Publicada: 23 agosto 2011
Las violaciones a la ley, las mentiras, las agresiones y la impunidad que sirven de cimiento al "paso deprimido" no desalentaron a los meridanos, todo lo contrario, manifestó el arquitecto Rafael Lara Castro, quien vive a tres cuadras de ese sitio.
-Estos hechos nos abrieron los ojos, generaron un despertar cívico y el interés por participar en los asuntos públicos -agregó el profesional, quien cursa una maestría en la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady).
Lara Castro, sus hermanos y su madre son testigos de la represión del 4 de julio. Hace décadas que son vecinos de la zona y junto con otros colonos del rumbo figuran entre los primeros en protestar contra el proyecto de Angélica Araujo Lara.
El arquitecto estuvo en la glorieta desde el domingo, atestiguó el entusiasmo de gente que acudió a estampar su firma de rechazo. También vio la otra cara de la moneda: la primera agresión contra los ciudadanos ocurrida a las sombras de la noche, por grupos de choque. Al día siguiente siguió ahí, puso una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado, presenció esa negra jornada y se retiró por la tarde.
-La lucha empezó mucho antes del 4 de julio -dijo Lara Castro-. Intentamos todo para ser escuchados por la autoridad, pero sólo hallamos oídos sordos, y nos negaron información de la obra que por ley es pública. En todo momento la participación de la gente fue pacífica, apartidista y comprometida con hacer lo que mejor convenga a la ciudad y a sus habitantes. Es triste que el gobierno vea esto como una amenaza.
-Hasta el último momento hubo la esperanza de que escuchara nuestra voz, que se entendiera que eso no era un ataque en su contra, sino el deseo de participar con él en la construcción de una mejor ciudad.
-La imposición no empezó con los golpes del 4 de julio sino mucho antes: en la planeación de todo lo que sucedió. Nos sentimos sumamente indignados por esa agresión, en particular personas como yo que habíamos colaborado con el Ayuntamiento en actividades del municipio. Nos sentimos traicionados.
-Es ridículo que el gobierno insista en descalificar a los ciudadanos inconformes acusándolos de tener intereses perversos y partidistas. Es difícil creer que si haces una manifestación pacífica entonces el gobierno, al que tú le pagas el salario, te considera una amenaza.
-Los ciudadanos siempre estuvieron dispuestos a colaborar con la autoridad. Esa actitud y sus protestas son un verdadero ejercicio de participación ciudadana, no los simulacros en los que no hay compromisos reales
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