El 2016 está tan cerca que ya percibimos su olor bisiesto y su incertidumbre, que a pesar de los pesares y sin ser naif puede concebirse esperanzada. Pero todavía no llega. Y esta transición de 2015 al año nuevo se desliza sin cambios abruptos en el Museo “Fernando García Ponce”, donde todavía presente “La filosofía de la abstracción”, una colectiva organizada con el propio acervo del museo que permite reflexionar sobre el discurso pictórico no figurativo que ha construido el recinto en sus más de dos décadas de existencia.
Como es sabido, la mayoría de los espacios del museo se encuentran actualmente en renovación y no hay acceso al público. Sin embargo, en las salas 9 y 10 de la planta alta, con preeminencia bidimensional y pictórica (aunque también hay algunos ejemplos de obra gráfica, arte objeto y fotografía) la exposición colectiva presente hace convivir piezas expuestas hace 15 años con pinturas realizadas hace cinco; todas con el denominador común de discurrir en los entresijos del a veces inasible lenguaje abstracto, cuyo significado, como escribe Alejandro Jurado en la hoja de sala, no hay que tratar de leer; así como tampoco pretender traducir “lo que el autor quiso decir”, sino más bien concurrir a una invitación a observar, percibir y experimentar.
Si en su génesis en efecto la abstracción fue una postura política y una respuesta al mundo, hoy el discurso proporciona otras vertientes de aproximación en las cuales perviven elementos de aquellas vanguardias, desde recursos técnicos hasta reminiscencias compositivas y formales.
Para quienes han visitado regularmente las exposiciones en estos más de 20 años es también un saludable ejercicio de memoria… por ejemplo, el Macay apenas se abría como museo de arte contemporáneo cuando recibió la obra de Omar Rayo, colombiano y dinámico autor de particulares geometrismos. O bien, varias veces se ha podido conocer y apreciar el trabajo minucioso, las texturas y relieves —tan orgánicos que dan ganas de tocarlos— de los papeles hechos a mano por Palle Seiersen y Pía Seiersen, ambos con discursos similares aunque no idénticos, muy vinculados con lo vegetal, primitivo y casi genético.
Una muestra cargada de humor e intensidad que no se pierde en la memoria, de grandes texturas y fuerte colorido que invocan al expresionismo gestual, al informalismo de Appel, al fauve, al arte salvaje y otros movimientos de vanguardia fue la exposición “Historias urbanas” del irlandés Phil Kelly: sus óleos convocaban a un viaje a la gran urbe en lienzos de notoria espontaneidad y explosiva luminosidad, tan cerca de lo primitivo como no cree estar la cacareada civilización decadente de hoy día. El Distrito Federal (sí, ahora es “Ciudad de México”, ya lo sabemos…), fue el leit motiv de Kelly, quien en 1999, entre el Jazz y las copas desbordó verdes, rojos, amarillos, taxis, fuentes, parques, portones, rascacieolos y noches negras colmadas de luces brillantes.
Jordi Boldó, catalán nacionalizado mexicano, no oculta la influencia de los abstractos levantinos, sobre todo Tápies. Sin embargo, hay elementos matéricos y atmostéricos de lo que él llamaba la realidad y el ambiente interior, la belleza de la creación vista desde lo íntimamente sensible…. Quien sabe, pero algo en su obra nos recuerda al comentario de Guillermo Solana en “Los dominios de lo invisible” (Madrid, 2005) cuando cita que el crítico estadounidense Clement Greenberg comparaba la obra de Clyfford Still con la de Turner o y que Robert Rosenblum hacía lo propio con Caspar David Friedrich y Rothko “¿será tan romántico el abstracto?” nos preguntamos. Por lo pronto, la reconstrucción de una tradición en esa línea, aún en términos especulativos, parece factible. Sobre todo cuando más adelante Solana ahonda en la dimensión sublime y filosófica de la abstracción…
Asimismo, la colección del Macay incluye autores de Yucatán como Manuel González, Eduardo Ortegón (+), Celina Fernández, Silvia Madrid, Francisco Barajas y Lizardo Chijona. En el caso puntual de este último, sus tres piezas son las únicas de arteobjeto, de la colección “Estática” que presentó en 2012, una invitación a asociar/disasociar objetos y cotidianeidad en una serie de piezas con influencia post pop que cuestionaban y contraponían lo publicitario, el consumismo, la vida diaria y los objetos que rodeaban el medio en el que nació y los presentes en su contexto al momento de producir esa serie.
Así es el recorrido… Los viejos visitantes del museo salimos de “La filosofía de la abstracción” con la reminiscencia entre las cejas. Lo ya visto ha vuelto a las retinas, se reinventa, se ha reflejado en sus coetáneos, se ha espejado en sus antecesores, sus ecos y seguidores. Y despierta interrogantes y motiva conclusiones no finitas. Tarea pendiente para el 2016… o para después.— María Teresa Mézquita Méndez para “El Macay en la Cultura“