo tipo de criaturas, desde cerdos y casuarios hasta serpientes y águilas. Sin embargo, es el cocodrilo el que verdaderamente encarna el poder animista a lo largo del Sepik.
En una de las ceremonias de iniciación más extremas del mundo, los hombres del Sepik reciben cortes con cuchillas de afeitar en la espalda, los hombros y el torso superior para dejar cicatrices alargadas similares a la que tienen los cocodrilos en su piel.
"Los niños son llevados a la casa del espíritu por sus tíos para que los corten. Puede tomar una hora o dos", explica Aaron Malingi, consejero jefe de Parambei.
Al mirar los cuerpos llenos de cicatrices de los hombres apenas puedo imaginar la agonía que habrán sufrido.
"Algunos niños se desmayan del dolor", revela Malingi. "Los hombres mayores tocan flautas sagradas para calmarlos y los tajos son cubiertos con aceite de árbol y arcilla blanca del río para prevenir infecciones".
Me cuenta que la escarificación simboliza la purga de la sangre de sus madres y la obtención de su propia sangre adulta, en una especie de corte metafórico de las cuerdas del delantal de la madre.
Además de recibir los cortes, los jóvenes pueden pasar varios meses dentro de la casa de los espíritus aprendiendo habilidades para la vida de los hombres iniciados.
"Obtienen conocimiento de los espíritus de la aldea: cómo pescar, tallar y cómo mantener a su esposa y su familia", dice Malingi.
Fuente BBC Mundo