Noticias de Yucatán
Este viernes murió Ángel Mora, el último de los grandes
historietistas mexicanos del siglo XX, creador del cómic Chanoc, en
el cual el héroe que daba nombre a la revista y su padrino, el pícaro anciano
Tsekub, vivían aventuras de mar y selva en compañía del farero Pata
Larga, el negrito Merecumbé, los caníbales Suk y Puk, y un amplio reparto de
apoyo que incluyó hasta al escritor Carlos Monsiváis. Chanoc fue
adaptado al cine, donde lo interpretaron Andrés García, Gregorio Casal y
Humberto Gurza, mientras Chano Urueta, Germán Valdés Tin
Tan y su hermano Manuel El Loco Valdés hicieron de Tsekub.
Mora falleció ayer por la madrugada en el hospital
Neurológico de Cocoyoc, Morelos, por complicaciones de una caída que sufrió en
su casa, en esa misma localidad. De acuerdo con el dibujante Zenaido Velázquez,
quien veló por el bienestar de Mora en sus últimos días, el accidente le
produjo un coágulo inoperable en la cabeza. La edad precisa del autor fallecido
se ignora; fuentes indican que tendría entre 80 y 92 años.
Comienzos al lado de Valdiosera
Mora dejó su natal Tabasco y terminó su educación básica
en Veracruz. Enamorado del cómic, gran aficionado al Príncipe Valiente, de
Harold Foster, y a Flash Gordon, de Alex Raymond, se mudó a la Ciudad
de México, y para principios de la década de 1940 se integró al estudio de
historietistas encabezado por Ramón Valdiosera.
Mora creó Chanoc (hombre rojo, en maya) en
1959, a partir de guiones de Martín de Lucenay, quien murió luego de realizar
unas 20 entregas del personaje. Entonces entró a la publicación Pedro Zapiáin, cuyas
historias se acoplaron con el estilo dinámico del tabasqueño. Escritor y
dibujante solían viajar juntos por las selvas mexicanas de Veracruz, Tabasco y
Chiapas para obtener ideas y documentación que dieran validez a sus relatos.
Fragmento de una portada de Chanoc, serie
creada en 1959 por Ángel MoraFoto archivo
Mora dejó Chanoc a principios de la década de
1970. Entonces realizó las series Alma Grande y El Payo, que
como Chanoc fueron llevadas al cine.
Aunque el consenso general es que el mejor Tsekub
fue Tin Tan, Mora aseguraba que su preferido fue el del cineasta
Eduardo Santiago Chano Urueta. Para finales de los 80 terminó la
serie Távora, publicada en la revista Lágrimas y Risas, que
había dejado inconclusa, por su retiro Antonio Gutiérrez, dibujante de cabecera
de Yolanda Vargas Dulché. La mancuerna Gutiérrez-Vargas Dulché creó, entre
muchos clásicos del cómic mexicano, Yesenia, El pecado de Oyuki y Rubí.
Desde la segunda mitad de la década de 1990, Mora
publicó Chanoc de manera esporádica, primero en una serie de novelas
gráficas y luego como tiras en periódicos. Amable y generoso con las nuevas
generaciones de dibujantes, Mora compartía gustoso con los jóvenes los secretos
de su oficio de ilustrador. Realizó mucha obra plástica en óleo y acrílico,
practicaba frontón y otros deportes, e intentó mantenerse siempre activo.
Con Mora concluye una época dorada de la historieta
mexicana. Sus grandes amigos y colegas se fueron muriendo al avanzar el siglo
XXI, primero Gutiérrez en 2006, luego Sixto Valencia –creador de la imagen
definitiva de Memín Pinguín junto con Vargas Dulché– en 2015 y
Valdiosera hace unos meses.
La industria del cómic nacional, con tirajes de millones
de ejemplares a la semana, quedó aniquilada a finales del siglo pasado y hoy
subsiste a fuerza de talento y esfuerzos titánicos de autores independientes.
La herencia de Mora y sus contemporáneos seguirá viva en sueños de papel y
pixel.