El PAN: el costo de la derrota

26 mayo 2013
Noticias de Yucatán ()

Sábado, 25 de mayo de 2013 - Edición impresa En: EditorialesOpiniónYucatán

Primero, porque entre ellos buscarán culpables antes que explicaciones; luego, porque el pastel a repartirse se habrá hecho súbitamente más pequeño, y cuando los recursos son escasos, los pleitos se multiplican y se agudizan.
Lo que ocurre ahora en el PAN nos dice que a casi un año de la derrota, la hora de los reproches y de las mutuas recriminaciones no ha terminado. Unos, no olvidan que el partido rechazó al secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, que promovía el presidente Calderón para contender por la presidencia de la República, y otros, que la candidata que eligieron los panistas, Josefina Vázquez Mota, recibió cuando mucho un apoyo tibio del Gobierno.
Las relaciones entre Calderón y su partido fueron tensas durante su presidencia. Los panistas resentían su empeño por seguir dirigiendo al partido.
Ahora es peor porque las políticas calderonistas están siendo severamente enjuiciadas por la opinión pública y por organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, que lo acusan de indiferencia frente a los abusos de derechos humanos que acarreó su guerra contra el narco. Entre los panistas hay quienes la justifican y la asumen, pero cada vez son más los que se deslindan de ella, sobre todo porque se aproximan elecciones en 14 Estados. Seis de ellos en el norte, una región donde primero surgió el reto panista al PRI, pero ahora su presencia ha retrocedido; ahí el partido podrá calibrar las dimensiones de la derrota de 2012.
Por lo pronto, las encuestas indican que el candidato del PRI a la gubernatura de Baja California, un Estado que el PAN gobierna desde 1989, tiene 36% de las preferencias del electorado, una ventaja de 11 puntos porcentuales sobre su contrincante panista.
El ex presidente Calderón, que ahora reside en Cambridge, Massachusetts, invitado por Harvard, es un poderoso factor de división en el interior del PAN, un partido al que él y su esposa le han dedicado la vida.
Ahora, sin embargo, Felipe Calderón es un escollo a la gestión de Gustavo Madero, el dirigente partidario. Antes los separó la política económica neoliberal del calderonismo; hoy los separa el Pacto por México, la estrategia propuesta por el presidente Peña Nieto para sacar adelante reformas estructurales como la energética y la hacendaria, con el consenso de todas las fuerzas políticas. Madero se adhirió a la propuesta, convencido de que la tarea de una oposición responsable es cogobernar. Los calderonistas creen, en cambio, que el Pacto es nada más un acto de prestidigitación del priismo que así sustrae del Congreso el tratamiento de temas cruciales, y somete a las oposiciones a su voluntad. Para Calderón, Madero es demasiado ingenuo y complaciente con el Gobierno del PRI, y así se lo ha hecho saber a través de un grupo de senadores que actúan en su representación, y que han criticado públicamente las acciones del presidente del partido. El senador Cordero desafió abiertamente a Madero, cuando -al margen del Pacto- propuso una reforma política que, según él, debía anteceder a las demás y que desmantelaría el régimen presidencial. Madero respondió con rudeza, y apoyado en las muchas atribuciones que otorga el estatuto del partido a su presidente, lo destituyó del cargo de coordinador de la fracción panista en el senado, y designó en su lugar a un legislador relativamente oscuro, que rendirá cuentas solo a Madero.
La disputa es una lucha de poder, pero hay mar de fondo, porque está en juego el control de la organización, y sobre todo su identidad que, al cabo de 12 años en el Gobierno, se muestra maltrecha y confusa. Al antagonismo calderonistas/anticalderonistas, subyace una fractura que opone una corriente liberal, que integran muchos antiguos funcionarios, y otra, cercana a la democracia cristiana que pretende recuperar la vocación original del partido que muchos añoran.
Las elecciones del próximo 7 de julio determinarán el desenlace del conflicto. Si la debacle de julio de 2012 se repite y Acción Nacional queda en tercer lugar, detrás del PRI y del PRD, Gustavo Madero pagará los costos de la derrota, y Felipe Calderón tendrá el paso franco para recuperar el partido y afianzar un liderazgo que promete ser longevo.
La crisis panista es una mala noticia para el Gobierno.
Pone en cuestión la participación de una de las tres principales fuerzas políticas del país en el Pacto por México. Sin ella difícilmente podrán materializarse las promesas en las que se juega el éxito de la presidencia de Peña Nieto, así que a él también le tocaría pagar los costos de la derrota del PAN.- México, D.F.
maloa@colmex.mx
Por Soledad Loaeza
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*) Profesora/investigadora de ciencia política del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México (Colmex).
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