Nueva advertencia sobre los riesgos de su desordenado crecimiento
No pasará mucho tiempo para que Mérida comience a sufrir las consecuencias de su mala planificación urbana. La ciudad no puede seguir como va y no es posible ignorar los desafíos que la acechan, cerrar los ojos y pensar que todo está bien.
Observaciones de este tipo surgen en el informal intercambio de impresiones sobre la ciudad que entablan Isaac Broid y Fernando Ituarte mientras esperan, sostenidos por un aromático café recién hecho, a que lleguen los alumnos que asisten al Laboratorio de Arquitectura, que dirigen como profesores invitados en la Universidad Marista.
Sin perseguirlo, los arquitectos capitalinos coinciden con muchos investigadores yucatecos -Jorge Bolio Osés y Luis Ramírez Carrillo entre ellos- que han advertido sobre la urgencia de adoptar una estrategia global de ordenación que evite que la ciudad se siga fragmentando.
“Mérida va a tener serios problemas de circulación en unos años, puede colapsar”, dice Broid. “Este modelo de desarrollo es claramente insostenible, la mancha urbana de Mérida es de la misma extensión que la de Guadalajara, pero la capital de Jalisco tiene nueve millones de habitantes y ustedes sólo tienen un millón. No tienen idea de los problemas que les aguardan”.
“Le han otorgado un papel de absoluta preponderancia al auto y al consumo. Es un suicidio… si no ponen límite al uso del auto particular, si no generan una red de transporte público eficiente y seguro, se los va a llevar la calaca, como nos pasó en el D.F.”.
Ituarte coincide en que Mérida se dirige al desastre porque ha caído en la trampa de confundir crecimiento con calidad de vida. “Nos hemos dejado seducir por la visión moderna americana, surgida a mediados del siglo pasado, de que calidad de vida es tener auto y moverse con rapidez”, apunta.
“Pero esta visión resulta contraproducente para la ciudad, porque propicia un fenómeno de depredación y desprecio del espacio público… lo único que importa es lo que pasa de la puerta de tu casa hacia adentro”.
Y al no sentir como algo nuestro el espacio público -el principio elemental de la convivencia en las ciudades- no lo cuidamos. “Falta conciencia sobre lo que es el espacio público, aunque se haya puesto en boga de unos años para acá.”, dice.
“Se puso de moda en algunos lugares, pero en otros no, como en Mérida, donde proliferan los desarrollos de guetos cerrados, que son la antítesis del espacio público”, contrapuntea Broid.
“Esas colonias donde lo único que se ve es una barda y una pequeña puerta, una barda infinita y una pequeña puerta, barda y puerta. matan la vida de las ciudades.
“Mérida tiene que empezar a crecer verticalmente, pero no únicamente para ese sector que consume esos desarrollos bardeados y con jardines alrededor. creer que los muros dan seguridad es falso, todo lo contrario, generan inseguridad”.
Para Broid, la mejor forma de garantizar la seguridad es darles vida a las calles, a todas horas… “mientras más vida, más seguridad, nunca es al revés”.
Conciencia cívica
Es fácil culpar del caos a los desarrolladores, pero toda la sociedad es responsable por la falta de conciencia cívica, señalan, y ponen como ejemplo que instituciones como la Uady y otras universidades en lugar de reanimar la ciudad han vaciado y degradado el centro histórico. “Se fueron a la periferia y crearon la necesidad de ir en auto a la escuela, por lo que tuvieron que construir enormes estacionamientos”, apunta Broid.
Ituarte no puede estar más de acuerdo porque, dice, donde está la educación están los jóvenes y recuerda que cuando la ciudad de México sacó a la UNAM a la periferia le asestó una cuchillada al centro histórico, porque sin jóvenes se apagó la vida en la calle. Esa herida, recuerda, tardó mucho en sanar. “Mérida debe tomar como ejemplo lo que ha pasado en muchas ciudades, no sólo en el D.F.”, advierten.
“Es la primera vez que llego a Mérida de día y quedé sorprendido al ver desde el aire la ciudad desbordada más allá del Anillo Periférico, extendida por kilómetros. Es un gran error, por más territorio que tengan, es un error que pagarán caro”.
Reto de todos
Si no hay límites geográficos -montañas, ríos, mar- se tienen que crear, dice. El Periférico no es tan sólo para mover vehículos en círculos, tiene que acotar el crecimiento de la ciudad, si no, sirve de poco.
Así es en el D.F. donde las zonas con mayor calidad de vida -entendida ésta como mayores espacios públicos, áreas verdes, movilidad urbana práctica- están adentro del Periférico.
Broid e Ituarte aclaran que no están contra los autos, no piden que sean eliminados, pero sí que convivan con peatones y bicicletas. “Mérida es la ciudad ideal para andar en bicicleta porque es una planicie. Ustedes ponen como ejemplo el clima, dicen que hay mucho calor. Si eso fuera cierto nadie usaría la bicicleta en Copenhague, donde hay un frío espantoso. simplemente es un cambio de chip.
“Hace falta caminar en sentido contrario, están a tiempo de enmendar los errores y recuperar su ciudad. Es un reto común: autoridades, empresarios, ciudadanos”, concluye Broid.