Todas las mañanas se despiertan con dolor y miedo. El sufrimiento se ha vuelto parte de sus días. Aun así, las 79 sobrevivientes de la meningitis micótica generada en Durango, objeto de investigación científica, agradecen estar con vida, porque 36 mujeres murieron tras semanas de lucha. Y es que el hongo entró directo al líquido cefalorraquídeo, el cual protege al cerebro. El hongo es llamado Fusarium Solani. Se insertó en gran cantidad y comenzó a retorcerse hasta causar lesiones, algunas mortales al romper los vasos sanguíneos del cerebro.
Fue en los hospitales privados Del Parque, Santé, Dickava y San Carlos que les pusieron una dosis grande de medicamentos contaminados con el hongo. Autoridades confirmaron que Dickava ni siquiera tenía licencia de funcionamiento y así operaba.
Ellas, en su mayoría mujeres jóvenes, fueron ahí para dar a luz. Les practicaron una cesárea, pero usaron medicamentos contaminados, explica Juan Carlos Tinoco, infectólogo a cargo de los pacientes con meningitis en el Hospital General 450 de la capital de Durango.
El hongo alteró la estructura de los vasos sanguíneos y debilitó las paredes, provocando un riesgo inminente de una muerte súbita, afirma el especialista en infectología. Esto es lo que sucedió con varias pacientes: estaban perfectamente bien y en minutos se pusieron graves, hasta morir, de forma catastrófica, dice el doctor que desde hace meses está, como el resto de la comunidad médica local, bajo mucha presión.
Las familias esperan mejoras que a veces no se logran, la prensa señala y la verdad es que “para todos los médicos, neurólogos, infectólogos y anestesiólogos, que hemos intervenido ha sido un reto porque es una enfermedad a la que nunca nos habíamos enfrentado”, relata.
Y mientras se desarrolla la plática y cada quien se enfoca en su cotidianeidad, Andrea Galindo y otras 78 víctimas de esa inyección contaminada, casi letal, sufren el dolor físico y sus secuelas, como imposibilidad de caminar, ansiedad y depresión.
Ella se encuentra estable, pero con temor a recaídas como la que sufrió hace un mes, afirma su madre Yolanda Hernández.
Los médicos oficiales, como identifica a los doctores del Hospital General 450 en donde era atendida su hija, “no nos dicen mucho”. Pero los médicos externos afirman que es muy difícil de curar y que en cualquier momento puede perderse la estabilidad médica que tiene Andrea Galindo, quien adquirió la enfermedad en el Hospital del Parque, donde el 15 de octubre de 2022 le retiraron la vesícula.
El miedo se ha convertido en un acompañante permanente. Sufre ansiedad, depresión e hipertensión, a consecuencia de este proceso en el que Yolanda reclama y nadie tiene información precisa.
Juan Carlos Tinoco reconoció, en entrevista, que es difícil ganarle al hongo, ya que es muy resistente, por ello murieron 36 pacientes. “Tuvieron una mala evolución con una lesión extensa”.
Ante los cambios abruptos que pueden presentar las pacientes, algunas de las que reciben tratamiento en sus hogares, porque solo dos siguen hospitalizadas, acuden a revisión tres veces por semana.
El infectólogo aseguró que “todas ellas están asintomáticas”, pero admitió que la meningitis provocó lesiones cerebrales que se traducen en dificultades para caminar, mismas que confió “poco a poco van a tener una buena evolución”.
Familiares de pacientes han indicado que no están del todo bien, los dolores de cabeza son persistentes, aunque el doctor dijo que no es ni tan grave ni tan severo.
Pero al mismo tiempo recuerda que toda la comunidad médica está aprendiendo, pues “nunca había sucedido en el mundo; lo que hemos estado haciendo es aprendiendo en base a lo que hemos visto en las pacientes”, reconoce.
De a poco, conforme pasan los días, en Durango se han ido diseñando protocolos de tratamiento, y encomendados a Dios, afirma el infectólogo. “Los médicos le apuestan a erradicar el hongo y que las víctimas puedan retomar su vida de forma normal”.
