Noticias de Yucatán
Héctor De Mauleón (En El Universal).
El número más alto de ejecuciones ocurridas en un año en Quintana Roo: 326.
El año en que estas ejecuciones se registraron: 2017.
La entidad estaba hundida en una ola creciente de violencia que se había hecho palpable desde 2013. Ese año ocurrieron 89 ejecuciones en doce meses. Algo que no se había visto nunca y que ya contrastaba con las 26 ejecuciones registradas en 2007 —de acuerdo con cifras proporcionadas por Lantia Consultores.
A principios del año pasado una narcomanta firmada por “Doña Lety, la dueña de Quintana Roo”, hizo responsable de esta ola de violencia a Joseph Alan Balanzar Salgado, líder del grupo criminal conocido como Los Pelones.
Balanzar era originario de Acapulco, Guerrero: su grupo era una derivación del Cártel de los Beltrán Leyva. Los Pelones habían sido enviados a la península en los años de gloria de los Beltrán y se había quedado a operar por su cuenta cuando ese cártel comenzó a menguar.
El seguimiento a un grupo de dealers que operaban en la zona hotelera de Cancún llevó a un grupo de agentes de la Policía Federal al domicilio de Alan Balanzar. Lo sorprendieron con siete kilos de droga y más de mil dosis de cocaína listas para ser vendidas en la zona turística.
Balanzar era la punta del iceberg en un esquema de corrupción que inundaba por completo a policías y funcionarios municipales, estatales y federales.
La captura del líder de Los Pelones no sólo reveló parte de ese esquema: entregó a las autoridades federales el mapa de la violencia en el estado. Quintana Roo, dijo Balanzar, era víctima de la guerra que estaban librando el Cártel de Sinaloa, a través de la ex policía judicial federal Leticia Rodríguez Lara, alias Doña Lety, y el Cártel Jalisco Nueva Generación, cuyo jefe de plaza era Joshua Loyo Peña, apodado El Lobo.
En julio pasado, El Lobo fue detenido por elementos del gabinete de seguridad —Policía Federal, Marina, PGR y el Ejército— en un hotel de lujo de Cancún. Reveló que lo habían enviado a la entidad “a pelearle la plaza a Doña Lety”. Hasta ese momento, la guerra había dejado 75 ejecuciones en lo que iba del año.
Ninguna figura femenina del narcotráfico en México se acerca, ni de lejos, a Leticia Rodríguez Lara. Datos recabados por las autoridades indican que en 1993 Doña Lety se dio de alta en la Policía Judicial Federal, que contrajo nupcias con un comandante destacado en Sonora, que siete años más tarde causó baja en la corporación —por el tiempo en que la Judicial Federal desapareció—, y que de pronto fue ubicada radicando en el sureste del país.
Ya se había separado del comandante con el que procreó varios hijos; se dedicaba a pasar cocaína —“un kilo o dos, declaró luego”— desde Belice.
De acuerdo con fichas de información del gobierno federal, Doña Lety tropezó con Ángel Fernando Tapia Chávez, El Tijeras, un agente ministerial que —según la prensa local— fue jefe de escoltas del ex procurador de justicia Gaspar Armando García Torres.
El Tijeras era el contacto entre la policía y los grupos criminales de la entidad. Las autoridades afirman que estaba encargado de pagar la narconómina en la procuraduría local.
Bajo la protección de Tapia Chávez, los negocios de Doña Lety empezaron a crecer. La ex policía judicial se dedicó a pasar “algunos kilos más de cocaína” con intención de venderla por su cuenta a través de una pequeña red de narcomenudistas.
El Tijeras le acercó el apoyo de agentes municipales y policías ministeriales y le facilitó al compra de ministerios públicos, según los reportes federales. Tal vez alguna relación surgida durante sus años en el norte la acercó con la gente del Cártel de Sinaloa: en ese tiempo, Los Zetas iban en declive; la guerra contra el narcotráfico había reducido al otrora poderoso Cártel del Golfo en una red difusa de grupúsculos.
Entre 2012 y 2013 las ejecuciones en Quintana Roo se duplicaron. Era el saldo de la guerra que Doña Lety (el Cártel de Sinaloa) había emprendido contra ambas organizaciones. El repunte en la ejecuciones significaba que el clan sinaloense había decidido apoderarse del trasiego de drogas en la región y de la joya de la corona: la zona hotelera de Cancún.
Doña Lety se preció más tarde de haber echado a Los Zetas del estado. En pocos meses su organización doblegó a las células del Cártel de Golfo que quedaban en la entidad, y las obligó a rendirle cuentas.
El Cártel de Sinaloa había iniciado, sin embargo, su propio declive. Fue entonces cuando El Lobo recibió de los jefes del Cártel Jalisco Nueva Generación, la instrucción de “ir a pelearle la plaza a Doña Lety”.
Mañana el resto de la historia.
