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Israel no permitirá que las clínicas de fertilidad israelíes utilicen el esperma de Ari Nagel (42) para fecundar a las madres que así lo solicitaron. Según se ha podido saber esta semana, por boca del propio Nagel, el Ministerio de Salud hebreo notificó por carta a las aspirantes a madres su negativa a permitir que sean inseminadas.
Conocido como El esperminador, Ari Nagel se hizo famoso por ofrecer gratuitamente su semen “para ayudar a concebir” a las mujeres que así lo deseasen. Sus características morfológicas —complexión atlética, piel clara y ojos azules— e inteligencia le han convertido en el “padre ideal” a los ojos de las numerosas mujeres que demandan sus servicios. Muchas de ellas son afroamericanas pero también las hay europeas y asiáticas. “Nunca acepto dinero a cambio pero algunas me ayudan a costear el billete de avión para cumplir su sueño. Prefiero ser recompensado con muchos besos y abrazos”, dice en conversación con EL PAÍS a través de una red social.
Su afán por “ayudar” desinteresadamente y que él considera su misión en la vida, le ha llevado a recorrer medio mundo y le ha hecho padre de 33 niños, el último nacido el pasado mes de mayo. “Hay otros 10 en camino. El próximo nacerá en agosto en Taiwán”, reconoce.
El año pasado, Nagel visitó tres veces Israel antes de partir hacia el país asiático, con el mismo propósito de donar su esperma. El viaje a Taiwán dió sus frutos pero las autoridades hebreas han echado por tierra sus deseos de ser padre en Israel, donde tiene dos vástagos de uno y nueve años, que fueron concebidos en Estados Unidos. “No tiene sentido que Israel prefiera que las madres compren esperma no judío fuera”, se lamenta.
Criado en el seno de una familia judía ultraortodoxa en el Condado neoyorkino de Rockland, Nagel es profesor de matemáticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Tiene tres hijos —de cuatro, siete y 14 años— de su matrimonio con una judía religiosa de la que se separó porque ni ella, ni su familia aprueban lo que hace. “Conozco el drama por el que pasan las mujeres que quieren ser madres. Para mi es tan sencillo ayudar que me resulta muy difícil decir que no”, explica.
Reconoce haberse casado en varias ocasiones pero solo por facilitar las cuestiones legales a la madre. “El mes pasado una mujer me pidió que me convirtiese al islam para poder celebrar un matrimonio y que el niño fuese aceptado en su comunidad”, dice Nagel para quien la prioridad, es hacer que esas mujeres logren ser madres.
En Israel la donación de semen está permitida si se realiza de forma anónima o si el donante firma un documento por el que se compromete a asumir sus obligaciones como padre. El problema de El esperminador —al que los medios israelíes han bautizado como “el donante en serie”— es que, en Israel, la donación está limitada por ley y Nagel, además de tratar de satisfacer todas las peticiones, habría firmado ese documento de paternidad con siete israelíes. “La mayoría de ellas lo ve como su última oportunidad porque son mayores de 40 años así que intentamos cumplir todos los requisitos legales”, explica el profesor. Pero el Ministerio de Salud hebreo en la carta enviada a las futuras madres dijo que “teniendo en cuenta la cantidad de mujeres a las que el Señor Nagel cedió su esperma” no lo considera “ni honesto, ni razonable”.
El Doctor Ido Ben Ami, Director de la Unidad de Infertilidad del Centro Médico Assaf Harofeh —la clínica israelí, al este de Tel Aviv, donde estaban congeladas las muestras de semen de Nagel— reconoció este martes en declaraciones al portal de noticias hebreo Walla que fueron ellos quienes preguntaron a las autoridades si podían proceder con la inseminación al tratarse de un donante no anónimo. “Nos dijeron que utilizar ese esperma es ilegal”, dijo Ben Ami.
Las futuras receptoras pagan unos 1.000 euros a la clínica para conservar el esperma un año. “Les devolvieron el dinero. Descartaron la muestra alegando la ilegalidad del proceso”, asegura Nagel. De las siete israelíes que aún albergan la esperanza de tener un hijo suyo, una llevó el caso a los tribunales. Su demanda fue desestimada pero apeló y ahora será el Tribunal Supremo el que dictamine si le permite o no concebir con esperma donado por El esperminador. “Estoy en contacto con todas ellas. Están devastadas. Espero que la corte tome la decisión correcta pero en cualquier caso, yo pienso regresar a Israel porque, además, tengo familia allí”, asegura Nagel.
Guarda silencio cuando se le pregunta si de todas formas llevará a cabo su propósito pero esta semana, en el programa Noticias de la Mañana de la televisión israelí, bromeaba con que había ofrecido a esas mujeres otro tipo de soluciones como practicar el coito, convertirse al islam o incluso viajar a Ramala a buscar una clínica palestina en la que las inseminasen. “Una de ellas me dijo que le parecía estupendo pero su cara cambió cuando se dió cuenta de que le dije Ramala y no Ramle, en Israel, como ella entendió”, se mofaba Nagel
Según cuenta, el método más usado para materializar las donaciones es quedar en un lugar público, entrar en el lavabo y entregar su semilla en un bote o en un tampón que inmediatamente la receptora se introduce en la vagina, aunque también reconoce haber fecundado a algunas mujeres por el método tradicional. Generalmente, dice, parejas de lesbianas. “Tengo 15 hijos con lesbianas pero también he ayudado a transexuales y heterosexuales”, reconoce a sabiendas de que, en algunos países, ha cruzado la línea roja legal.
