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Costurero de profesión, Luis Enrique Jiménez González perdió la visión del ojo izquierdo y a 11 integrantes de su familia que fallecieron, en menos tres meses, a causa del covid-19.
Luis Enrique, de 47 años de edad, presentó los primeros síntomas el 20 de noviembre de 2020 pero un médico de los consultorios de Similares le dijo que se trataba de una infección que se resolvería con inyecciones.
El 30 de noviembre acudió a urgencias del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) por tener una saturación por debajo del 80 por de oxígeno por lo que el equipo médico procedió de inmediato a intubarlo.
“Una enfermera le dijo a mí esposa que estaba sorprendida de que aún estuviera vivo y que iban a hacer la lucha porque tenía el cerebro inflamado, comprometidos los pulmones en un 90 por ciento a causa de la neumonía y lesiones, además de tener las cavidades cardíacas agrandadas y lesiones del riñón e hígado”, relata.
El pronóstico siempre fue grave, con pocas posibilidades de sobrevivir, porque además de la neumonía tuvo una infección bacteriana colon rectal. “Estuvo en el INER un mes y una semana: los médicos consideraron 'que ya habían hecho todo lo que se debía hacer' y lo trasladaron a Cancerología para su rehabilitación, donde le quitaron la traqueotomía y la sonda urinaria, así como la sonda de nutrición parenteral por donde le administraban alimento vía nasogástrica".
“Tenía un problema de anemia severo y me dieron alimentación y suplementos, también rehabilitación física porque me quedé sin poder hablar y con problemas de movilidad, de hecho sigo con esa fatiga, cansancio y problemas de movilidad, me canso a los minutos de caminar”, explicó.
El Instituto Nacional de Cancerología determinó enviarlo a su casa los 15 días. Según los médicos había posibilidad de recuperar ese ojo.
Pero cuando acudió al Hospital de la Ceguera, en Coyoacán, le explicaron que el daño en el ojo izquierdo era irreversible. “Sólo miro una rayita, y los doctores me dijeron que se me adelgazaron las venas y la retina se secó, no saben porqué sucedió, tal vez por la posición o por hipertensión que según yo no tenia, sólo tengo diabetes, llegué con 450 de glucosa que me la controlaron con insulina".
“Yo sólo usaba lentes para manejar y ver de lejos de baja graduación. Pero me hicieron una tomografía donde aparecieron una especie de tumores que estaban presionando mi nervio óptico; después me hicieron una resonancia magnética y resultó que no había tumores, y bueno, definitivamente perdí el ojo, no era candidato para el láser”.
Los doctores del Hospital de la Ceguera fueron muy claros al decirme “que los médicos del INER se concentraron en salvarme vida y no se percataron de la pérdida de mi ojo”.
Para Jiménez González, la pérdida de la vista de su ojo izquierdo ha significado “dejar prácticamente la sastrería, mi profesión. Me afecta bastante, de hecho trate de coser este fin de semana con mi máquinas coser que tengo en casa y lo hice todo chueco. La visión era muy importante para mantenerme, ahora estoy sin vista, sin trabajo, sin movilidad por la fatiga pero vivo. Jehová me dio otra oportunidad de estar con mi esposa, Georgiana Gutiérrez, con mis hijos Fernanda de 16, Amir de 12 y Angélica de 10 años de edad”
Y es que en su familia directa, de hermanos, primos, tíos y sobrinos, desde que comenzó la pandemia, han habido pérdidas.
En junio falleció su primo Mario de 58 años de edad y le siguió el 5 de noviembre el primo Filiberto de 70 años y casi por la misma fecha comenzaron a fallecer otros familiares queridos que acudieron al velorio de Filiberto.
Jiménez González tiene severos problemas para ubicar las fechas y por ello se apoya de la memoria de su esposa que le recordó que en la familia ya han fallecido por covid-19, 11 integrantes. Mis sobrinos, que eran hermanos, fallecieron a los 38 y 43 en este mes de febrero, y el lunes pasado un primo de 54 años en La Raza, “ya llevamos 11 familiares fallecidos en la familia, primos hermanos y sobrinos. “No nos explicamos algunos casos, mi sobrino de 43 tomaba bastante pero llevaba 10 años libre, sobrio, le pegó el virus y falleció, y el de 38 años era muy sano. Ambos dejaron hijos, el chico uno de 16 años y 10 años”.
El contagio no se dio por estar juntos, tener reuniones, tal vez por ir al velorio, yo soy Testigo de Jehová y sigo las reglas de distanciamiento social.
“Me siento muy triste porque dejaron niños indefensos, solos, jovencitos como adolescentes, viudas. Yo por eso cuando perdí mi ojo, y con todas las secuelas que tengo, agradezco a Jehová la oportunidad de estar con mi familiares. Es una nueva oportunidad de estar aquí, fue misericordioso conmigo, aunque tengo tres meses de laborar”.
En la actualidad sufre de dolor intenso en todo el cuerpo. "Se trata de una especie de ardor en brazos y piernas que no me deja, de repente me pongo a caminar para fortalecer los pulmones, pero me duelen las piernas mucho. Tengo fatiga, camino una distancia de 500 metros y me canso en extremo”.
En la actualidad perdió contacto con los médicos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y de Cancerología, por lo que está buscando a un médico particular. Un neumólogo que le ayude a fortalecer los pulmones. Su situación económica es grave, prácticamente perdió todo su patrimonio y vive de las tarjetas de crédito.