La relación entre la energía ingerida y la energía gastada, entre las calorías que tomamos a través de la comida y la bebida y aquellas que nuestro cuerpo emplea, eso es el llamado balance energético.
Son cada vez más frecuentes los artículos, las conferencias y las mesas redondas de expertos en nutrición que aseguran que ese balance es fundamental para prevenir la obesidad. Y en los últimos tiempos se han multiplicado las iniciativas destinadas a investigar ese concepto.
La cuestión se quedaría en una teoría más sobre el tema si no fuera porque varios expertos han acusado a Coca Cola de promoverla, con la intención de desviar la atención de la inevitable relación entre el consumo excesivo de bebidas azucaradas —su producto principal— y el sobrepeso.
Pero el gigante de los refrescos lo niega. “Nosotros siempre nos hemos enfocado en ambos lados de la ecuación energética: en las calorías ingeridas y en las gastadas“, le dice a BBC Mundo. “Y hemos aprendido, tanto de nuestros consumidores como de la comunidad de salud pública, que tenemos que ser un socio creíble”, añade.
Hill había fundado el Global Energy Balance Network (GEBN, la Red Global del Balance Energético) y era su presidenta.
La red se definía a sí misma como “un organismo público-privado de voluntarios y sin ánimo de lucro dedicado a identificar e implementar soluciones innovadoras —basadas en la teoría del balance energético— para prevenir y reducir las enfermedades asociadas a la inactividad, a la mala nutrición y a la obesidad“.
Con ese objetivo lanzó una campaña en Facebook y Twitter en la que promovía el ejercicio como la mejor medida para prevenir transtornos crónicos y la obesidad. Pero no mencionaba para nada la alimentación.
La falta de ejercicio está en la mira de los estudios sobre balance energético.
Y su vicepresidente, Steven Blair, hizo unas declaraciones en el mismo sentido.
El científico del ejercicio de la Universidad de Carolina del Sur, EEUU, criticó a “los medios de comunicación” por atribuir la culpa del alto nivel de obesidad del país a la comida rápida y a los refrescos, y remarcó que “no existe evidencia alguna de que, de hecho, esa sea la causa”.
Era algo ya había defendido antes, en 2012, la directora ejecutiva de PepsiCo Indra Nooyi.“Si todos los consumidores hicieran ejercicio, hicieran lo que tienen que hacer, el problema de la obesidad no existiría”, dijo en una entrevista.
Ante esto el Centro para la Ciencia con Interés Público, un grupo de presión, hizo circular una carta firmada por 37 científicos y autoridades de salud pública en la que acusaba a la Global Energy Balance Network de “vender baratijas científicas sin ningún sentido“.
Los señalamientos fueron incluso más directos, y Hill se vio obligado a salir al paso. En agosto negó que con una donación de $1.5 millones Coca Cola estuviera influyendo en la investigación, la estrategia y las actividades llevadas a cabo por el organismo.
“No son ellos los que están dirigiendo el espectáculo. Somos nosotros”, le dijo al diario estadounidense The New York Times.
La obesidad se debe a la falta de ejercicio, han declarado representantes de empresas de refrescos.
Pero los correos electrónicos que la agencia AP sacó a la luz en noviembre demostraban lo contrario.
En uno de ellos, fechado el 9 de julio de 2014, Applebaum enviaba a la GEBN una propuesta que decía: “De la misma manera que en una campaña política, vamos a desarrollar e implementar una poderosa y multifacética estrategia para contrarrestar la acción de las organizaciones radicales y la de sus defensores”.
Más revelador era el correo que envió Hill a otro ejecutivo de Coca Cola el 30 de agosto de 2014: “Aquí está mi concepto. Creo que debemos ofrecer una sólida justificación a por qué una empresa que vende agua azucarada se centra en promover la actividad física. Consistiría en un estudio muy largo y caro pero podría cambiar el panorama. Tenemos que hacer ese estudio”.
Coca Cola insiste en que está preocupada por los temas de salud pública y que no hay un interés más allá de eso.
Y en otra enviada por el científico a la compañía, éste insistía en que la estrategia debía centrarse en la defensa del balance energético: “Les hemos dado ideas. También les hemos dado ideas para proyectos de investigación que podrían ser muy específicos para los intereses de Coke (sic)”.
Como consecuencia de la filtración, la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado anunció la devolución de $1 millón donado por Coca Cola en 2014 para establecer el Global Energy Balance Network. “La fuente de financiación ha desviado la atención del valioso objetivo”, justificó la decisión el centro.
