La propagación del coronavirus ha ido a la par con la multiplicación del uso de cubrebocas y guantes, una medida no necesariamente eficaz, y que pone en jaque el abastecimiento al personal médico, según expertos.
La mascarilla está pensada para los enfermos y para quienes se ocupan de una persona contagiada con el coronavirus.
Las recomendaciones de la organización son claras: lo más importante es lavarse las manos, evitar tocarse la cara y mantener las distancias.
Llevar un cubrebocas puede ser contraproducente, pues el colocarse la mascarilla crea una falsa sensación y una vez en la cara, el usuario toca su mascarilla una y otra vez y así, está en riesgo de contagio si el virus llega a ese lugar sobre el cubrebocas, explican especialistas.
En el caso de los guantes el riesgo es muy similar; el usuario se los pone, se siente seguro y no deja de tocarse la cara, entonces los guantes no sirven de nada.
El virus no se transmite a través de la piel, sino cuando la mano o el guante puesto en la mano transfiere las gotitas infectadas a la nariz o la boca.
Los guantes de hospital, que no están destinados a la vida diaria, pueden romperse fácilmente.
Como promedio nos tocamos la cara unas 20 veces cada hora.