El alcohol y la infidelidad son sólo el detonante de un problema que tiene sus orígenes en la estructura social y se reproduce con los modelos culturales. Son el elemento que hace explotar conflictos, no la causa de éstos, coincidieron los ponentes del
foro “Violencia familiar: problema creciente”.
Este foro, como publicamos ayer, se efectuó bajo los auspicios de Grupo Megamedia. Participaron Celia Rivas Rodríguez, fiscal general del Estado; Gina Villagómez Valdés, investigadora de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Uady, y Primo Feliciano Reyes Campos, director del Hospital Psiquiátrico Yucatán.
El tema del alcohol y los celos fue abordado por su presencia en una serie de homicidios cometidos en los últimos meses en Mérida y otros municipios.
En esta entrega reproducimos las opiniones de Gina Villagómez. En próxima edición abordaremos los comentarios de la maestra Celia Rivas y del doctor Primo Reyes.
Lacitos azul y rosado
Estos son los conceptos medulares de la investigadora de la Uady:
-El alcohol, las drogas, la infidelidad y los celos son apenas el último eslabón de una estructura mucho más complicada en la cultura de la violencia.
-Son el detonante de un problema construido desde que los niños nacen, desde que a niños y niñas se les pone el lacito azul y el lacito rosado para que vistan de manera diferente: unas para ser princesas y otros para ser príncipes que rescatan a la mujer.
-Este modelo cultural se reproduce en la religión, en los libros de texto, en la escuela, en la familia, en los cuentos, en las canciones… Se convierte entonces en el caldo de cultivo cultural que va incorporando desde la infancia temprana -le llamamos proceso de socialización temprana- una cultura de desigualdad, inicialmente de género.
-Hay una violencia estructural, no sólo familiar, que se transfiere a todos los ámbitos de la sociedad. Es una violencia que ha sido construida patriarcalmente a lo largo de la historia en todas las sociedades; se reproduce en todo el mundo más o menos de la misma manera.
Alcohol y “valentía”
-Hay un aumento en el consumo de alcohol entre los jóvenes, que tiene mucho que ver con esa cultura global que concede ciertos valores “positivos” al hacer, al tener, al lograr. Parte de la masculinidad es potenciar esa imagen de hombría, de tal forma que el envalentonamiento va ligado a la velocidad, a la pelea física, a la ingesta de alcohol, a la infidelidad como un “valor” de la cultura mexicana, del poder masculino.
-No sólo los varones consumen alcohol. Los antros en general “venden” la imagen de las mujeres. Las promociones de “ladies night” se han “democratizado”, es decir, ya no las vemos sólo en centros nocturnos de alto nivel en Mérida sino también del interior del Estado.
Bella y “sexy”
-Hay una reproducción del concepto de consumo de alcohol como un “valor positivo” en la sociedad. Se da un “valor positivo” al ser bella y “sexy”, pero ligado al consumo de alcohol. Y en esto la mujer termina siendo un “producto”.
-Veamos la definición del feminicidio: son muertes agresivas, por cuestiones de género, donde la mujer es violable, maltratable, golpeable, mutilable y tirable. Es el panorama del feminicidio, que afortunadamente, como menciona la abogada (Celia Rivas), en Yucatán no estamos como en Ciudad Juárez ni como el Estado de México, donde esos crímenes son más sangrientos y están vinculados a redes de prostitución y del crimen organizado.
-Aquí hay que trabajar más con la familia, porque son feminicidios domésticos, cometidos por alguno de los integrantes de la pareja. Sin embargo, nos llama la atención un fenómeno mediante el cual se ha “naturalizado” la violencia.
-La violencia de manera estructural es invisible. Es invisible en el noviazgo, en los programas de televisión, en los videojuegos, en las canciones… Es invisible porque se le ha “naturalizado”, nos hemos acostumbrado a ella.
-Para que surjan un agresor y una víctima tiene que haber una conjunción de astros. Uno de ellos es el aspecto personal, genético, biológico. Un segundo nivel de formación de un agresor o agresora es la historia personal: si se murió mi mamá cuando era niña, si crecí en un hogar adoptivo, si me dejó el novio, si soy madre soltera, si fui violentada por la familia… La historia personal va a influir en la formación de un agresor, o de una víctima.
-Un tercer nivel es el contexto familiar. Hay familias que están bien organizadas, pero la historia personal de un sujeto puede hacer detonar todo un resentimiento.
-Y viene el cuarto nivel, que es el estructural. Se refiere a toda esa carga social, desde el lacito rosado o el videojuego hasta la manera en que los medios presentan a las víctimas o a los agresores.
Noche de tragos
-Todo esto es un caldo de cultivo social que se va tejiendo hasta que en determinado momento, una noche de tragos o una noche de celos, aflora y explota.
-La violencia es multidireccional: todo mundo puede ser víctima en la oficina, pero agresor en la casa; puedes ser víctima de tu esposo, pero agresora de tus hijos; puedes ser víctima de tu hermano y tú de tu perro… Es una cadena desigual en la estructura de poder.
-Insisto: no hay que fijarnos sólo en el último eslabón. El alcohol no causa los asesinatos, aunque sí es el detonante. Tenemos que ir más allá.- ÁNGEL NOH ESTRADA
En síntesis
Fenómeno universal. La violencia estructural no es un problema exclusivo de México y de Yucatán, sino un fenómeno universal. Hay protocolos que plantean el qué y el cómo atenderlo. Esos planteamientos han hecho que México suscriba compromisos desde hace unos años, dice Gina Villagómez Valdés, investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady).
Políticas públicas. “Esto es parte de las políticas públicas y se está cumpliendo”, añade la profesional. “¿Cómo? Entre otras cosas, se ha creado el Instituto Nacional de las Mujeres, se ha establecido la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia…”
Insuficiente. No obstante, la doctora Villagómez señala que el fenómeno es tan grande que los esfuerzos son insuficientes y se tiene que “transversalizar” la política pública para evitar la violencia en todos los ámbitos.
Tres acciones. “En toda política pública deben ocurrir tres acciones importantes”, apunta. “Una es la prevención, antes que suceda; otra es la atención, cuando el problema ya existe, y una más es la rehabilitación de la sociedad. Sucede lo mismo con la violencia”.