“Y en noviembre de 2015 Coca Cola aceptó el reembolso de la subvención de $1 millón sin restricciones que en un principio le dio a la Fundación de la Universidad de Colorado para que pusiera en marcha la GEBN”, añade. “En el tiempo del reembolso era evidente para tanto la compañía como el concesionario que la visión que tenían para el GEBN no se había alcanzado”.
¿Y qué dice a las críticas de que su intención era que se hicieran estudios el servicio de sus intereses comerciales? “Como miembros de la comunidad, estamos interesados en los temas —desde salud pública a temas económicos y sociales— que afectan a la gente de los más de 200 países a los que proveemos“, responde.
Coca Cola insiste en que el balance energético ha sido aceptado durante años por destacados y creíbles expertos en salud pública.
“El balance energético ha sido aceptado durante años por destacados y creíbles expertos en salud pública y nosotros hemos trabajado —con la mejor de las intenciones— para apoyar los esfuerzos de educar y comunicar al amplio público sobre la importancia del balance de calorías, tanto las consumidas como las gastadas con actividad física”, explica.
Con ese fin ha subvencionado otros estudios y eventos que sustentan la teoría, como un curso de verano en la Universidad Complutense de Madrid titulado “Avances en nutrición y salud pública: a propósito del equilibrio en el balance energético”, o el Estudio de antropometría, ingesta y balance energético en España (Anibes).
Sin embargo, “los resultados de las investigaciones patrocinadas por empresas alimentarias suelen ser casi invariablemente favorables a los intereses de sus patrocinadores, al contrario que los estudios independientes”, advierte Marion Nestle, profesora de nutrición de la Universidad de Nueva York y autora del libro Soda politics (“La política del refresco”).
De hecho, en su página web Food Politics (“La política de la comida”) recopila estudios subvencionados por la industria. Y de todas ellas, 75 son favorables a las compañías patrocinadoras y solo seis no.
“El nivel de detalle que emplean las empresas de refrescos para atacar a la ciencia, silenciar a los críticos y desviar la atención del daño provocado por sus productos y para comprar lealtad es impresionante”, dijo ante esto la revista económica Forbes.
Son cada vez más frecuentes los artículos, las conferencias y las mesas redondas de expertos en nutrición que aseguran que ese balance es fundamental para prevenir la obesidad. Y en los últimos tiempos se han multiplicado las iniciativas destinadas a investigar ese concepto.
La cuestión se quedaría en una teoría más sobre el tema si no fuera porque varios expertos han acusado a Coca Cola de promoverla, con la intención de desviar la atención de la inevitable relación entre el consumo excesivo de bebidas azucaradas —su producto principal— y el sobrepeso.
Pero el gigante de los refrescos lo niega. “Nosotros siempre nos hemos enfocado en ambos lados de la ecuación energética: en las calorías ingeridas y en las gastadas“, le dice a BBC Mundo. “Y hemos aprendido, tanto de nuestros consumidores como de la comunidad de salud pública, que tenemos que ser un socio creíble”, añade.
La culpa, la falta de ejercicio
Sin embargo, las críticas rozaron el escándalo hace cinco meses, cuando la agencia de noticias Associated Press (AP) publicó el intercambio de correos electrónicos entre James Hill, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, y la por entonces ejecutiva de Coca Cola Rhona Applebaum.Hill había fundado el Global Energy Balance Network (GEBN, la Red Global del Balance Energético) y era su presidenta.
La red se definía a sí misma como “un organismo público-privado de voluntarios y sin ánimo de lucro dedicado a identificar e implementar soluciones innovadoras —basadas en la teoría del balance energético— para prevenir y reducir las enfermedades asociadas a la inactividad, a la mala nutrición y a la obesidad“.
Con ese objetivo lanzó una campaña en Facebook y Twitter en la que promovía el ejercicio como la mejor medida para prevenir transtornos crónicos y la obesidad. Pero no mencionaba para nada la alimentación.
La falta de ejercicio está en la mira de los estudios sobre balance energético.
Y su vicepresidente, Steven Blair, hizo unas declaraciones en el mismo sentido.
El científico del ejercicio de la Universidad de Carolina del Sur, EEUU, criticó a “los medios de comunicación” por atribuir la culpa del alto nivel de obesidad del país a la comida rápida y a los refrescos, y remarcó que “no existe evidencia alguna de que, de hecho, esa sea la causa”.
Era algo ya había defendido antes, en 2012, la directora ejecutiva de PepsiCo Indra Nooyi.“Si todos los consumidores hicieran ejercicio, hicieran lo que tienen que hacer, el problema de la obesidad no existiría”, dijo en una entrevista.
Ante esto el Centro para la Ciencia con Interés Público, un grupo de presión, hizo circular una carta firmada por 37 científicos y autoridades de salud pública en la que acusaba a la Global Energy Balance Network de “vender baratijas científicas sin ningún sentido“.
