Noticias de Yucatán
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Según el último censo del Inegi, hay en Mérida 41,188 casas vacías, las cuales representan el 14% del total de viviendas familiares que existen en la ciudad. Si bien el maestro Jorge Bolio Osés valora que el fenómeno no se distingue todavía por excesivo —como ocurre en otras ciudades del país—, advierte que no puede seguir siendo ignorado.
Si la mirada se extiende a la zona metropolitana —Mérida y los municipios que la rodean—, observamos que el número aumenta a 51,720 casas deshabitadas. El total de casas vacías en todo el estado asciende a alrededor de 60,000.
El Infonavit, por su parte, reporta que de las viviendas financiadas en la entidad, 2,082 están en el abandono, la mayoría —ocho de cada 10— se ubican en Mérida (1,103 en total) y Kanasín (463). Motul (61), Valladolid (61) y Umán (38) también aparecen en la lista.
Yucatán es la segunda entidad del Sureste con más casas del Infonavit abandonadas, sólo debajo de Quintana Roo (2,761). Luego siguen Oaxaca (1,182) y Chiapas (980).
Entre los fraccionamientos con notorio “desperdicio” el investigador menciona Las Américas, Los Héroes, algunos de Ciudad Caucel y muchos de Kanasín, como Villas de Oriente, Los Encinos, Jardines de San Pedro, Los Pinos de Mulchechén, donde en algunos casos hasta el 20% de las viviendas están vacías.
Las razones del caos
“No es lo mismo vivienda deshabitada que abandonada. Se transita de la desocupación al abandono y posteriormente, en la mayoría de los casos, al deterioro, la vandalización, el saqueo”, dice el maestro.
El excesivo número de casas vacías es, en buena medida, consecuencia de la adopción en los años 90 de un modelo de producción de vivienda social marcadamente financiero y mercantil, que permitió a las empresas usar el suelo barato de la periferia y construir y comercializar con financiamiento público y apoyo del sistema financiero. Sin ningún criterio de localización, se privilegió la construcción de vivienda barata incluso a costa de la calidad de vida de las personas y del crecimiento ordenado de la ciudad, opina.
En Yucatán, con todo y que es importante, el fenómeno de las casas vacías es menos grave que en otras partes del país, como en la zona fronteriza o en algunos municipios del Estado de México. “En la entidad ocurre principalmente en las orillas de Mérida, donde la empresa inmobiliaria recibe crédito y subsidios, pero no concluye con el acondicionamiento de la vivienda y el conjunto urbano cuenta con deficientes servicios básicos”.
La gente deja sus viviendas principalmente por la falta de servicios o acondicionamiento (38%), por la lejanía (31%) o por la mala calidad de la casa (10%), muestra una encuesta del Infonavit. “O sea, estos tres factores, que hablan claramente de una distorsión del mercado inmobiliario, se adjudican el 79%. Mala calidad y suelo barato son las dos premisas esenciales de ese modelo financiero-mercantil de producción de vivienda”.
La tiránica distancia
La gente se da cuenta de que la distancia no le conviene. Renuncia al crédito y vuelve con sus padres, sus parientes, ve cómo resuelve su situación porque de lo contrario la vida le es un infierno.
En la desocupación también influye que la vivienda de tipo social es atractiva para las clases medias, que la adquieren como una legítima manera de formar un patrimonio, con la esperanza de pagar el crédito con el producto de una renta. “Esto no ocurre en la mayoría de los casos y las viviendas nunca se ocupan, aunque no son abandonadas. Reciben mantenimiento, ciertos cuidados y como están desarrollos zonas con un alto porcentaje de ocupación —sucede en desarrollos de vivienda económica media—, no son vandalizadas. La gente las compra no para habitar, sino para formar patrimonio, para rentar, para heredar”.
“El problema ya recibe atención. La Sedatu y la Comisión Nacional de la Vivienda han echado abajo muchas políticas neoliberales que no tienen consideración de la lógica demográfica: cuando la población de Yucatán crece a menos del 2% anual, pero la oferta de vivienda lo hace al 6%, se está apostando al abandono, al desperdicio de recursos”.