Héctor De Mauleón (En El Universal).
El número más alto de ejecuciones ocurridas en un año en Quintana Roo: 326.
El año en que estas ejecuciones se registraron: 2017.
La entidad estaba hundida en una ola creciente de violencia que se había hecho palpable desde 2013. Ese año ocurrieron 89 ejecuciones en doce meses. Algo que no se había visto nunca y que ya contrastaba con las 26 ejecuciones registradas en 2007 —de acuerdo con cifras proporcionadas por Lantia Consultores.
A principios del año pasado una narcomanta firmada por “Doña Lety, la dueña de Quintana Roo”, hizo responsable de esta ola de violencia a Joseph Alan Balanzar Salgado, líder del grupo criminal conocido como Los Pelones.
Balanzar era originario de Acapulco, Guerrero: su grupo era una derivación del Cártel de los Beltrán Leyva. Los Pelones habían sido enviados a la península en los años de gloria de los Beltrán y se había quedado a operar por su cuenta cuando ese cártel comenzó a menguar.
El seguimiento a un grupo de dealers que operaban en la zona hotelera de Cancún llevó a un grupo de agentes de la Policía Federal al domicilio de Alan Balanzar. Lo sorprendieron con siete kilos de droga y más de mil dosis de cocaína listas para ser vendidas en la zona turística.
Balanzar era la punta del iceberg en un esquema de corrupción que inundaba por completo a policías y funcionarios municipales, estatales y federales.
La captura del líder de Los Pelones no sólo reveló parte de ese esquema: entregó a las autoridades federales el mapa de la violencia en el estado. Quintana Roo, dijo Balanzar, era víctima de la guerra que estaban librando el Cártel de Sinaloa, a través de la ex policía judicial federal Leticia Rodríguez Lara, alias Doña Lety, y el Cártel Jalisco Nueva Generación, cuyo jefe de plaza era Joshua Loyo Peña, apodado El Lobo.
En julio pasado, El Lobo fue detenido por elementos del gabinete de seguridad —Policía Federal, Marina, PGR y el Ejército— en un hotel de lujo de Cancún. Reveló que lo habían enviado a la entidad “a pelearle la plaza a Doña Lety”. Hasta ese momento, la guerra había dejado 75 ejecuciones en lo que iba del año.
Ninguna figura femenina del narcotráfico en México se acerca, ni de lejos, a Leticia Rodríguez Lara. Datos recabados por las autoridades indican que en 1993 Doña Lety se dio de alta en la Policía Judicial Federal, que contrajo nupcias con un comandante destacado en Sonora, que siete años más tarde causó baja en la corporación —por el tiempo en que la Judicial Federal desapareció—, y que de pronto fue ubicada radicando en el sureste del país.
Ya se había separado del comandante con el que procreó varios hijos; se dedicaba a pasar cocaína —“un kilo o dos, declaró luego”— desde Belice.
De acuerdo con fichas de información del gobierno federal, Doña Lety tropezó con Ángel Fernando Tapia Chávez, El Tijeras, un agente ministerial que —según la prensa local— fue jefe de escoltas del ex procurador de justicia Gaspar Armando García Torres.
El Tijeras era el contacto entre la policía y los grupos criminales de la entidad. Las autoridades afirman que estaba encargado de pagar la narconómina en la procuraduría local.
Bajo la protección de Tapia Chávez, los negocios de Doña Lety empezaron a crecer. La ex policía judicial se dedicó a pasar “algunos kilos más de cocaína” con intención de venderla por su cuenta a través de una pequeña red de narcomenudistas.
El Tijeras le acercó el apoyo de agentes municipales y policías ministeriales y le facilitó al compra de ministerios públicos, según los reportes federales. Tal vez alguna relación surgida durante sus años en el norte la acercó con la gente del Cártel de Sinaloa: en ese tiempo, Los Zetas iban en declive; la guerra contra el narcotráfico había reducido al otrora poderoso Cártel del Golfo en una red difusa de grupúsculos.
Entre 2012 y 2013 las ejecuciones en Quintana Roo se duplicaron. Era el saldo de la guerra que Doña Lety (el Cártel de Sinaloa) había emprendido contra ambas organizaciones. El repunte en la ejecuciones significaba que el clan sinaloense había decidido apoderarse del trasiego de drogas en la región y de la joya de la corona: la zona hotelera de Cancún.
Doña Lety se preció más tarde de haber echado a Los Zetas del estado. En pocos meses su organización doblegó a las células del Cártel de Golfo que quedaban en la entidad, y las obligó a rendirle cuentas.
El Cártel de Sinaloa había iniciado, sin embargo, su propio declive. Fue entonces cuando El Lobo recibió de los jefes del Cártel Jalisco Nueva Generación, la instrucción de “ir a pelearle la plaza a Doña Lety”.
Mañana el resto de la historia.