Noticias de Yucatán
Escenas propias de una película de ciencia ficción son ya una realidad en China. En plena operación salida de Año Nuevo lunar, con millones de personas pasando cada día por las estaciones de ferrocarril, los agentes son capaces de identificar aquellos pasajeros acusados de haber cometido un crimen solamente con unas gafas. Es para algunos la magia, y para otros el peligro, del rápido avance de la inteligencia artificial en el país asiático.
El sistema se ha puesto a prueba con éxito en Zhengzhou, capital de la superpoblada provincia de Henan. Los agentes, equipados con unas gafas tintadas que incorporan una pequeña cámara, se sitúan en todas las entradas de la estación de alta velocidad de la ciudad. La cámara es capaz de captar todas las caras de los transeúntes, una información que se cruza con la base de datos policial y busca coincidencias con la lista de sospechosos de haber cometido un crimen. Los resultados se conocen de forma prácticamente inmediata en un dispositivo móvil similar a una tableta.
Desde el 1 de febrero, los agentes han detenido con la ayuda de estas gafas -con una estética parecida a las que lanzó Google- a siete personas acusadas de delitos como tráfico de personas o de haberse dado a la fuga después de un atropello. El sistema no solamente busca a presuntos criminales, sino que permite verificar la identidad de todas las personas que escanea. De ahí que se hayan arrestado también a 26 pasajeros que viajaban con documentación falsa.
Un portavoz del departamento de Seguridad Pública de la provincia, Zhang Xiaolei, explicó al periódico estatal Global Times que la tecnología -basada en la inteligencia artificial- solamente necesita una imagen de la cara de cada persona para empezar la búsqueda, una mejora significativa en comparación con sistemas anteriores que requerían varias fotografías hechas desde ángulos distintos. Más de 60.000 pasajeros utilizan esta estación de tren cada día, una cifra que alcanzará estos días los 100.000 por el aumento de la frecuencia de trenes a raíz de las vacaciones de Año Nuevo.
En los últimos años, China ha dado un impulso significativo a la inteligencia artificial, un sector que el Partido Comunista considera estratégico. Algunas de sus aplicaciones, especialmente las que se basan en el reconocimiento facial, empiezan a tomar forma en cuestiones relacionadas con la seguridad nacional. A este caso en Henan se le suma, por ejemplo, la identificación de conductores que violan las normas de tráfico en Shanghái, el hallazgo en pocas horas de un niño que había sido secuestrado en Shenzhen o la detención de personas buscadas por la policía en grandes eventos como el Festival Internacional de la Cerveza de la ciudad costera de Qingdao. Otras tecnologías de empresas especializadas en reconocimiento de voz han permitido a las fuerzas de seguridad desarticular redes dedicadas a las estafas telefónicas en la provincia de Anhui o la identificación de narcotraficantes.
Estos avances a disposición del inmenso aparato policial del Estado chino son vistos por los críticos con preocupación por sus implicaciones en términos de privacidad y temen que sean usados para ahogar cualquier indicio de disidencia.En la región de Xinjiang, hogar de la minoría musulmana uighur, se han creado bases de datos biométricos (huellas dactilares, escaneo del iris) e incluso de ADN, según denuncia la organización Human Rights Watch. El periódico hongkonés South China Morning Post informó a finales del año pasado que Pekín está ultimando un sistema de reconocimiento facial que permitirá identificar cualquiera de los casi 1.400 millones de ciudadanos chinos en solamente tres segundos y con una precisión del 90%. El sistema se conectaría con las decenas de millones de cámaras de circuito cerrado desplegadas por todo el país. Con dispositivos móviles como estas gafas y la tecnología que hay detrás, el control sobre la población podría ser ininterrumpido y ubicuo, alcanzando los pocos sitios que actualmente escapan de las cámaras, un escenario cada vez más parecido al Gran Hermano acuñado por Orwell. El País