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CIUDAD DE MÉXICO.- Veamos al Bitcoin. En enero del 2017 arrancó con una cotización de cerca de 970 dólares y para diciembre cotizaba en torno a 20 mil dólares, lo que implicaba una ganancia de alrededor de mil 960%. Ethereum se voló la barda: comenzó cotizando aproximadamente en 8 dólares durante enero y se negociaba a inicios de 2018 en mil 379 dólares, un rendimiento de 17 mil 148 por ciento.
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¿Cómo es que las criptomonedas alcanzaron esos rendimientos tan endiabladamente altos?
Básicamente por su poder de seducción. A los inversionistas les fascinó, quizás, su atractiva y sofisticada tecnología, una gran innovación que promete (y que probablemente lo logre) transformar a toda la industria financiera; a otros, sobre todo del hampa criminal, su secrecía, el saber que a través de ella podrían realizar operaciones ilícitas de manera anónima y sin poder ser rastreadas; a otros sus ansias libertarias, sin ningún control, lejos de los monopolios de los banqueros centrales.
Su éxito propició que el mundo de las criptomonedas saltara a un mercado más amplio de inversionistas y ahorradores y detonó toda una gran fauna de monedas virtuales: al Bitcoin se le unieron las otras Altcoin (Ethereum, Ripple y compañía).
Hasta la propia Bitcoin se escindió en una lucha fratricida entre los “desarrolladores centrales”, que pugnaban por la seguridad del sistema y los “mineros”, que preferían la velocidad de las transacciones para hacer ellos más dinero, creando una moneda gemela: el Bitcoin Cash.
Pese a su auge, las grandes firmas de Wall Street como Goldman Sachs o JP Morgan siempre miraron a las criptomonedas con descrédito.
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La mala racha del Bitcoin comenzó en diciembre del año pasado. No sólo su precio se ha desplomado, cotizando al día de hoy ligeramente por encima de los 6 mil dólares, sino también su volumen de transacciones: si en sus mejores días se realizaban 620 mil operaciones, en abril de este año se ejecutaban menos de 80 mil.
Esta crisis en la actividad de la moneda se ha expandido a todas partes, inclusive a las plataformas de intercambio más conocidas como Binance, Bittrex o la aplicación para celular Coinbase. Por tanto, el fervor por las criptomonedas se está eclipsando. Si bien aún existe un grupo de inversionistas que permanece apasionado, la mayoría de los compradores no expertos en estos temas han tenido que soportar grandes pérdidas, y eso ha sido suficiente para que el interés por las monedas digitales se haya ido difuminando.
El inicio de ese declive coincidió con la tajante decisión de China de erradicar el floreciente negocio de las criptomonedas en su territorio.
China era el Dorado de las monedas virtuales: el costo de la electricidad era bajo, su tecnología puntera y la mano de obra barata. Los “mineros”.
Aun así, no hay que dar a las criptomonedas por muertas. Las grandes firmas de Wall Street, pese a despotricar contra ellas, tampoco han desaprovechado las oportunidades de negocio que les ofrecen. De este modo, Goldman y JP Morgan han comenzado a facilitar los intercambios de derivados de Bitcoin entre algunos administradores de fondo de inversión.
Por otro lado, también han comprendido que gran parte del éxito de las criptomonedas depende de la capacidad de mantenerlas seguras de robo, por lo que están ofreciendo servicios de custodia. Si esto funciona significaría liberar los más de 211 mil millones de dólares que aún se encuentran invertidos en monedas digitales. Fuente:dineroenimagen.