“Es justo reconocer que los subsidios ya no se entregan para casas que quedan muy distantes del centro urbano —distantes sí, pero no muy distantes— y que para otorgarlos se pide remediar deficiencias en los servicios, en el acondicionamiento… pero los esfuerzos son tímidos, aún domina el interés económico, por lo que siguen existiendo la sobreoferta, los subsidios, la construcción desorganizada de nuevas casas… Urge poner freno a tanto desperdicio”.
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Casas que están desperdiciadas
Según el último censo del Inegi, hay en Mérida 41,188 casas vacías, las cuales representan el 14% del total de viviendas familiares que existen en la ciudad. Si bien el maestro Jorge Bolio Osés valora que el fenómeno no se distingue todavía por excesivo —como ocurre en otras ciudades del país—, advierte que no puede seguir siendo ignorado.
Si la mirada se extiende a la zona metropolitana —Mérida y los municipios que la rodean—, observamos que el número aumenta a 51,720 casas deshabitadas. El total de casas vacías en todo el estado asciende a alrededor de 60,000.
El Infonavit, por su parte, reporta que de las viviendas financiadas en la entidad, 2,082 están en el abandono, la mayoría —ocho de cada 10— se ubican en Mérida (1,103 en total) y Kanasín (463). Motul (61), Valladolid (61) y Umán (38) también aparecen en la lista.
Yucatán es la segunda entidad del Sureste con más casas del Infonavit abandonadas, sólo debajo de Quintana Roo (2,761). Luego siguen Oaxaca (1,182) y Chiapas (980).
Entre los fraccionamientos con notorio “desperdicio” el investigador menciona Las Américas, Los Héroes, algunos de Ciudad Caucel y muchos de Kanasín, como Villas de Oriente, Los Encinos, Jardines de San Pedro, Los Pinos de Mulchechén, donde en algunos casos hasta el 20% de las viviendas están vacías.
“No es lo mismo vivienda deshabitada que abandonada. Se transita de la desocupación al abandono y posteriormente, en la mayoría de los casos, al deterioro, la vandalización, el saqueo”, dice el maestro.
El excesivo número de casas vacías es, en buena medida, consecuencia de la adopción en los años 90 de un modelo de producción de vivienda social marcadamente financiero y mercantil, que permitió a las empresas usar el suelo barato de la periferia y construir y comercializar con financiamiento público y apoyo del sistema financiero. Sin ningún criterio de localización, se privilegió la construcción de vivienda barata incluso a costa de la calidad de vida de las personas y del crecimiento ordenado de la ciudad, opina.
En Yucatán, con todo y que es importante, el fenómeno de las casas vacías es menos grave que en otras partes del país, como en la zona fronteriza o en algunos municipios del Estado de México. “En la entidad ocurre principalmente en las orillas de Mérida, donde la empresa inmobiliaria recibe crédito y subsidios, pero no concluye con el acondicionamiento de la vivienda y el conjunto urbano cuenta con deficientes servicios básicos”.
La gente deja sus viviendas principalmente por la falta de servicios o acondicionamiento (38%), por la lejanía (31%) o por la mala calidad de la casa (10%), muestra una encuesta del Infonavit. “O sea, estos tres factores, que hablan claramente de una distorsión del mercado inmobiliario, se adjudican el 79%. Mala calidad y suelo barato son las dos premisas esenciales de ese modelo financiero-mercantil de producción de vivienda”.
La gente se da cuenta de que la distancia no le conviene. Renuncia al crédito y vuelve con sus padres, sus parientes, ve cómo resuelve su situación porque de lo contrario la vida le es un infierno.
En la desocupación también influye que la vivienda de tipo social es atractiva para las clases medias, que la adquieren como una legítima manera de formar un patrimonio, con la esperanza de pagar el crédito con el producto de una renta. “Esto no ocurre en la mayoría de los casos y las viviendas nunca se ocupan, aunque no son abandonadas. Reciben mantenimiento, ciertos cuidados y como están desarrollos zonas con un alto porcentaje de ocupación —sucede en desarrollos de vivienda económica media—, no son vandalizadas. La gente las compra no para habitar, sino para formar patrimonio, para rentar, para heredar”.
“El problema ya recibe atención. La Sedatu y la Comisión Nacional de la Vivienda han echado abajo muchas políticas neoliberales que no tienen consideración de la lógica demográfica: cuando la población de Yucatán crece a menos del 2% anual, pero la oferta de vivienda lo hace al 6%, se está apostando al abandono, al desperdicio de recursos”.
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