Noticias de Yucatán
La antropóloga Hilaria Mass Colli, maestra e investigadora de la Unidad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Yucatán, dio algunas recomendaciones que hay que tomar en cuenta, tanto para un altar familiar, como para uno de concurso.
El ALTAR
El principal elemento a considerar es definir por quién lo vamos a poner. La maestra Hilaria Mass menciona que “no se necesita realizar un altar tan elaborado, lo importante es recordar realmente los valores y la enseñanza de la persona”.
Ya que definimos bien a qué personas vamos a recordar, procedemos a colocar los siguientes objetos:
La cruz: Por tratarse de una celebración católica, la cruz de Cristo es el elemento que representa a todos los que practican esa religión.
Las velas: La investigadora menciona que la vela es muy importante. Si son niños, se usan de colores; si son adultos, se usa negro o blanco. “El significado es la luz… las personas que ya descansaron están con Dios y si están con él, es que fueron buenas. Como la vela, alumbran con su ejemplo en vida. La vela litúrgicamente es considerada como figura de Cristo, la luz del mundo”, señala la investigadora de la Uady.
Las flores: Este elemento puede variar y su uso no es tan riguroso. La maestra Hilaria Mass recuerda que “antes, las flores no tenían que comprarlas, porque en las casa abundaban. La gente pone lo que tiene en su casa, así que en este aspecto no tiene que ser tan riguroso su uso, la gente coloca las que tiene en casa”.
El incienso: Cumple con la función de llevar el olor de la comida que se coloca el altar hasta nuestros familiares ya fallecidos, es como una invitación a bajar al mundo de los vivos para que prueben la comida que hicimos en su honor .
El vaso: Más que un elemento simbólico, el vaso con agua cumple la función de digestivo para las ánimas y para que “embuchen” después de comer, menciona la especialista.
La fotografía: Este es otro elemento que no es obligatorio. La antropóloga dice que la fotografía, si estamos acostumbrados, se pone. “Nosotros ponemos el altar aquí en la oficina y algunos compañeros ponen la foto de algún investigador muerto. Usar la imagen del familiar significa que estás recordando a esa persona y vas a rezar por él, vas a recordar su ejemplo”.
El mantel: Por último, está el mantel, que para los niños puede ser uno de colores, mientras que para los adultos debe ser de color blanco. Su significado es puramente ornamental. “Cuando tú invitas a alguien a comer a tu casa, ¿le das su comida así nomás en la mesa? Recordemos que es una comida especial para nuestros difuntos, es la mesa donde ellos comerán y debe tener lo mejor“.
“Para el altar de niños, el 31 de octubre se acostumbra a poner una mesa con su mantel limpio, con sus flores y sin fotografías. En los pueblos se acostumbra a poner imágenes de santos, la Virgen o la Cruz y luego se colocan todas la viandas para los niños difuntos. También se pone una jícara extra en la misma mesa para el niño que nadie se acuerda de él, no aparte”, apunta Hilaria Mass.
Para los difuntos olvidados o que no tienen quien les rece, se pone una mesa aparte y se les coloca comida. La catedrática menciona que “este altar es para los difuntos que se mueren en algún accidente como terremotos o huracanes, que no tienen quien les rece, entonces, nosotros los vivos tenemos la obligación de rezar por ellos y recordarlos este día. No es ponerlo aparte sino junto al mismo altar”.
Por último, en la ofrenda se pueden colocar otros detalles que cumplan con los gustos de los fallecidos: “Si se trata de un altar para niños, vamos a poner sus juguetes preferidos y para los adultos, pondremos las cosas que más apreciaban en vida”.
LA COMIDA
La comida es uno de los elementos principales del altar. Durante las celebraciones se acostumbra a preparar las tres comidas del día, respetando el guiso que los difuntos solían disfrutar cuando estaban vivos.
Hilaria Mass menciona que el 1 de noviembre, fecha en la que se recuerda a “Todos los santos”, se acostumbra que en el desayuno se sirvan panes grandes, tamales, el tobijoloch, el atole nuevo o el chocolate.
