En silla de ruedas escapó de Venezuela; “se logró el milagro”

20 septiembre 2018
Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy



Los neumáticos de una vieja silla de ruedas ya asoman algunos alambres, es el vehículo de José Agustín López quien mantiene la esperanza de que soporten los 500 kilómetros que le faltan para llegar a Bogotá a recibir la asistencia médica que no tuvo en Venezuela.
Su hijo Jefferson Alexis lo empuja cuando para subir las montañas de Colombia y lo sostiene cuando se avizora una pendiente. El frío y el calor extremos, que cambian al vaivén de la geografía, son compañeros inseparables.
Me vi en la obligación de tomar el rumbo de Colombia para conseguir todos los medicamentos que necesito y algo de sustento para llevar a la casa." José Agustín López
Hace trece años perdió la sensibilidad en ambas piernas en un accidente vial. Su trabajo como mensajero quedó en el pasado y la vida en San Cristóbal, en el oeste de Venezuela, empezó a empeorar a medida de que el país petrolero caía en una profunda crisis económica.
Mantuvo a su madre, su esposa y sus tres hijos con rifas que hacía entre vecinos y desconocidos. Los demás miembros de la familia también aportaban lo que podían. Pero "ahorita allá no se puede rifar, no hay ayuda de nada", advierte José Agustín a sus 52 años.
Las cosas empeoraron, al estar tanto tiempo postrado en la silla de ruedas le provocó una serie de heridas el ano y el recto por lo que le hicieron una colostomía para que no "se contaminara" con sus propios excrementos, pero en su país no hay ni los antibióticos ni el material para cubrir la herida abierta. Ahora tiene que cubrirse la lesión con bolsas plásticas de supermercado y cintas industriales. Y en plena carretera.
Si me hubiera quedado allá yo creo que me 'fuera' muerto, me hubiera contaminado." José Agustín López
Entonces, como miles de venezolanos, padre e hijo decidieron cruzar la frontera a Colombia. Salieron el miércoles pasado de la capital del estado de Táchira sin dinero para pagar autobuses con Bogotá como destino. 
"Me han dicho que allá me pueden ayudar bastante con la sillita de ruedas, que es lo que más estoy necesitando",  explica, sin embargo en tres días han recorrido un trayecto que a los otros migrantes les tarda un puñado de horas a pie o de “aventón”, si tienen suerte.
"Ha sido una demostración de amor", dice José Agustín sobre su hijo, quien dejó los estudios de ingeniería mecánica para acompañar a su padre en esta odisea.
Los lugareños les regalan comida, incluso mantas. Ellos se alimentan al lado de la vía, pese al riesgo de ser atropellados por camiones, motocicletas o automóviles.
"Me encuentro totalmente agotado, la sillita echándose a perder también. Cuando no es una cosa es la otra, (pero) p'alante", señala José Agustín, quien sin importar el clima mantiene un gorro negro de lana en su cabeza.
En cada paso Jefferson Alexis encuentra más pesada de empujar la silla. Los cauchos se han explotado y a duras penas rueda. Arribar a Bogotá ya es una utopía.
"Si llego a Pamplona es un milagro de Dios", reconoce un angustiado José Agustín.
El milagro se logró
José Agustín y su hijo Alexis fueron rescatados por una ambulancia que los lleva hacia Bogotá.

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