Noticias de Yucatán. Noticias de Hoy
El fútbol es tan puñetero que puede llegar a desmentirse a sí mismo si se reduce a una mera lectura de marcadores. España es el último ejemplo: tuvo más agarraderas en su empate con Portugal que en su victoria ante Irán. Desde lo anímico, frente a los lusos se sintió triunfal tras un rato de buen juego que le dio para remontar a Cristiano y sobreponerse a un estropicio de De Gea. Desde lo futbolístico, contra los iraníes nunca se sintió España, ni antes del afortunado golpe de billar de Diego Costa ni mucho menos después. Esta vez no cabe apuntar al fallo puntual de un portero o cualquier otro, sino a un desplome multiorgánico. Frente a un adversario de corte raso como Irán, la Roja nunca remitió a esa Roja de gobernanza única. A ese equipo que congela como nadie los duelos mientras tertulia con la pelota sin dar voz al rival.
Como dato elocuente, tras la cita con los persas, en sus últimos 119 partidos, cuando España se puso por delante ganó 110, empató apenas siete y solo sucumbió en dos, contra Holanda en el Mundial de Brasil 2014 y contra Croacia en la Eurocopa de 2016, según Opta. Ante Irán, la selección de Fernando Hierro hizo lo que no suele, defender un pírrico resultado de mala manera. Sin aplomo en la retaguardia, sin dictado en medio campo y sin salida en ataque concedió más ocasiones de la cuenta. Tan irreconocible como inquietante. Cuando avance el campeonato ya no quedarán selecciones con el techo de Irán. Y puede que España tampoco dé con un linier tan agudo para anular un gol con el visto bueno del VAR.
Clásico espinazo
En la faena con Irán, el conjunto español partió con el mismo linaje que le ha caracterizado en los últimos años. No solo no se alistó ningún titular menor de 26 años. En el día del centenario internacional de Piqué se juntaron hasta cinco jugadores del club de los 100. Al margen del central azulgrana, Sergio Ramos, Iniesta, Silva y Busquets. Es decir, el clásico espinazo español de los mejores tiempos. Aquella España que tenía su principal cepa en un medio campo capaz de tirar pases hasta el delirio, su mejor armadura defensiva y ofensiva. Por supuesto, sin obviar la puntualidad en las áreas de Iker Casillas y Villa, la que en Rusia ha tenido Costa —tres goles en tres remates a puerta—, pero no De Gea.
Una Roja, aquella, que en la Eurocopa de 2008 encajó tres goles en seis partidos; en el Mundial 2010, dos en siete; y en la Euro 2012, uno en media docena. En Rusia, con los tres de CR, ya ha estrujado sus márgenes. Pero si sirve como referencia, en las tres cumbres de la última década todos los tantos llegaron en las primeras fases. Lo intrigante para Hierro y su grupo es que, con el resultado a favor, no se recuerde a un rival de la graduación de Irán que le apurara tanto.
Con 1-0, la primera medida de Hierro consistió en dar soporte a Busquets, que busca socio desde la marcha de Xabi Alonso. Iniesta parece estar cronometrado y ya es una rutina su relevo al cabo de una hora más o menos, en el Barça y en la selección. Así que el entrenador recurrió a Koke, al que percibe más consistente para el bricolaje que a Thiago, más recreativo y dicharachero con el balón. El trueque no funcionó. España se quedó sin el escudo de la pelota y no mejoró en el quite.
De repente, un conjunto forastero, extraviado, sin carrete en medio campo, sin enganche con la delantera y con el eje partido. Si se trataba de que Costa (o luego Asensio y Rodrigo) tuvieran panorámica a campo abierto, España no lo consiguió. Es más, toda su munición se limitó a un disparo de Busquets —por cierto, lo que en todo el encuentro no hicieron Iniesta e Isco— y a un berenjenal sobre la raya de gol iraní originado por Piqué. Si lo que se buscaba era amparar al titubeante De Gea de estos días, la Roja no echó bien la cerradura e Irán encadenó más de una oportunidad.