Israel no permitirá que las clínicas de fertilidad israelíes utilicen el esperma de Ari Nagel (42) para fecundar a las madres que así lo solicitaron. Según se ha podido saber esta semana, por boca del propio Nagel, el Ministerio de Salud hebreo notificó por carta a las aspirantes a madres su negativa a permitir que sean inseminadas.
Conocido como El esperminador, Ari Nagel se hizo famoso por ofrecer gratuitamente su semen “para ayudar a concebir” a las mujeres que así lo deseasen. Sus características morfológicas —complexión atlética, piel clara y ojos azules— e inteligencia le han convertido en el “padre ideal” a los ojos de las numerosas mujeres que demandan sus servicios. Muchas de ellas son afroamericanas pero también las hay europeas y asiáticas. “Nunca acepto dinero a cambio pero algunas me ayudan a costear el billete de avión para cumplir su sueño. Prefiero ser recompensado con muchos besos y abrazos”, dice en conversación con EL PAÍS a través de una red social.
Su afán por “ayudar” desinteresadamente y que él considera su misión en la vida, le ha llevado a recorrer medio mundo y le ha hecho padre de 33 niños, el último nacido el pasado mes de mayo. “Hay otros 10 en camino. El próximo nacerá en agosto en Taiwán”, reconoce.
El año pasado, Nagel visitó tres veces Israel antes de partir hacia el país asiático, con el mismo propósito de donar su esperma. El viaje a Taiwán dió sus frutos pero las autoridades hebreas han echado por tierra sus deseos de ser padre en Israel, donde tiene dos vástagos de uno y nueve años, que fueron concebidos en Estados Unidos. “No tiene sentido que Israel prefiera que las madres compren esperma no judío fuera”, se lamenta.
Criado en el seno de una familia judía ultraortodoxa en el Condado neoyorkino de Rockland, Nagel es profesor de matemáticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Tiene tres hijos —de cuatro, siete y 14 años— de su matrimonio con una judía religiosa de la que se separó porque ni ella, ni su familia aprueban lo que hace. “Conozco el drama por el que pasan las mujeres que quieren ser madres. Para mi es tan sencillo ayudar que me resulta muy difícil decir que no”, explica.
Reconoce haberse casado en varias ocasiones pero solo por facilitar las cuestiones legales a la madre. “El mes pasado una mujer me pidió que me convirtiese al islam para poder celebrar un matrimonio y que el niño fuese aceptado en su comunidad”, dice Nagel para quien la prioridad, es hacer que esas mujeres logren ser madres.
En Israel la donación de semen está permitida si se realiza de forma anónima o si el donante firma un documento por el que se compromete a asumir sus obligaciones como padre. El problema de El esperminador —al que los medios israelíes han bautizado como “el donante en serie”— es que, en Israel, la donación está limitada por ley y Nagel, además de tratar de satisfacer todas las peticiones, habría firmado ese documento de paternidad con siete israelíes. “La mayoría de ellas lo ve como su última oportunidad porque son mayores de 40 años así que intentamos cumplir todos los requisitos legales”, explica el profesor. Pero el Ministerio de Salud hebreo en la carta enviada a las futuras madres dijo que “teniendo en cuenta la cantidad de mujeres a las que el Señor Nagel cedió su esperma” no lo considera “ni honesto, ni razonable”.
El Doctor Ido Ben Ami, Director de la Unidad de Infertilidad del Centro Médico Assaf Harofeh —la clínica israelí, al este de Tel Aviv, donde estaban congeladas las muestras de semen de Nagel— reconoció este martes en declaraciones al portal de noticias hebreo Walla que fueron ellos quienes preguntaron a las autoridades si podían proceder con la inseminación al tratarse de un donante no anónimo. “Nos dijeron que utilizar ese esperma es ilegal”, dijo Ben Ami.
Las futuras receptoras pagan unos 1.000 euros a la clínica para conservar el esperma un año. “Les devolvieron el dinero. Descartaron la muestra alegando la ilegalidad del proceso”, asegura Nagel. De las siete israelíes que aún albergan la esperanza de tener un hijo suyo, una llevó el caso a los tribunales. Su demanda fue desestimada pero apeló y ahora será el Tribunal Supremo el que dictamine si le permite o no concebir con esperma donado por El esperminador. “Estoy en contacto con todas ellas. Están devastadas. Espero que la corte tome la decisión correcta pero en cualquier caso, yo pienso regresar a Israel porque, además, tengo familia allí”, asegura Nagel.
Guarda silencio cuando se le pregunta si de todas formas llevará a cabo su propósito pero esta semana, en el programa Noticias de la Mañana de la televisión israelí, bromeaba con que había ofrecido a esas mujeres otro tipo de soluciones como practicar el coito, convertirse al islam o incluso viajar a Ramala a buscar una clínica palestina en la que las inseminasen. “Una de ellas me dijo que le parecía estupendo pero su cara cambió cuando se dió cuenta de que le dije Ramala y no Ramle, en Israel, como ella entendió”, se mofaba Nagel
Según cuenta, el método más usado para materializar las donaciones es quedar en un lugar público, entrar en el lavabo y entregar su semilla en un bote o en un tampón que inmediatamente la receptora se introduce en la vagina, aunque también reconoce haber fecundado a algunas mujeres por el método tradicional. Generalmente, dice, parejas de lesbianas. “Tengo 15 hijos con lesbianas pero también he ayudado a transexuales y heterosexuales”, reconoce a sabiendas de que, en algunos países, ha cruzado la línea roja legal.
Fuente: El País