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Pese a la importancia de la arquitectura prehispánica como Patrimonio Cultural de Yucatán, se carece de programas de preservación o de impulso que motiven a las nuevas generaciones para evitar la desaparición de las casas mayas.
El especialista Aurelio Sánchez Juárez expuso que la realidad es que hoy por hoy no existen programas para la preservación de la arquitectura maya, representada por casas elaboradas desde hace más de tres mil años con materiales naturales.
“Existe la idea de que las casas construidas con las antiguas técnicas mayas, y que erróneamente se les llama chozas, son un símbolo de pobreza y marginación”, planteó el titular de la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Incluso, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, que mide la pobreza en México y evalúa programas sociales del Gobierno Federal, lo considera de esa forma, precisó.
Por ese motivo, es que no vemos dentro de los programas de gobierno, planes para apoyar o estimular la construcción de ese tipo de viviendas, pues en teoría no son viviendas dignas, cuando en realidad, es todo lo contrario, por lo menos en el caso de la vivienda maya, subrayó.
De hecho, continuó, el llamarles chozas es un término que colabora a una subvaluación que no merece y que difiere de la realidad, ya que no se trata de estructuras provisionales, sino de una casa perfectamente habitable, sustentable y muy duradera.
En entrevista con Notimex, el especialista argumentó que se trata de casas que son muy frescas, cómodas, y que incluso por su diseño son resistentes al impacto de huracanes.
“Una forma de construcción que lleva más de tres mil años de existencia, no es una casualidad o una circunstancia menor, no son chozas, son las llamadas casas de los mayas y hasta hace poco más de 30 años, su construcción formaba parte de las tradiciones de esas comunidades”, precisó.
Hasta principios de los 90, todavía se construían muchas casas mayas en esta entidad que se preservaba mediante la llamada ceremonia o costumbre del “Múul Meyaj”, que es el nombre que se le da al trabajo comunitario que se realizaba para ayudar a las parejas que estaban próximas a casarse a construir su casa.
“Una vez que se tiene un espacio, se reúnen los pobladores y a cada uno le toca construir una parte, según sus aptitudes, se iban a buscar los materiales al monte y se edificaba el sitio en un lapso de entre dos y tres días”, comentó.
Era, aseguró el investigador, una actividad prácticamente festiva y los novios o la pareja a cambio daban comida a los constructores.
La única condición que tenía el novio es que cuando otro de los participantes estuviera en vísperas de casarse, éste debería de colaborar en el “Múul Mejay”, pero la realidad es que en los últimos años esa costumbre ha caído en desuso.
“La casa en sí, es el reflejo de algo mucho más complejo que es el saber de una civilización que construye desde hace miles de años de la misma forma como se señala en el Popol Vuh, donde incluso los horcones (que son cuatro) están alineados a cada uno de los puntos cardinales”, subrayó.
Esas viviendas están ahí desde mucho antes de que surgieran las grandes metrópolis mayas, por lo que sin duda sirvieron de inspiración y guía para quienes construyeron los grandes edificios prehispánicos.
Por ello, la importancia de evitar su desaparición, la cual empieza a acelerarse debido además a la escasez de plantas de huano en la región, y que es uno de los materiales primordiales para edificar una vivienda maya, destacó.
“Somos la generación que tiene en sus manos la posibilidad de rescatar y preservar esta tradición o dejar que desaparezca, al igual que sucede con otros íconos de la arquitectura vernácula mexicana, que desde mi punto de vista deben ser objeto de apoyo, así como sucede con las llamadas casas de interés social”, finalizó. La Jornada Maya