López Obrador no ha entablado una buena relación con la iglesia católica porque, al tratarse de una institución independiente, la ve como una amenaza, además, durante los últimos años se han ahondado las diferencias entre ambos, por los asesinatos de sacerdotes, producto de la violencia que priva en diversas regiones del territorio nacional y la crítica de miembros de la iglesia a la fallida estrategia del gobierno para generar condiciones de seguridad en el país, plantearon especialistas.
Para el consultor Rubén Aguilar Valenzuela, dado que la iglesia católica se ha mantenido independiente y autónoma, respecto del gobierno del presidente López Obrador y, al no ser él quien controle la relación, éste la considera como una amenaza.
El reconocido analista, quien durante más de 10 años perteneció a la Compañía de Jesús, expuso que, a diferencia de lo que ha ocurrido con la iglesia católica, el presidente ha podido alinear a buena parte de las iglesias evangélicas y, a partir de eso, ha construido una buena relación con ellas, por ejemplo, con la que encabeza el pastor cristiano evangélico Arturo Farela, con quien, se ha dicho, hacía oración en Palacio Nacional y, antes, en el antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México, cuando era jefe del gobierno capitalino.
Recordó uno de los desencuentros entre las autoridades de la iglesia católica y el presidente fue cuando los obispos se negaron a repartir en las parroquias la Cartilla Moral que mandó imprimir el presidente.
Al presidente le gusta la gente que se le someta, no la gente ni las instituciones que son autónomas e independientes.
Por su parte, la analista Mónica Uribe opinó que los desencuentros tienen que ver con que el presidente López Obrador instrumentaliza cualquier ente corporativo que pueda y, en este caso, en algún momento lo intentó con la iglesia católica, pero “los obispos nunca le creyeron”, aunque en algún momento tuvo eco en integrantes de la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México (CIRM).
La especialista en historia política de la Iglesia católica refirió que, en 2006, miembros de la CIRM invitaron a los entontes candidatos presidenciales Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón a sus instalaciones. En aquellos tiempos, una parte de las religiosas veían con simpatía al tabasqueño, sobre todo las liberacionistas y las progresistas.
También había cierta simpatía de sacerdotes progresistas y algunos miembros de la Compañía de Jesús que no simpatizaban con el PAN y, menos, con el PRI.
Comentó que, en algún tiempo, López Obrador recuperó el discurso de reconstrucción del tejido social jesuita e, incluso, lo presentó como parte de su política pública ya como presidente.
Sin embargo, los jesuitas tomaron distancia del ahora presidente.
Asimismo, dijo, en algún momento, algunos obispos cercanos al ahora obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera López, simpatizaban con López Obrador, pero no han visto bien que siendo católico no lo haya manifestado abiertamente.
Dijo que no se sabe si actualmente algún obispo simpatiza con el mandatario. “Lo que sí hay son varios desencantados”, aunque también hay algunos sacerdotes radicales, varados en la teología de la liberación, la cual ha evolucionado mucho e incluso opacada por la llamada teología del pueblo, que es la corriente con la que se identifica el papa Francisco.
Violencia contra sacerdotes ahondó las diferencias
La analista destacó que los hechos violentos contra sacerdotes católicos, como el asesinato de los padres Joaquín Campos y Joaquín Mora, en Cerocahui, Chihuahua, el 20 de junio de 2022, ahondaron las diferencias.
Durante las últimas semanas, los obispos de Apatzingán, Cristobal Ascencio García; de Cuernavaca, Ramón Castro Castro y de San Cristóbal de las Casas, Rodrigo Aguilar, han expresado su preocupación por el incremento de la violencia en el país.
Ante esos señalamientos, el presidente López obrador ha respondido agresivamente. Por ejemplo, ha dicho que “la jerarquía de la iglesia tiene más simpatía por los potentados, por los ricos, muy contrario al sentimiento, a la esencia del cristianismo”.
Para Aguilar Valenzuela, eso se debe a que el presidente se siente dueño de la agenda social y descalifica a cualquiera que no sea sumiso ante él. “Y eso no lo va a tener nunca de la iglesia católica”.
