Aún antes de que el papa Francisco se encontrara con la vida religiosa de México en Morelia y los invitara a ‘no resignarse’; los miembros de este colectivo eclesial ya habían signado un compromiso para cumplir los objetivos de su Encuentro Nacional para desarrollar un horizonte e itinerario espiritual a vivir: “Mirar el pasado de nuestras congregaciones con gratitud; vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza, todo en clave de una iglesia en salida a las periferias geográficas y existenciales de la humanidad”.
“No somos perfectos, también tenemos fragilidades, hay que reconocer nuestras limitaciones y no quedarnos ahí, nos tenemos que levantar porque la misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados”, explicaba Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancigo-Chilapa y titular de la dimensión episcopal para la vida consagrada.
Sobre la violencia en el país Rangel consideró que “mientras no podamos cambiar el corazón de las personas nuestra situación no va a cambiar, aunque haya más policía o metamos fuerza de inteligencia. Necesitamos perdón, misericordia y diálogo”; y desde allí urgió a las comunidades religiosas a aportar desde su carisma.
“Yo puedo dar testimonio en toda la sierra, la montaña en Chilpancingo Chilapa, donde está el narcotráfico, donde está el peligro ahí están las religiosas, los sacerdotes, que por cierto son muy queridos y apreciados”. E indicó que se invitó al Papa a la sierra guerrerense pero comprendían que no hubiera podido ir debido “a la polarización que allá se vive”.
Renovación intensa
En las conclusiones del Encuentro Nacional, las y los religiosos de México aseguran que: “La incredulidad a Dios y a su proyecto se convierte en la causa de ruptura entre Dios y la humanidad y entre la humanidad misma, historia que siempre termina en homicidio. No obstante, en el momento mismo de la desvinculación universal, el Dios Uno y Trino inicia una historia de reencuentros, de vinculaciones también universales, porque Dios no puede existir desvinculado de su creación”.
Ante ello, la CIRM reconoce “las consecuencias de esta historia de desvinculaciones que provocan dolor y muerte en nuestras personas, en nuestras instituciones y en nuestro país [...] El narcotráfico y el crimen organizado, su lucha por territorios, la estrategia hostil del gobierno, son factores que recrudecen la violencia, envolviéndonos en miedos y desconfianzas cada vez más densas. La fascinación por el poder, las armas, el dinero y la buena vida, mueven a muchos de nuestros jóvenes a optar por ser parte de estos grupos delictivos con el sueño de mejorar su calidad de vida, pero la realidad cruda, es que terminan perdiendo el vínculo con sus familias, con sus comunidades y con Dios. En todos los ámbitos de la sociedad se respira muerte, delincuencia e inseguridad. En lugares alejados de las ciudades y que eran bastante tranquilos, ahora se han vuelto presa de la violencia, por los conflictos agrarios entre los pueblos; los bloqueos carreteros están a la orden del día por cualquier descontento que se presente, la violencia y desvinculación se da entre las mismas comunidades hermanas, que comparten la misma cultura y la misma religión”.
Para las comunidades religiosas, otro tema importante por atender es el fenómeno de la migración porque “no es ajena a nuestros ojos; con tristeza vemos la violación de los derechos humanos: robos, golpizas, abuso sexual y asesinatos que se suceden todos los días. En el norte o en el sur, hermanos y hermanas quedan desvinculados de sus familias de sus pueblos y de sus países”.
Ante el ecocidio en Cancún, Quintana Roo, la CIRM también lanzó una crítica a la visión industrial y económica “del llamado desarrollo sustentable, que no es más que una muestra del deterioro de los ecosistemas a causa del sistema que desvincula a los seres humanos del Jardín del Edén, en busca de la riqueza”.
Y finalizaron su declaración aplaudiendo el trabajo de la sociedad civil, principalmente en la apropiación de los medios de comunicación social: “Las redes sociales son una oportunidad para crear vínculos, para comunicarnos, para compartir información y tomar conciencia de lo que pasa en el mundo” pero también alertan los daños que pueden alentar o promover: “también a través de ellas se desprestigia, se destruye y se viola la privacidad, también se han utilizado para el crimen, el secuestro, la pornografía y la delincuencia. La vida se vuelve virtual, superficial y no toca la humanidad de la persona. Nos escondemos en lo gráfico para no encontrarnos con el otro, con la naturaleza y con Dios”.
En medio de esta realidad reconocen sus propias fragmentaciones como vida con- sagrada “en nuestra vida espiritual, fraternidad y misión, desvinculación expresada en autorreferencialidad, incoherencia, deshumanización y falta de compromiso. Esta realidad fundada en el paradigma de la separación, nos urge a mirar como única esperanza que nos movilice hacia un nuevo paradigma, nuestro origen trinitario como dinamismo de vinculación”, finalizan.