“Algunas familias de los pueblos preparan el k´aj, que es el maíz quemado que se muele para hacer atole. Se ponen las velas blancas o negras. Terminado el rezo del desayuno, se reparte todo y ahora se prepara el xek para poner en el altar. Se coloca la comida con caldo, como el relleno negro o el escabeche, respetando el gusto del difunto. Puede ser también cochinita, si es que le gustaba, o el tradicional pib o mucbilpollo; también su cerveza. Esto va de acuerdo con la economía (de la familia), si no tiene mucho dinero, pues se pone lo esencial, pero con los gustos del difunto. De igual forma, ese mismo día se le hace su cena y se le preparan platillos como los chanchamitos, el chocolate y panes grandes de mantequilla, batido, hojaldras o elote”, recalca la catedrática de la Uady.
El 31, que es el día de los niños, toda la comida que se sirve debe ser suave. En el desayuno se ponen las jícaras de chocolate o atole y se reza el rosario. Al mediodía se pone la comida, como puchero, verduras u otro platillo que no contenga mucho condimento, ya que se supone que son niños y no pueden comer platillos muy condimentados.
“En Huhí se acostumbra a servir panes con forma de muñequitos, eso ponían para el desayuno, y en el almuerzo se ponen dulces de todos los colores para recibir a los niños. En la cena se le pone sus tamalitos u otra cosa que la familia hace”.
Con respecto al pan de muerto, la investigadora menciona que “no era costumbre, pero ahora está llegando a nuestra tierra, de hecho, en los pueblos, el pan de muerto también se pone en los altares. Es válido poner este pan, ya que estamos en un tiempo en que todo se va combinando y la gente lo está aceptando. Lo importante es que se coloque esencialmente lo que los familiares sabían que le gustaba a su difunto”.
Cabe recalcar que en todas las celebraciones, al terminar el rezo, se reparte la comida a los comensales.
La antropóloga Hilaria Mass Colli, maestra e investigadora de la Unidad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Yucatán, dio algunas recomendaciones que hay que tomar en cuenta, tanto para un altar familiar, como para uno de concurso.
El ALTAR
El principal elemento a considerar es definir por quién lo vamos a poner. La maestra Hilaria Mass menciona que “no se necesita realizar un altar tan elaborado, lo importante es recordar realmente los valores y la enseñanza de la persona”.
Ya que definimos bien a qué personas vamos a recordar, procedemos a colocar los siguientes objetos:
La cruz: Por tratarse de una celebración católica, la cruz de Cristo es el elemento que representa a todos los que practican esa religión.
Las velas: La investigadora menciona que la vela es muy importante. Si son niños, se usan de colores; si son adultos, se usa negro o blanco. “El significado es la luz… las personas que ya descansaron están con Dios y si están con él, es que fueron buenas. Como la vela, alumbran con su ejemplo en vida. La vela litúrgicamente es considerada como figura de Cristo, la luz del mundo”, señala la investigadora de la Uady.
Las flores: Este elemento puede variar y su uso no es tan riguroso. La maestra Hilaria Mass recuerda que “antes, las flores no tenían que comprarlas, porque en las casa abundaban. La gente pone lo que tiene en su casa, así que en este aspecto no tiene que ser tan riguroso su uso, la gente coloca las que tiene en casa”.
El incienso: Cumple con la función de llevar el olor de la comida que se coloca el altar hasta nuestros familiares ya fallecidos, es como una invitación a bajar al mundo de los vivos para que prueben la comida que hicimos en su honor .
El vaso: Más que un elemento simbólico, el vaso con agua cumple la función de digestivo para las ánimas y para que “embuchen” después de comer, menciona la especialista.
