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CHICAGO (EFE).— La presencia de indocumentados en Estados Unidos no está relacionada con el aumento de los crímenes violentos, según un estudio del sociólogo Michael Light, que se suma a otros análisis recientes que contradicen la retórica antinmigrante del presidente Donald Trump.
“No hay evidencias que sugieran que el incremento de la inmigración indocumentada esté asociado con una tasa mayor de crímenes violentos”, declaró Light, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison.
Este sociólogo comparó en un estudio que será publicado este mes en la revista “Criminology” las tasas de inmigración entre 1990 y 2014 y los índices de homicidios, violaciones, robos y agresiones graves que compila la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y organizaciones privadas, como el Pew Research Center.
En los últimos 24 años, la población indocumentada en Estados Unidos se ha triplicado, de 3.5 millones a 11.3 millones, pero en el mismo período los crímenes violentos se redujeron a la mitad, señala el estudio, en el que también trabajó Ty Miller, de la Universidad Purdue, en Indiana.
Más aún, los indocumentados, que provienen en su mayoría de México, no son los “bad hombres” mencionados por el magnate neoyorquino en sus discursos de campaña electoral ni una vez llegado a la Casa Blanca para justificar el endurecimiento de las políticas migratorias y arremeter contra el país vecino por su inacción en esta materia.
Los indocumentados son personas “no propensas a delinquir”, y que, por su estatus, tratan de evitar los problemas para pasar desapercibidos y no ser deportados, señala el estudio.
También destaca la “naturaleza selectiva” de la inmigración, que requiere mucha motivación, ambición y planificación entre quienes lo hacen de manera clandestina.
El análisis de Light y Miller se suma a uno publicado recientemente por el Instituto Cato sobre la criminalidad entre inmigrantes indocumentados en Texas y comprobó en 2015 que las tasas de arrestos y condenas de personas sin papeles eran mucho menores que las de personas nacidas en el país.
Ese año hubo 409,063 nativos condenados por homicidio, delitos sexuales y robos y solamente 7,643 indocumentados, y estiman que en 2016 la tasa sería todavía menor.
Otro estudio reciente de Light también señala que el influjo de inmigrantes sin papeles tampoco influye en las tasas de arrestos por consumo de drogas y alcohol, o la cantidad de muertes por sobredosis o manejo bajo la influencia de estas sustancias.
“El estudio de los indocumentados es muy difícil y comprende un área donde mucha gente habla sin fundamentos”, señaló el criminólogo.
Según Light, la presunción de que existe un vínculo entre la inmigración no autorizada y los crímenes violentos ha colocado el tema en el centro de la discusión pública y de las prioridades policiales del país.
Como resultado, en la actualidad el gobierno federal gasta más en la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Patrulla Fronteriza que en el resto de las agencias policiales federales combinadas, incluyendo el FBI, la agencia antidrogas DEA, el Servicio Secreto y del Servicio de Alguaciles (US Marshal).
“Este vasto aparato de justicia criminal ha sido construido sin evidencia empírica de que la inmigración indocumentada y la violencia estén vinculados”, señala el estudio. Megamedia.