“No somos perfectos, también tenemos fragilidades, hay que reconocer nuestras limitaciones y no quedarnos ahí, nos tenemos que levantar porque la misericordia de Dios es más grande que nuestros pecados”, explicaba Salvador Rangel Mendoza, obispo de Chilpancigo-Chilapa y titular de la dimensión episcopal para la vida consagrada.
Sobre la violencia en el país Rangel consideró que “mientras no podamos cambiar el corazón de las personas nuestra situación no va a cambiar, aunque haya más policía o metamos fuerza de inteligencia. Necesitamos perdón, misericordia y diálogo”; y desde allí urgió a las comunidades religiosas a aportar desde su carisma.
“Yo puedo dar testimonio en toda la sierra, la montaña en Chilpancingo Chilapa, donde está el narcotráfico, donde está el peligro ahí están las religiosas, los sacerdotes, que por cierto son muy queridos y apreciados”. E indicó que se invitó al Papa a la sierra guerrerense pero comprendían que no hubiera podido ir debido “a la polarización que allá se vive”.
Renovación intensa
En las conclusiones del Encuentro Nacional, las y los religiosos de México aseguran que: “La incredulidad a Dios y a su proyecto se convierte en la causa de ruptura entre Dios y la humanidad y entre la humanidad misma, historia que siempre termina en homicidio. No obstante, en el momento mismo de la desvinculación universal, el Dios Uno y Trino inicia una historia de reencuentros, de vinculaciones también universales, porque Dios no puede existir desvinculado de su creación”.
Ante ello, la CIRM reconoce “las consecuencias de esta historia de desvinculaciones que provocan dolor y muerte en nuestras personas, en nuestras instituciones y en nuestro país [...] El narcotráfico y el crimen organizado, su lucha por territorios, la estrategia hostil del gobierno, son factores que recrudecen la violencia, envolviéndonos en miedos y desconfianzas cada vez más densas. La fascinación por el poder, las armas, el dinero y la buena vida, mueven a muchos de nuestros jóvenes a optar por ser parte de estos grupos delictivos con el sueño de mejorar su calidad de vida, pero la realidad cruda, es que terminan perdiendo el vínculo con sus familias, con sus comunidades y con Dios. En todos los ámbitos de la sociedad se respira muerte, delincuencia e inseguridad. En lugares alejados de las ciudades y que eran bastante tranquilos, ahora se han vuelto presa de la violencia, por los conflictos agrarios entre los pueblos; los bloqueos carreteros están a la orden del día por cualquier descontento que se presente, la violencia y desvinculación se da entre las mismas comunidades hermanas, que comparten la misma cultura y la misma religión”.
Para las comunidades religiosas, otro tema importante por atender es el fenómeno de la migración porque “no es ajena a nuestros ojos; con tristeza vemos la violación de los derechos humanos: robos, golpizas, abuso sexual y asesinatos que se suceden todos los días. En el norte o en el sur, hermanos y hermanas quedan desvinculados de sus familias de sus pueblos y de sus países”.
Ante el ecocidio en Cancún, Quintana Roo, la CIRM también lanzó una crítica a la visión industrial y económica “del llamado desarrollo sustentable, que no es más que una muestra del deterioro de los ecosistemas a causa del sistema que desvincula a los seres humanos del Jardín del Edén, en busca de la riqueza”.
Y finalizaron su declaración aplaudiendo el trabajo de la sociedad civil, principalmente en la apropiación de los medios de comunicación social: “Las redes sociales son una oportunidad para crear vínculos, para comunicarnos, para compartir información y tomar conciencia de lo que pasa en el mundo” pero también alertan los daños que pueden alentar o promover: “también a través de ellas se desprestigia, se destruye y se viola la privacidad, también se han utilizado para el crimen, el secuestro, la pornografía y la delincuencia. La vida se vuelve virtual, superficial y no toca la humanidad de la persona. Nos escondemos en lo gráfico para no encontrarnos con el otro, con la naturaleza y con Dios”.
En medio de esta realidad reconocen sus propias fragmentaciones como vida con- sagrada “en nuestra vida espiritual, fraternidad y misión, desvinculación expresada en autorreferencialidad, incoherencia, deshumanización y falta de compromiso. Esta realidad fundada en el paradigma de la separación, nos urge a mirar como única esperanza que nos movilice hacia un nuevo paradigma, nuestro origen trinitario como dinamismo de vinculación”, finalizan.