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La Iglesia Católica sigue acumulando escándalos sexuales tras conocerse el testimonio de Aracelys Martínez, una mujer que denunció haber sido violada por un sacerdote en Miami en 2016, según informó Univisión.
"Me dio con una llanta en la cabeza, sentí tres penetraciones y me fui del mundo. Le pregunté qué me hizo y me dijo que eso fue mandado por Dios, que no me preocupara y no era ningún pecado", aseguró entre lágrimas.
El implicado es el pastor Cristóbal de Paula, que servía en la Iglesia Católica de San Joaquín en la ciudad del sol.
La arquidiócesis de Miami detalló, en un comunicado, que el párroco había estado en licencia administrativa debido a la acusación". Sin embargo cuando las autoridades civiles acabaron la investigación, volvió "al ministerio en la parroquia".
Sin embargo la insistencia de Martínez llevó a reabrir el caso hace tres meses y en las últimas horas el estamento clerical informó de la situación a los fieles.
Hace tres días el sacerdote de Paula, quien siempre negó la acusación, accedió a renunciar como párroco y ahora se enfrentará a un juicio canónico que podría excluirlo de forma permanente del ministerio.
La presunta víctima lo tiene claro: "Lo denuncié porque me violó. Quiero que lo saquen de ser sacerdote, que ya no ejerza más y que todo el mundo sepa lo que me hizo".
"Lo denuncié porque me violó. Quiero que lo saquen de ser sacerdote, que ya no ejerza más y que todo el mundo sepa lo que me hizo".
Los múltiples casos de abusos y violaciones de clérigos llevó este lunes al Papa Francisco a publicar una sentida carta, en la que habló de la "vergüenza" y "arrepentimiento" que vive la comunidad eclesial.
"No actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños y adultos", afirmó en la misiva.
Recientemente se conoció que sacerdotes católicos en Pensilvania abusaron sexualmente de miles de niños durante un período de 70 años y silenciaron a las víctimas mediante "el uso de la fe como un arma" y una campaña sistemática de encubrimiento por parte de sus obispos.
La Iglesia Católica sigue acumulando escándalos sexuales tras conocerse el testimonio de Aracelys Martínez, una mujer que denunció haber sido violada por un sacerdote en Miami en 2016, según informó Univisión.
"Me dio con una llanta en la cabeza, sentí tres penetraciones y me fui del mundo. Le pregunté qué me hizo y me dijo que eso fue mandado por Dios, que no me preocupara y no era ningún pecado", aseguró entre lágrimas.
El implicado es el pastor Cristóbal de Paula, que servía en la Iglesia Católica de San Joaquín en la ciudad del sol.
La arquidiócesis de Miami detalló, en un comunicado, que el párroco había estado en licencia administrativa debido a la acusación". Sin embargo cuando las autoridades civiles acabaron la investigación, volvió "al ministerio en la parroquia".
Sin embargo la insistencia de Martínez llevó a reabrir el caso hace tres meses y en las últimas horas el estamento clerical informó de la situación a los fieles.
Hace tres días el sacerdote de Paula, quien siempre negó la acusación, accedió a renunciar como párroco y ahora se enfrentará a un juicio canónico que podría excluirlo de forma permanente del ministerio.
La presunta víctima lo tiene claro: "Lo denuncié porque me violó. Quiero que lo saquen de ser sacerdote, que ya no ejerza más y que todo el mundo sepa lo que me hizo".
"Lo denuncié porque me violó. Quiero que lo saquen de ser sacerdote, que ya no ejerza más y que todo el mundo sepa lo que me hizo".
Los múltiples casos de abusos y violaciones de clérigos llevó este lunes al Papa Francisco a publicar una sentida carta, en la que habló de la "vergüenza" y "arrepentimiento" que vive la comunidad eclesial.
"No actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños y adultos", afirmó en la misiva.
Recientemente se conoció que sacerdotes católicos en Pensilvania abusaron sexualmente de miles de niños durante un período de 70 años y silenciaron a las víctimas mediante "el uso de la fe como un arma" y una campaña sistemática de encubrimiento por parte de sus obispos.