“Eres una piruja, te gusta darle placer a los hombres, por eso andas buscando maridos ajenos”, le gritaba una vendedora de tortillas a su rival, al descubrirla con su esposo.
“Y tú, eres un pito caliente, que andas buscando en la calle migajas teniendo en tu casa buena comida, pero ahí te espero, ahí irás a rogarme que te acepte, pero una patada en el cu… te voy a dar”, se volteó hacia el esposo, igual vendedor de tortillas en triciclo, para reclamarle su infidelidad.
La tercera en discordia, oculta tras una mata de naranja, sólo callaba mientras sus manos recorrían tensa el manubrio del triciclo que utiliza también para repartir tortillas a domicilio.
Este incidente amoroso ocurrió a las puertas de una marisquería recién abierta en la colonia Juan B. Sosa de Chuburná, a donde el tortillero y su amante llegaron para comer.
En pleno proceso de enamoramiento, el galán tortillero se quiso lucir con ella y le compró camarones empanizados. Se disponían a comer el manjar cuando de pronto sonó el celular del hombre, era su esposa que le decía que lo vería en pocos minutos precisamente en la marisquería.
En un afán de evitar un encuentro entre sus dos mujeres, pidió le resguardaran su triciclo mientras llevaba a la amante a la esquina, donde le pidió que permaneciera oculta.
Minutos después la esposa pegó su triciclo a las puertas del establecimiento y él la invitó a un coctel económico.
Sin embargo, la mujer ya estaba alertada de la infidelidad y salió a las puertas del negocio y enseguida vio en la esquina a la amante, quien imprecavida y curiosa se asomó a ver cómo estaban las cosas.
A unos metros de distancia, la esposa empezó a gritarle ofensas y amenazas para luego arremeter contra el esposo que mejor optó por retirarse lo mismo que la tercera en discordia.
Lo que más coraje le dio a la esposa fue enterarse que a la amante le compraron camarones empanizados y a ella el coctel económico.
“Y tú, eres un pito caliente, que andas buscando en la calle migajas teniendo en tu casa buena comida, pero ahí te espero, ahí irás a rogarme que te acepte, pero una patada en el cu… te voy a dar”, se volteó hacia el esposo, igual vendedor de tortillas en triciclo, para reclamarle su infidelidad.
La tercera en discordia, oculta tras una mata de naranja, sólo callaba mientras sus manos recorrían tensa el manubrio del triciclo que utiliza también para repartir tortillas a domicilio.
Este incidente amoroso ocurrió a las puertas de una marisquería recién abierta en la colonia Juan B. Sosa de Chuburná, a donde el tortillero y su amante llegaron para comer.
En pleno proceso de enamoramiento, el galán tortillero se quiso lucir con ella y le compró camarones empanizados. Se disponían a comer el manjar cuando de pronto sonó el celular del hombre, era su esposa que le decía que lo vería en pocos minutos precisamente en la marisquería.
En un afán de evitar un encuentro entre sus dos mujeres, pidió le resguardaran su triciclo mientras llevaba a la amante a la esquina, donde le pidió que permaneciera oculta.
Minutos después la esposa pegó su triciclo a las puertas del establecimiento y él la invitó a un coctel económico.
Sin embargo, la mujer ya estaba alertada de la infidelidad y salió a las puertas del negocio y enseguida vio en la esquina a la amante, quien imprecavida y curiosa se asomó a ver cómo estaban las cosas.
A unos metros de distancia, la esposa empezó a gritarle ofensas y amenazas para luego arremeter contra el esposo que mejor optó por retirarse lo mismo que la tercera en discordia.
Lo que más coraje le dio a la esposa fue enterarse que a la amante le compraron camarones empanizados y a ella el coctel económico.