Si el dios de la magia le diera el poder de hacerlo, tres cosas eliminaría del mundo el mago Chen Kai, nacido en Mérida como Julio Ulises Hijuelos Cervera y hoy día instalado en la élite de los ilusionistas del mundo: enfermedades, pobreza e ignorancia.
'Con eso que haga sería suficiente para vivir en paz', dice, pero, de inmediato, aclara: 'La magia es una ilusión y no da para eso, aunque sería maravilloso'.
De visita en Mérida con motivo del Día del Mago, celebrado el domingo 31 de enero con diversos actos… de magia, una misa en Santa Lucía y dos funciones de gala que desbordaron El Olimpo, el maestro Chen Kai, tocado con su inseparable turbante (negro en esta ocasión), de bien cuidado bigote al estilo de los artistas de la época de oro del cine mexicano, delgado y bien plantado, de grandes manos que contrastan con su estatura, atiende al reportero sentados ambos en las gradas del Parque de los Héroes, en agradable mañana dominical.
Reacio a hablar de política –'es un tema, igual que el de la religión, que prefiero no tocar'-, dice, sin embargo, que si pudiera contribuir con su arte en beneficio de México, sería 'para construir la paz, porque detrás de la paz viene todo lo demás', pero 'no es cosa de magia, desafortunadamente'.
El maestro del ilusionismo tiene como un motivo de orgullo su yucatanidad, aunque sus padres lo llevaron a la capital siendo un niño pequeño. 'Sí, a donde voy les digo que soy de México, orgullosamente de Yucatán, de Mérida. A quienes me dicen que soy un presumido les respondo que sí, que ellos tienen razón y yo tengo motivos'.
Chen Kai no sabe cómo llegó a la magia: 'A lo mejor gracias a mi papá, quizá por diversas lecturas, pero sí tengo claro que a los 14 ó 15 años decidí que sería mago'. Su camino hacia la magia pasó primero por la hipnosis que estudió brevemente y desechó cuando llegó a sus manos un libro de magia. También confiesa que de muy niño los magos le daban miedo, pero hoy afirma que si volviera a nacer sería mago de nuevo.
Autor de rutinas con aves que usan 'el 95% de los magos del mundo' y de técnicas de ilusionismo en gran formato copiadas por la mitad de sus colegas –'lo cual al principio me molestaba mucho'-, Chen Kai es un hombre feliz. 'Muy feliz', afirma, 'porque hago lo que me gusta y lo disfruto hasta hoy'.
Alejado de Yucatán por el trabajo, pero no desarraigado porque lleva en el alma su pertenencia a esta tierra, recuerda que su padre, don Fausto Aníbal Hijuelos Febles, fue un destacado intelectual –'fue vecino de mis padres', refiere el maestro Roldán Peniche Barrera. 'Vivíamos en la calle 53 entre 66 y 68 y don Fausto y don Leopoldo Peniche Vallado, mi padre, fueron muy buenos amigos'-. Los Hijuelos Cervera (su madre, según Roldán, fue doña Ester Cervera, hija de don Tiburcio Cervera) habitaban una residencia muy antigua (del Siglo XVII) y muy grande que aún hoy se conserva, pero ya en poder de unos estadunidenses.
-A donde voy presumo que soy yucateco, de Mérida –afirma Chen Kai-. Aún tengo familia aquí por parte de los Hijuelos y cada vez que puedo vengo a Mérida.
'Con eso que haga sería suficiente para vivir en paz', dice, pero, de inmediato, aclara: 'La magia es una ilusión y no da para eso, aunque sería maravilloso'.
De visita en Mérida con motivo del Día del Mago, celebrado el domingo 31 de enero con diversos actos… de magia, una misa en Santa Lucía y dos funciones de gala que desbordaron El Olimpo, el maestro Chen Kai, tocado con su inseparable turbante (negro en esta ocasión), de bien cuidado bigote al estilo de los artistas de la época de oro del cine mexicano, delgado y bien plantado, de grandes manos que contrastan con su estatura, atiende al reportero sentados ambos en las gradas del Parque de los Héroes, en agradable mañana dominical.
Reacio a hablar de política –'es un tema, igual que el de la religión, que prefiero no tocar'-, dice, sin embargo, que si pudiera contribuir con su arte en beneficio de México, sería 'para construir la paz, porque detrás de la paz viene todo lo demás', pero 'no es cosa de magia, desafortunadamente'.
El maestro del ilusionismo tiene como un motivo de orgullo su yucatanidad, aunque sus padres lo llevaron a la capital siendo un niño pequeño. 'Sí, a donde voy les digo que soy de México, orgullosamente de Yucatán, de Mérida. A quienes me dicen que soy un presumido les respondo que sí, que ellos tienen razón y yo tengo motivos'.
Chen Kai no sabe cómo llegó a la magia: 'A lo mejor gracias a mi papá, quizá por diversas lecturas, pero sí tengo claro que a los 14 ó 15 años decidí que sería mago'. Su camino hacia la magia pasó primero por la hipnosis que estudió brevemente y desechó cuando llegó a sus manos un libro de magia. También confiesa que de muy niño los magos le daban miedo, pero hoy afirma que si volviera a nacer sería mago de nuevo.
Autor de rutinas con aves que usan 'el 95% de los magos del mundo' y de técnicas de ilusionismo en gran formato copiadas por la mitad de sus colegas –'lo cual al principio me molestaba mucho'-, Chen Kai es un hombre feliz. 'Muy feliz', afirma, 'porque hago lo que me gusta y lo disfruto hasta hoy'.
Alejado de Yucatán por el trabajo, pero no desarraigado porque lleva en el alma su pertenencia a esta tierra, recuerda que su padre, don Fausto Aníbal Hijuelos Febles, fue un destacado intelectual –'fue vecino de mis padres', refiere el maestro Roldán Peniche Barrera. 'Vivíamos en la calle 53 entre 66 y 68 y don Fausto y don Leopoldo Peniche Vallado, mi padre, fueron muy buenos amigos'-. Los Hijuelos Cervera (su madre, según Roldán, fue doña Ester Cervera, hija de don Tiburcio Cervera) habitaban una residencia muy antigua (del Siglo XVII) y muy grande que aún hoy se conserva, pero ya en poder de unos estadunidenses.
-A donde voy presumo que soy yucateco, de Mérida –afirma Chen Kai-. Aún tengo familia aquí por parte de los Hijuelos y cada vez que puedo vengo a Mérida.