En la actualidad las pandillas están formadas por adolescentes de 14, 17 ó 20 años y generalmente se integran a los grupos muchachos o muchachas que carecen de un trabajo formal, que no tienen estudios, sus familias pasan apuros económicos, son disfuncionales, viven en la marginación y nadie les brinda oportunidades de prosperidad, afirma el director del Centro Juvenil Alborada y sacerdote salesiano, Juan Aaron Cerezo Huerta
Educar a los pandilleros es una tarea difícil porque rechazan las escuelas formales, no tienen el hábito de ir a la escuela ni de despertar temprano, afirma el padre Cerezo al ampliar sus declaraciones sobre el tema, cuya primera entrega publicamos ayer. Por ello Alborada les ofrece el sistema del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) y los capacita para el trabajo en los talleres por medio de un convenio con los Centros de Capacitación para el trabajo industrial (Cecati).
El padre Cerezo Huerta señala que la violencia entre las pandillas es esporádica, ocurre principalmente cuando hay invasión de territorios o agresiones, pero esta tendencia se debe a la Delegación Sur de la Secretaría de Seguridad Pública y al constante patrullaje policiaco. Las pandillas ya saben que cuando hay violencia la policía vendrá rápido, en convoy y con elementos bien armados dispuestos a encarcelarlos.
"El papel de la policía es vital para contener la ola de violencia y cuando hay pedradas llegan en cinco minutos y agarran a los que estén, comenta. También ha ayudado a disminuir la ola de violencia la construcción de calles pavimentadas, de aceras, la iluminación pública y la construcción de parques. Ahora en cada colonia de este rumbo hay tres o cuatro parques y eso ayuda al entretenimiento de los jóvenes, pero también se convierten en parte del territorio pandilleril y zona de conflicto.
Las pandillas marcan su territorio por medio de sus grafitis, símbolos y nombre de la banda y por ello nunca dejan limpios los lugares que controlan. Sus integrantes se distinguen por sus tatuajes, por marcas especiales de identificación que se realizan en manos, brazos, cuello o nudillos de los dedos y por sus expresiones con las manos. Se comunican por medio de silbidos o por teléfono celular y su vehículo preferido son las bicicletas.
La falta de preparación académica y técnica y los tatuajes muy marcados en el cuerpo hace que los pandilleros tengan problemas para obtener un empleo formal, por lo que el 80% de ellos se incorpora al mercado laboral informal. Sin embargo, hay casos de éxito de algunos de ellos porque logran un trabajo como chofer, despachador en las gasolineras y un ex pandillero ahora es policía estatal.
A juicio del padre Juan Cerezo, por los testimonios que le han dado los pandilleros, la sociedad de Mérida ya estigmatizó a las pandillas y discrimina a los jóvenes que viven en el Sur, aun no sean pandilleros sino gente buena, responsable y honrada.
"Constantemente vienen y me dicen no me dieron el trabajo que porque soy del sur profundo, relata el sacerdote. O pretenden a alguna muchacha que vive en zonas urbanas medias y de plano los rechazan porque creen que son pandilleros.- Joaquín Chan Caamal.
El director del Centro Juvenil Alborada y sacerdote salesiano, Juan Aaron Cerezo Huerta habla del pandillerismo en Mérida:
Etiqueta
"Mérida ha etiquetado de manera negativa a toda la zona del sur profundo y aquí hay gente que no es mala, hay gente buena y honrada y les cierran las puertas".
Diferencia
"Hay una diferencia abismal entre el Norte y el Sur. Los que viven en esta parte tienen que hacer su vida en este territorio y por ello prefieren buscar pareja en estas colonias".
Condición
"La etapa del pandillero termina cuando contrae matrimonio, forma una familia y tiene hijos. Generalmente el desarraigo de una pandilla depende en gran parte de la mujer de fuerte carácter que pone como condición para el matrimonio: "o la pandilla o yo".
"Nuestro nuevo reto como centro pastoral es evitar que los niños sigan el camino de los pandilleros, que no vean el dinero fácil del narcomenudeo como una tentación", advierte el director del Centro Juvenil Alborada y sacerdote salesiano, Juan Aaron Cerezo Huerta.
"Los pandilleros de ahora que no tienen trabajo ven una oportunidad de obtener dinero fácil mediante el narcomenudeo y están repartiendo drogas".
Un día un sacerdote visitante ayudaba a pintar la barda del centro juvenil para borrar las marcas de Los Silencios, una banda que domina el territorio de San Antonio Xluch, relata el padre Cerezo, y un jovencito pandillero se acercó porque creyó que era un trabajador y le ofreció en venta una gama de drogas. Tenía enervantes de todo tipo, en dosis que ofrecía en la colonia.
"Obviamente el sacerdote no lo compró y le aconsejó que no se involucrara en esa actividad, pero su sorpresa fue enterarse que las pandillas ya forman parte de la red de narcomenudeo.
"Ese día entendimos que el fenómeno de las pandillas ya no es pelearse entre sí, sino que es vender drogas y ampliar el mercado del narcomenudeo", señala el padre Cerezo Huerta, originario de Querétaro.
Con base en su experiencia y vivencias en el territorio de las pandillas, el padre Cerezo Huerta advierte que el mayor peligro para los jóvenes es en la adolescencia, cuando están en la secundaria, porque sus padres los dejan a la deriva y son carne de cañón fácil para ingresar a las pandillas donde buscan una identidad, aventuras fuertes y protección.
"En esta etapa de la adolescencia está el mayor peligro de que los niños se identifiquen con las pandillas", reitera. "Aquí en el Sur hay problemas de fondo, las familias disfuncionales, los padres de familia que no asumen su rol ni de papá ni de mamá, el alcoholismo y la drogadicción".
El Centro Alborada trabaja muy fuerte con el Movimiento Familiar Cristiano y los centros de rehabilitación Drogadictos Anónimos y Cottolengo, precisamente para construir familias sólidas y creyentes en la fe y rehabilitar a jóvenes que desean un cambio de vida.
"Los chavitos son un desastre en la secundaria, algo estará fallando en ese sistema, y son más vulnerables a la tentación del dinero fácil", dice. "Ahora ellos quieren tener un buen celular, una buena bicicleta, ropa nueva, un buen reloj o mejorar la economía de la familia y ven en el narcomenudeo esta oportunidad de ganar dinero fácil".
Dice que en estos tiempos las pandillas son juveniles y por ello son más peligrosas porque no miden el peligro y se la juegan sin importarle que los agarre la policía, los agredan o maten.- Joaquín Chan Caamal