En su opinión, el mandatario contesta así a las autoridades de la iglesia católica porque se trata de alguien que cuestiona sus resultados, pero que, además, tiene un peso moral muy importante, pues esa institución sigue siendo la segunda o tercera con mayores niveles de confianza entre la población; tiene un liderazgo social y está presente en la profundidad del territorio, incluso más que el gobierno federal.
Llama la atención en que todos los intentos de acercamiento que han tenido la iglesia con el gobierno han sido rechazados por el presidente, quien ha tratado de mantener al más bajo perfil la relación, se ha negado a verlos e incluso el propio ahora exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López, se negó a verlos.
Si bien, durante los últimos meses, César Yáñez Centeno, subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos, ha tenido cierta comunicación con los jesuitas, hay una clara intención del presidente de no darle lugar a este actor, de mantenerlo a un lado, como nunca en la historia moderna de México, contrario a lo que ocurre con líderes de iglesias evangélicas con quien tiene una relación muy fluida, abundó.
Asimismo, destacó que no hay una política del gobierno de acercamiento con las iglesias; al contrario, se aprecia una actitud, de manera intencional, de alejamiento por no someterse.
En ese sentido, Mónica Uribe dijo que la respuesta que dio el presidente López Obrador hace unos días al obispo de Apatzingán, quien (opinó que en lugar de que el presidente hubiera festejado los cinco años de haber llegado al poder debió haber convocado a un día de luto nacional por las muertes que ha dejado la violencia), obedece a que el presidente López Obrador quiere una iglesia instrumentalizada. “Él querría hacerse de una iglesia católica mexicana proclive a la llamada cuarta transformación, pero sabe que no puede, entonces agrede”.
En su opinión, dada la actitud del presidente hacia la jerarquía católica, no se puede esperar que haya un acercamiento.
Iglesia prefieren no enfrentar la ira del presidente
Por otra parte, Rubén Aguilar, expuso que, las autoridades de la iglesia católica han decidido que, “para no enfrentar la ira presidencial”, mejor mantienen una posición discreta en la opinión pública sobre temas que consideran que están mal.
“Lo hacen en aras de no contribuir a polarizar a la sociedad, sobre todo porque una parte importante de la gente que simpatiza con el presidente son miembros de la comunidad de la iglesia católica”, refirió.
Mónica Uribe comentó que los asesinatos de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua fue un punto de inflexión, pues sirvió para que estructuras de la iglesia volvieran a trabajar juntos, prueba de ello es la pastoral que realizan la Compañía de Jesús con los obispos. Esto no ocurría desde 1989.
En ese sentido, subrayó que la iglesia ha redoblado su trabajo para contribuir a la restitución del tejido social y preparan un foro sobre seguridad, el cual se realizará en la Universidad Iberoamericana Puebla, del 21 al 23 de septiembre próximo, donde los jesuitas, integrantes de la CIRM y la CEM, junto con académicos y especialistas de organizaciones sociales, analizarán el problema.
Rubén Aguilar mencionó que, tanto en la Conferencia del Episcopado Mexicano, como Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y los jesuitas, coinciden que México padece una situación muy violenta que, en gran medida, se debe a la mala estrategia del gobierno.
Hay un consenso al interior de esas organizaciones de que no hay una buena estrategia del gobierno federal para generar condiciones de seguridad en las diferentes regiones del país. “Eso lo ve y lo palpa la iglesia desde la profundidad del territorio”.
Dijo que también hay consenso en que la situación de pobreza ha aumentado y que se ha acentuado la deficiencia de los servicios públicos, particularmente de salud y educación, así como en que hay un serio problema materializado en los desplazamientos forzados internos en diversas regiones del país.
Mónica Uribe destacó que instituciones como la CEM recogen en sus análisis de la realidad social lo que sienten sus fieles en temas como inseguridad pública.
Recordó que han sido asesinados ocho sacerdotes en lo que va del sexenio del presidente López Obrador y se han registrado muchas agresiones físicas contra religiosos.