GUASAVE, Sinaloa .- "A mí me
entregaron el Día de las madres, de regalo, el ataúd de mi hijo con un
moño", recuerda Verónica Castro Flores, habitante de Guasave, Sinaloa.
Ella, como muchas otras mujeres de la
región, confiesa que carga una pena desde el día en que vio por última vez
"a su muchacho".
Paul Gilberto Ruelas, de 18 años,
desapareció el 8 de diciembre de 2014, cuando vestía una playera negra y un pantalón
de mezclilla deslavado.
Durante casi tres años, Verónica peregrinó
por todo el estado para encontrarlo.
Acudió a la Fiscalía a levantar la denuncia
correspondiente, participó en los exámenes de ADN y visitó tantos hospitales
como fue necesario; sin embargo, el 5 mayo de 2017 vio con sus propios ojos los
restos de su hijo, en una fosa clandestina.
El día de su hallazgo lo reconocí
rápidamente porque traía todo con lo que había salido, los zapatos, el pantalón y la camisa (...) Me quedé bloqueada porque
siempre pensé que lo encontraría con vida, pero desafortunadamente no fue
así", explica.
"Con tan sólo ver uno de los zapatos
lo reconocí".
Pese al calvario que padeció en la
búsqueda, la mujer reconoce que se siente afortunada de haber coincidido con un
grupo de madres que, junto a ella, recorrió montes y desiertos, con palas y
machetes, en búsqueda de sus seres queridos.
Pasaron 2 años y 7 meses para que Verónica
pudiera estar de nuevo junto a Paul. Para el reencuentro, rogó que sus restos
le fueran entregados en un ataúd, cinco días después del hallazgo, el Día de
las Madres.
A petición suya, en vez de una corona de
flores, le colocaron a la caja un gran moño de regalo.
"Fue el regalo más amargo de mi vida, pero el más esperado", dice.
Reforma.