Algo que hasta el momento solo está en el recuerdo e imaginación de familias, como la de Margarita González, cuya hija enfermó tras una cesárea en el hospital Dickava el 29 de junio de 2022, centro médico que carecía de permisos.
Desde esa fecha su corazón es torturado cada vez que recibe una llamada ya que piensa lo peor. La madre de dos niños, uno de cinco y el de meses de nacido, teme por su vida y se cuestiona qué sucederá con ellos.
¿Y LA JUSTICIA?
Por esto, Margarita González se ha sumado a las protestas para exigir justicia, reclamo que no ha sido satisfecho con la detención de tres personas acusadas del brote de meningitis: Omar, anestesiólogo acusado de realizar “prácticas indebidas” en los hospitales privados; Guadalupe, quien era verificadora de Coprised, y Joaquín, el extitular de la Comisión para la Protección contra Riesgos Sanitarios.
¿A quién protegen las autoridades? ¿por qué no han detenido a otros anestesiólogos plenamente identificados por las afectadas?, pregunta Margarita con voz entrecortada, una mezcla de furia y tristeza.
“Esos tres que agarraron es porque quieren calmar las cosas, pero no nos van a convencer con eso, queremos a los verdaderos responsables de estos asesinatos”, exclama y pide que se recalque que las muertes por meningitis “son asesinatos, porque ellas (…) quisieron tener un parto tranquilo en una clínica particular y las llevaron a la muerte”.
Ante la falta de información de las autoridades, porque los familiares de las víctimas aseguran que solo cuando se movilizan con marchas, la Fiscalía local los busca para actualizarlos sobre supuestos avances de las investigaciones, hay sospechas de que se protege a “alguien”.
En la última marcha donde las familias demandaron justicia y descargaron un poco su dolor, se mencionó a un doctor de apellido Alemán, que fue anestesiólogo de varias afectadas. Pero de él no se dice nada, reclamó Margarita, respaldada por decenas de madres.
Y es que ese médico fue el primero que se relacionó con la alerta por meningitis, al menos en denuncias públicas a través de redes sociales, en donde se destacó que el señalado es sobrino de la ex fiscal estatal, Ruth Medina Alemán.
La versión relata que el anestesiólogo era director de Enseñanza e Investigación en Salud en el gobierno de José Rosas Aispuro Torres, es decir, en la pasada administración, y que distribuía medicamentos que robaba de hospitales públicos.
Una acusación sobre un supuesto hurto de medicamentos en el sector público, que no se ha investigado y ha quedado en rumor.
Lo que también son sospechas es el tiempo en que la pesadilla causada por el brote termine. La cadena de contagios ya se interrumpió, asegura Juan Carlos Tinoco.
Con el cierre de los hospitales ya no se han presentado nuevos casos, y el registro de víctimas indica que fueron infectadas entre los meses de agosto y septiembre, solo en hospitales privados, ninguno en el sector público.
Así explicó el doctor porque cree que ya no habrá más afectados. No obstante, Durango y los sobrevivientes podrían pasar hasta 10 años en seguimiento.
Sería un caso similar a lo ocurrido en 2012 en Estados Unidos, donde también hubo un brote de meningitis relacionado con inyecciones de esteroides. Aquí algunos pacientes estuvieron en tratamiento por una década, refirió.
No descartó que la situación en Durango sea igual. Una larga espera cargada de estudios, medicamentos, tomografías hasta confirmar que las pacientes estén a salvo.
Es un reto constante, pero estamos en la lucha, recalcó el infectólogo, que junto a otros 12 médicos trata a las sobrevivientes, entre ellas dos niños. Quienes tampoco se rinden son los familiares de las víctimas, como Yolanda, madre de Andrea. Piden justicia y ruegan a Dios por una cura.
Imaginar la incertidumbre de una madre, que teme en cualquier momento perder a su hija, o de uno o varios niños que temen en cualquier momento perder a su mamá, es solo una probada de lo que vive a diario.
“Gracias a Dios está viva, tuvimos suerte, pero muchas chicas no lo lograron y sabrá Dios cuántas más no lo logren”, dice con miedo.