La transparencia de Ivonne: por Rodrigo Llanes Salazar

26 octubre 2015
Noticias de Yucatán

“El buen juez por su casa empieza”



El pasado 6 de octubre, Ivonne Ortega, actualmente diputada federal, en el interior de la Cámara de Diputados presentó una iniciativa en materia de transparencia bautizada con el famoso refrán: “El buen juez por su casa empieza”. A ver, ¿por dónde empezamos?

Iniciemos con la propuesta de Ivonne. En una infografía, la ex secretaria general del PRI explica que “las acciones de transparencia y rendición de cuentas no son suficientes para comunicar adecuadamente las funciones y trabajo de los diputados” y que lo que propone la iniciativa es “Reformar la Ley Orgánica del Congreso y el Reglamento de transparencia”.

¿Cómo se hará esto? A través, primero, de un “comité de transparencia y evaluación del trabajo legislativo” conformado por diputados representantes de las fracciones parlamentarias, funcionarios de la Cámara e integrantes de la academia y sociedad civil; segundo, mediante una “Unidad de transparencia y evaluación”, cuyo titular “debe ser nombrado a través de un proceso que genere certeza”, “debe tener un perfil profesional y con experiencia”, cuyo período durará cuatro años. Por último, se creará el “Sistema de Información y Evaluación de la Cámara de Diputados”.

Continuemos recordando la polémica entrevista que Adela Micha le hizo a la ex gobernadora de Yucatán. Además de “destaparse”, en aquella entrevista Ortega afirmó que la sociedad actual quiere políticos transparentes y cercanos a la gente y cuando Micha le preguntó si es una “mujer honesta”, respondió: “sí… por eso me divorcié”.

En su momento, Daniel Carrillo Polanco, consejero estatal del PAN, cuestionó el significado de la palabra “honestidad” empleada por la política originaria de Dzemul preguntando: “¿Qué rayos tiene que ver su divorcio con la terrible gestión que tuvo a cargo?” (D. de Y., 29-6-15).

Acaso Ivonne Ortega puede presumir honestidad en el ámbito privado. No lo sé. Lo que a mí me llama la atención es, más bien, el evidente desfase entre las nociones de lo público y lo privado.

Sí, pareciera que la ex mandataria yucateca está comenzando literalmente por su casa. En ciertos ámbitos de su vida privada, Ivonne Ortega está siendo no sólo transparente, sino llanamente exhibicionista. Quienes la siguen en redes sociales seguramente han visto los vídeos en los que ella anuncia que hará ejercicio, o los mundanos pero controvertidos clips protagonizados por su hijo, el pequeño Álvaro Humberto, en el que éste se cepilla los dientes, da de beber a unos pollitos, toma clases de baile y toca las teclas de un pequeño teclado eléctrico. En sus redes sociales, Ortega exhibe fotografías en las que mamá e hijo pasean por la ciudad de México o en la que la mamá le da leche en biberón al hijo (escena maternal por excelencia, en la que un ser humano alimenta, cálida e incondicionalmente, a otro humano que no puede hacerlo por sí mismo).

Ya no es sólo “la política como espectáculo”, como escribió el reconocido historiador Rafael Segovia, o “la intimidad como espectáculo”, como se titula uno de los sugerentes libros de la comunicóloga y antropóloga argentina Paula Sibilia. Es también “la maternidad como espectáculo” y, sobre todo, la distorsión de las nociones de lo público y lo privado. La lógica: exhibo un ámbito de mi vida privada, aquel que puede causar simpatías con la gente, como la filiación materna —insisto, es históricamente el vínculo humano más fundamental y primario—, pero dejo en lo oculto aspectos que sí son de interés público.

Cotidianamente vemos cómo el pequeño Álvaro Humberto aprende a tomar en el “calabazo” pero no vemos qué pasó con los casi 112 millones de pesos destinados al Hospital Regional de Tekax; observamos a mamá e hijo pasear por las calles de la ciudad de México, pero no sabemos qué sucedió con los 270 millones de pesos asignados a la rehabilitación del Centro Histórico de Mérida; somos testigos de cómo el hijo de Ivonne aprende a comer con cubiertos, pero ignoramos de dónde salieron los fondos para la millonaria inversión de la ex gobernadora en el restaurante “Casona la Yucateca”, ubicado en la avenida Presidente Masaryk, en Polanco, una de las calles que alberga los más caros restaurantes y boutiques de México (en paréntesis me pregunto también cómo crecerá el mediatizado Álvaro Humberto).

La transparencia de Ivonne es sintomática de nuestros políticos actuales: figuras mediáticas, confeccionadas para televisión y redes sociales, “tele-políticos”, parafraseando a Jenaro Villamil (“La caída del telepresidente”, Grijalbo, 2015), que exhiben elementos de poco interés público y que dejan en lo oculto desvío de recursos, contratos millonarios, concesiones y licitaciones que entrañan conflictos de interés. Mejor dicho, que ni siquiera consideran que los conflictos de interés sean un verdadero problema.

Y la transparencia de Ivonne no se restringe a su pasada administración. ¿No hay un conflicto de interés cuando el consejero presidente del Instituto Estatal de Acceso a la Información Pública (Inaip), ingeniero Víctor May Vera, fue, a través de su empresa Cicisa, Diseño y construcciones, S. A. de C. V., uno de los principales contratistas de obra pública de Ivonne Ortega cuando ésta era gobernadora? De acuerdo con Mayaleaks, entre diciembre de 2007 y julio de 2011 —período en el que Ortega fue gobernadora del Estado— esta empresa recibió contratos por 145.6 millones de pesos.

“El buen juez por su casa empieza”. ¿Esto aplica sólo al hogar, al Congreso?, ¿no habría que comenzar por hacer transparentes a las dependencias del gobierno del Estado? De nuevo, de acuerdo con un reporte de Mayaleaks (“Opacidad en el gobierno de Yucatán”), seis de cada 10 dependencias estatales no cumplen la Ley de Transparencia o lo hacen con información rezagada, a tal punto que Mayaleaks postula la existencia de “una política institucional para ocultar información”.

“El buen juez por su casa empieza”. ¿No habría que construir un Inaip realmente autónomo? El abogado Pablo Loría Vázquez, ex secretario ejecutivo del Inaip, declaró que los consejeros de dicho organismo no cubren el perfil de conocimiento, experiencia, imparcialidad y pruebas de confianza, por lo que el instituto resulta inoperante y sus procedimientos son lentos. En sus palabras: “La puerta es estrecha, muy pequeña, para que el ciudadano vigile a sus empleados que son las autoridades. Y esto contribuye a la impunidad” (D. de Y., 24-10-15).

Que el buen juez empiece por su casa: necesitamos un instituto de transparencia verdaderamente autónomo y ciudadano, que se fiscalice el dinero público (y éste es buen momento para promover de nuevo el proyecto de Ley de Fiscalización para el Estado de Yucatán) y ciudadanos críticos y vigilantes de las mediáticas y exhibicionistas, pero al mismo tiempo opacas formas de actuar de nuestras autoridades.— Mérida, Yucatán.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Profesor universitario


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