“Querer es poder” y nadie conoce mejor el significado de esa frase que Jean Maggi, un argentino que espera convertirse en la primera persona con discapacidad en llegar al espacio.
Este cordobés de 58 años acaba de obtener su título de astronauta civil, el cual le permitirá subir como pasajero de una nave espacial cuando los vuelos para el público en general estén listos para ir al espacio.
Maggi, quien quedó con discapacidad por poliomielitis con tan sólo un año de edad, es una de las pocas personas en el mundo que han llevado a cabo un entrenamiento especial en Estados Unidos para obtener ese título que le permitirá ser “turista espacial”.
El próximo desafío para este deportista que camina con muletas es poder ver las estrellas de cerca. Él es protagonista de un documental de Netflix, estrenado el año pasado, donde relató su historia de superación y su ascensión al Khardung La, el punto más alto de la cordillera del Himalaya al que se puede acceder en bicicleta.
Llegar al espacio podría inspirar a muchas personas con discapacidad a lograr objetivos que ahora no creen posibles, subrayó el argentino.
“Creo que todo esto, más allá de mi sueño personal, creo que lo más importante que tiene es que millones de personas con discapacidad se vean reflejadas en esto y un poco se derriben estos mitos de que las personas con discapacidad debemos movernos en lugares acotados”, afirmó Maggi, quien tiene paralizada parte de su zona media baja.
El argentino se mantiene conversando con dos empresas que trabajan para que el turismo en el espacio se haga realidad, aunque, por temas de confidencialidad, no puede revelar cuáles son.
Tras el susto de sufrir un infarto a los 37 años, Maggi dejó de compadecerse de sí mismo y cambió su vida. Empezó a ponerse en forma y entrenar y, hasta ahora, ha corrido el maratón de Nueva York, ha participado en competiciones Ironman y ha cruzado los Andes a caballo. También compitió en esquí alpino en los Juegos Paralímpicos de Vancouver de 2010.
El documental de Netflix, titulado “El límite infinito” y producido por Juan José Campanella, fue su pasaporte para intentar acceder al espacio.
Las compañías que trabajan en el turismo espacial ignoraron los mensajes de correo electrónico que Maggi les enviaba hasta que el argentino les mandó un link del documental. Ahí prestaron atención y accedieron a que Maggi llevara a cabo el entrenamiento.
Además de practicar yoga y ejercicios de respiración, Maggi fue en enero a Florida para volar en jets L-39 y meses después viajó a Filadelfia para meterse dentro de un simulador de vuelos al espacio. Eso significó estar dos días en el National Aerospace Training and Research (NASTAR) Center, que es el único centro autorizado por la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA por sus siglas en inglés) para este tipo de entrenamientos.
En el simulador, Maggi soportó la presión de dos fuerzas a la vez, una que comprime el corazón en el pecho y otra que vacía el cerebro de sangre. Fue una prueba difícil de superar mentalmente, ya que el argentino recordaba su infarto previo. Aun así, los expertos de NASTAR le monitoreaban y se aseguraban de que no perdiera el conocimiento.
“Ellos podían saber que yo estaba perfectamente, pero en mi mente tenía que trabajar o pelear contra eso,” señaló.
Además de su dedicar tiempo a su preparación física, Maggi es el presidente de Fundación Jean Maggi, que entrega bicicletas adaptadas a niños con discapacidades. La fundación ha entregado más de 700 bicicletas especiales en sus cuatro años de existencia.
“Yo creo que sería maravilloso para el mundo poder, de una vez por todas, poner a las personas con discapacidad fuera de los lugares de inferioridad,” dijo Maggi.
“Poder decir ‘acá estamos todos, nos movemos de forma distinta pero tenemos nuestro lugar como lo tiene cualquiera.’”