"El estado de la obra, cuando la vi por primera vez, no se podía creer. No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por y eso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible".
Esta fue la reacción de la italiana Pinin Brambilla, una de las mayores autoridades mundiales en conservación de frescos renacentistas, cuando se encontró frente a frente con "La última cena".
Era 1977 y Brambilla, quien falleció a los 95 años de edad en 2020, había asumido el reto de restaurar la gran obra de Da Vinci comisionada por el duque de Milán Ludovico Sforza hace más de 500 años.
No era la primera en tratar de salvar este imponente mural de 4 metros y medio de altura que decora un muro del refectorio del monasterio de la Iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán.
Otros antes que ella habían intentado rescatar sin éxito esta obra destinada a desaparecer, y estos esfuerzos habían culminado en un rotundo fracaso.
Desde que Leonardo finalizó la obra en 1498, "seis restauradores trabajaron en la pintura. Y cada uno de ellos cambió la fisionomía, las características y las expresiones de los apóstoles", le dijo Brambilla al periodista Mike Lanchin de la BBC, cuando la entrevistó en 2016.
Mateo, por ejemplo, era un hombre joven, pero los sucesivos intentos por detener el deterioro del mural lo habían convertido en "un hombre mayor, de cabello oscuro y cuello pequeño".
Cristo, aunque no estaba tan cambiado, "había perdido parte de su humanidad, de su belleza", dijo Brambilla.
"Lo que buscamos con nuestra restauración fue recuperar el carácter de cada individuo. Y eso fue muy emocionante", explicó.
Desde que Leonardo finalizó la obra en1498, "seis restauradores trabajaron en la pintura. Y cada uno de ellos cambió la fisionomía, las características y las expresiones de los apóstoles", le dijo Brambilla al periodista Mike Lanchin de la BBC, cuando la entrevistó en 2016.
Mateo, por ejemplo, era un hombre joven, pero los sucesivos intentos por detener el deterioro del mural lo habían convertido en "un hombre mayor, de cabello oscuro y cuello pequeño".
Cristo, aunque no estaba tan cambiado, "había perdido parte de su humanidad, de su belleza", dijo Brambilla.
"Lo que buscamos con nuestra restauración fue recuperar el carácter de cada individuo. Y eso fue muy emocionante", explicó.