Los empresarios yucatecos rompieron con las autoridades estatales. Consideran que Ivonne Ortega se ha convertido en una cacique sin control, dispendiosa, opaca en las cuentas y sin obra qué presumir en cuatro años. La deuda pública que recibió de apenas 300 millones de pesos, ya la elevó a 8 mil millones, los cuales pretende cubrir elevando impuestos en tiempos de crisis. Y de la mano de la alcaldesa de Mérida, gastan los pocos recursos en costosos “Informes Ciudadanos” y en conciertos de Shakira, Elton John, Plácido Domingo y Sarah Brightman. Su recompensa en la tierra del pibil: el abucheo público generalizado.
El sector empresarial en pleno ya le puso un alto. Y ya no acepta trato alguno Ivonne Ortega Pacheco. Las relaciones están rotas. Los tambores son de guerra y se agitan conforme se acerca el 2012.
Y no es para menos. A 12 meses de que termine su mandato de cinco años, la gobernadora de Yucatán enfrenta serios cuestionamientos que podrían colocarla al borde del juicio político.
Su administración es un desastre administrativo. A pesar de haber recibido en los primeros tres años de su gestión ingresos adicionales que superaron los 10 mil millones de pesos, el dinero no le alcanza y la deuda estatal es ya exorbitante.
Baste decir que al ritmo actual de amortización, la deuda que tiene hasta hoy la gobernadora de Yucatán tardaría 57 años en ser pagada.
Y es que mientras los ingresos crecieron 37 por ciento desde que se hizo cargo del estado en 2007, los gastos se le elevaron casi 43 por ciento. Y el gasto corriente, el del pago de sueldos a la burocracia y el gasto del día, subió 47 por ciento.
Sólo por citar un rubro, el egreso del gobierno estatal destinado a fomentar el turismo es el más elevado en la historia de Yucatán, pero las cifras de visitantes van en picada. Mal aplicados.
Las grandes promociones son sus muy cuestionables conciertos en las pirámides de Chichén Itzá y en Mérida, a donde lleva a figuras como Elton John, Shakira, Plácido Domingo o Sara Brightman, algunos de la mano de la alcaldesa de Mérida. Nadie conoce ni el costo de los eventos ni el destino de esos dineros.
Para compensar sus excesos, Ivonne Ortega recurrió no sólo a participaciones federales extraordinarias, sino al aumento de impuestos y al endeudamiento desaforado.
Este año elevó sustantivamente los impuestos estatales tanto a la nómina de las empresas y al hospedaje en hoteles, como a la expedición de actas de nacimiento y permisos para el establecimiento de restaurantes.
Y la deuda pública de apenas 300 millones de pesos que recibió de su antecesor, el panista Patricio Patrón Laviada, ya va en 8 mil millones de pesos, contabilizando la deuda directa y los llamados APPs, que no son otra cosa que obras públicas costeadas con recursos privados en deuda a largo plazo.
La relación de adeudos con bancos, que en 2007 era de 265 millones de pesos, en 2011 se multiplicará por 10 al sumar 2 mil 912 millones de pesos.
Pero toda esta danza de ingresos, impuestos y deudas tendría su justificación si estuvieran respaldados por obra pública contante y sonante. La verdad es muy distinta.
De las tres obras insignia que prometió cuando asumió la gubernatura, Ivonne Ortega no puede presentar una sola. Todas continúan en estudios, planeación o fases primarias de construcción.
Ni su Parque Científico y Tecnológico, ni su Museo de la Cultura Maya o el Palacio de la Civilización Maya, ni su Tren Rápido son obras que hoy pueda presumir. Si acaso, después de tres años de promesas, proyectos y primeras piedras, apenas se están iniciando.