“Avanzada de la industria de refrescos”
Y cada vez más voces críticas empezaron a señalar que en realidad la red era la avanzada de la industria de los refrescos que financiaba a científicos para que llevaran a cabo estudios en los que se determinara que su producto poco tenía que ver con la epidemia global de la obesidad, tal como la llama la Organización Mundial de la Salud (AMS).Los señalamientos fueron incluso más directos, y Hill se vio obligado a salir al paso. En agosto negó que con una donación de $1.5 millones Coca Cola estuviera influyendo en la investigación, la estrategia y las actividades llevadas a cabo por el organismo.
“No son ellos los que están dirigiendo el espectáculo. Somos nosotros”, le dijo al diario estadounidense The New York Times.
La obesidad se debe a la falta de ejercicio, han declarado representantes de empresas de refrescos.
Pero los correos electrónicos que la agencia AP sacó a la luz en noviembre demostraban lo contrario.
En uno de ellos, fechado el 9 de julio de 2014, Applebaum enviaba a la GEBN una propuesta que decía: “De la misma manera que en una campaña política, vamos a desarrollar e implementar una poderosa y multifacética estrategia para contrarrestar la acción de las organizaciones radicales y la de sus defensores”.
Más revelador era el correo que envió Hill a otro ejecutivo de Coca Cola el 30 de agosto de 2014: “Aquí está mi concepto. Creo que debemos ofrecer una sólida justificación a por qué una empresa que vende agua azucarada se centra en promover la actividad física. Consistiría en un estudio muy largo y caro pero podría cambiar el panorama. Tenemos que hacer ese estudio”.
Coca Cola insiste en que está preocupada por los temas de salud pública y que no hay un interés más allá de eso.
Y en otra enviada por el científico a la compañía, éste insistía en que la estrategia debía centrarse en la defensa del balance energético: “Les hemos dado ideas. También les hemos dado ideas para proyectos de investigación que podrían ser muy específicos para los intereses de Coke (sic)”.
Como consecuencia de la filtración, la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado anunció la devolución de $1 millón donado por Coca Cola en 2014 para establecer el Global Energy Balance Network. “La fuente de financiación ha desviado la atención del valioso objetivo”, justificó la decisión el centro.
“Con la mejor de las intenciones”
“En 2013 proporcionamos una subvención a la Fundación de la Universidad de Colorado para que estableciera la Global Energy Balance Network (GEBN, la Red Global del Balance Energético) y la apoyamos con comunicación, recaudación de fondos y contratación”, le reconoce Coca Cola a BBC Mundo.“Y en noviembre de 2015 Coca Cola aceptó el reembolso de la subvención de $1 millón sin restricciones que en un principio le dio a la Fundación de la Universidad de Colorado para que pusiera en marcha la GEBN”, añade. “En el tiempo del reembolso era evidente para tanto la compañía como el concesionario que la visión que tenían para el GEBN no se había alcanzado”.
¿Y qué dice a las críticas de que su intención era que se hicieran estudios el servicio de sus intereses comerciales? “Como miembros de la comunidad, estamos interesados en los temas —desde salud pública a temas económicos y sociales— que afectan a la gente de los más de 200 países a los que proveemos“, responde.
Coca Cola insiste en que el balance energético ha sido aceptado durante años por destacados y creíbles expertos en salud pública.
“El balance energético ha sido aceptado durante años por destacados y creíbles expertos en salud pública y nosotros hemos trabajado —con la mejor de las intenciones— para apoyar los esfuerzos de educar y comunicar al amplio público sobre la importancia del balance de calorías, tanto las consumidas como las gastadas con actividad física”, explica.
Con ese fin ha subvencionado otros estudios y eventos que sustentan la teoría, como un curso de verano en la Universidad Complutense de Madrid titulado “Avances en nutrición y salud pública: a propósito del equilibrio en el balance energético”, o el Estudio de antropometría, ingesta y balance energético en España (Anibes).
Sin embargo, “los resultados de las investigaciones patrocinadas por empresas alimentarias suelen ser casi invariablemente favorables a los intereses de sus patrocinadores, al contrario que los estudios independientes”, advierte Marion Nestle, profesora de nutrición de la Universidad de Nueva York y autora del libro Soda politics (“La política del refresco”).
De hecho, en su página web Food Politics (“La política de la comida”) recopila estudios subvencionados por la industria. Y de todas ellas, 75 son favorables a las compañías patrocinadoras y solo seis no.
“El nivel de detalle que emplean las empresas de refrescos para atacar a la ciencia, silenciar a los críticos y desviar la atención del daño provocado por sus productos y para comprar lealtad es impresionante”, dijo ante esto la revista económica Forbes.