La fotografía: Este es otro elemento que no es obligatorio. La antropóloga dice que la fotografía, si estamos acostumbrados, se pone. “Nosotros ponemos el altar aquí en la oficina y algunos compañeros ponen la foto de algún investigador muerto. Usar la imagen del familiar significa que estás recordando a esa persona y vas a rezar por él, vas a recordar su ejemplo”.
El mantel: Por último, está el mantel, que para los niños puede ser uno de colores, mientras que para los adultos debe ser de color blanco. Su significado es puramente ornamental. “Cuando tú invitas a alguien a comer a tu casa, ¿le das su comida así nomás en la mesa? Recordemos que es una comida especial para nuestros difuntos, es la mesa donde ellos comerán y debe tener lo mejor“.
“Para el altar de niños, el 31 de octubre se acostumbra a poner una mesa con su mantel limpio, con sus flores y sin fotografías. En los pueblos se acostumbra a poner imágenes de santos, la Virgen o la Cruz y luego se colocan todas la viandas para los niños difuntos. También se pone una jícara extra en la misma mesa para el niño que nadie se acuerda de él, no aparte”, apunta Hilaria Mass.
Para los difuntos olvidados o que no tienen quien les rece, se pone una mesa aparte y se les coloca comida. La catedrática menciona que “este altar es para los difuntos que se mueren en algún accidente como terremotos o huracanes, que no tienen quien les rece, entonces, nosotros los vivos tenemos la obligación de rezar por ellos y recordarlos este día. No es ponerlo aparte sino junto al mismo altar”.
Por último, en la ofrenda se pueden colocar otros detalles que cumplan con los gustos de los fallecidos: “Si se trata de un altar para niños, vamos a poner sus juguetes preferidos y para los adultos, pondremos las cosas que más apreciaban en vida”.
LA COMIDA
La comida es uno de los elementos principales del altar. Durante las celebraciones se acostumbra a preparar las tres comidas del día, respetando el guiso que los difuntos solían disfrutar cuando estaban vivos.
Hilaria Mass menciona que el 1 de noviembre, fecha en la que se recuerda a “Todos los santos”, se acostumbra que en el desayuno se sirvan panes grandes, tamales, el tobijoloch, el atole nuevo o el chocolate.
“Algunas familias de los pueblos preparan el k´aj, que es el maíz quemado que se muele para hacer atole. Se ponen las velas blancas o negras. Terminado el rezo del desayuno, se reparte todo y ahora se prepara el xek para poner en el altar. Se coloca la comida con caldo, como el relleno negro o el escabeche, respetando el gusto del difunto. Puede ser también cochinita, si es que le gustaba, o el tradicional pib o mucbilpollo; también su cerveza. Esto va de acuerdo con la economía (de la familia), si no tiene mucho dinero, pues se pone lo esencial, pero con los gustos del difunto. De igual forma, ese mismo día se le hace su cena y se le preparan platillos como los chanchamitos, el chocolate y panes grandes de mantequilla, batido, hojaldras o elote”, recalca la catedrática de la Uady.
El 31, que es el día de los niños, toda la comida que se sirve debe ser suave. En el desayuno se ponen las jícaras de chocolate o atole y se reza el rosario. Al mediodía se pone la comida, como puchero, verduras u otro platillo que no contenga mucho condimento, ya que se supone que son niños y no pueden comer platillos muy condimentados.
“En Huhí se acostumbra a servir panes con forma de muñequitos, eso ponían para el desayuno, y en el almuerzo se ponen dulces de todos los colores para recibir a los niños. En la cena se le pone sus tamalitos u otra cosa que la familia hace”.
Con respecto al pan de muerto, la investigadora menciona que “no era costumbre, pero ahora está llegando a nuestra tierra, de hecho, en los pueblos, el pan de muerto también se pone en los altares. Es válido poner este pan, ya que estamos en un tiempo en que todo se va combinando y la gente lo está aceptando. Lo importante es que se coloque esencialmente lo que los familiares sabían que le gustaba a su difunto”.
Cabe recalcar que en todas las celebraciones, al terminar el rezo, se reparte la comida a los comensales.