Si la respuesta futbolera de España fue sospechosa, aún lo fue más la reflexión de algunos de sus actores después del partido. Con Carvajal a la cabeza, fueron varios los que se refirieron a los cortes de luzpropiciados por los iraníes. Según los españoles, abusaron de las interferencias. Pobre coartada cuando a un aspirante al trono que tiene una figura por puesto le reta una selección de cadetes que ocupa la 37ª posición en el barómetro de la FIFA. Por mucho que Irán empleara sus tretas de supervivencia, nunca fue una manada de cocodrilos con dentelladas reprobables. Vale que su blindaje hasta el 1-0 causara tanto engorro como morosidad con el balón. ¿Y cuando Irán ya solo buscó el empate sin simulacros o pérdidas de tiempo? Bastaría con reflexionar sobre por qué España no fue España.
Como dato elocuente, tras la cita con los persas, en sus últimos 119 partidos, cuando España se puso por delante ganó 110, empató apenas siete y solo sucumbió en dos, contra Holanda en el Mundial de Brasil 2014 y contra Croacia en la Eurocopa de 2016, según Opta. Ante Irán, la selección de Fernando Hierro hizo lo que no suele, defender un pírrico resultado de mala manera. Sin aplomo en la retaguardia, sin dictado en medio campo y sin salida en ataque concedió más ocasiones de la cuenta. Tan irreconocible como inquietante. Cuando avance el campeonato ya no quedarán selecciones con el techo de Irán. Y puede que España tampoco dé con un linier tan agudo para anular un gol con el visto bueno del VAR.
Clásico espinazo
En la faena con Irán, el conjunto español partió con el mismo linaje que le ha caracterizado en los últimos años. No solo no se alistó ningún titular menor de 26 años. En el día del centenario internacional de Piqué se juntaron hasta cinco jugadores del club de los 100. Al margen del central azulgrana, Sergio Ramos, Iniesta, Silva y Busquets. Es decir, el clásico espinazo español de los mejores tiempos. Aquella España que tenía su principal cepa en un medio campo capaz de tirar pases hasta el delirio, su mejor armadura defensiva y ofensiva. Por supuesto, sin obviar la puntualidad en las áreas de Iker Casillas y Villa, la que en Rusia ha tenido Costa —tres goles en tres remates a puerta—, pero no De Gea.
Una Roja, aquella, que en la Eurocopa de 2008 encajó tres goles en seis partidos; en el Mundial 2010, dos en siete; y en la Euro 2012, uno en media docena. En Rusia, con los tres de CR, ya ha estrujado sus márgenes. Pero si sirve como referencia, en las tres cumbres de la última década todos los tantos llegaron en las primeras fases. Lo intrigante para Hierro y su grupo es que, con el resultado a favor, no se recuerde a un rival de la graduación de Irán que le apurara tanto.
Con 1-0, la primera medida de Hierro consistió en dar soporte a Busquets, que busca socio desde la marcha de Xabi Alonso. Iniesta parece estar cronometrado y ya es una rutina su relevo al cabo de una hora más o menos, en el Barça y en la selección. Así que el entrenador recurrió a Koke, al que percibe más consistente para el bricolaje que a Thiago, más recreativo y dicharachero con el balón. El trueque no funcionó. España se quedó sin el escudo de la pelota y no mejoró en el quite.
De repente, un conjunto forastero, extraviado, sin carrete en medio campo, sin enganche con la delantera y con el eje partido. Si se trataba de que Costa (o luego Asensio y Rodrigo) tuvieran panorámica a campo abierto, España no lo consiguió. Es más, toda su munición se limitó a un disparo de Busquets —por cierto, lo que en todo el encuentro no hicieron Iniesta e Isco— y a un berenjenal sobre la raya de gol iraní originado por Piqué. Si lo que se buscaba era amparar al titubeante De Gea de estos días, la Roja no echó bien la cerradura e Irán encadenó más de una oportunidad.
Si la respuesta futbolera de España fue sospechosa, aún lo fue más la reflexión de algunos de sus actores después del partido. Con Carvajal a la cabeza, fueron varios los que se refirieron a los cortes de luzpropiciados por los iraníes. Según los españoles, abusaron de las interferencias. Pobre coartada cuando a un aspirante al trono que tiene una figura por puesto le reta una selección de cadetes que ocupa la 37ª posición en el barómetro de la FIFA. Por mucho que Irán empleara sus tretas de supervivencia, nunca fue una manada de cocodrilos con dentelladas reprobables. Vale que su blindaje hasta el 1-0 causara tanto engorro como morosidad con el balón. ¿Y cuando Irán ya solo buscó el empate sin simulacros o pérdidas de tiempo? Bastaría con reflexionar sobre por qué España no fue España.
Fuente: El País