Advierten sobre el efecto de una mala conducción electoral
¿Qué podemos esperar para el futuro en cuanto a la violencia electoral?, se pregunta el académico Antonio Salgado Borge, y de inmediato se responde a sí mismo:
“Un órgano electoral otra vez en cuestionamiento; un partido, el mismo partido, con el mismo monopolio de la fuerza y una exasperación ciudadana que quiere defender lo que le pertenece. El peligro es que continúe la escalada. Como no se ve algo que lo corte de tajo, no podemos esperar una situación diferente, desgraciadamente”.
El profesor universitario expresó esos conceptos al responder a la pregunta sobre quién o qué está detrás de la violencia postelectoral, que se le planteó durante el foro que realizó Grupo Megamedia el jueves pasado.
En su opinión, el Instituto de Procedimientos Electorales y Participación Ciudadana (Ipepac) ha perdido el voto de confianza ciudadana y muy probablemente lo continúe perdiendo en los próximos años.
También dice lo siguiente:
—En el caso de Yucatán tenemos un fenómeno de violencia postelectoral que tiene un solo sentido: ha operado en estos últimos días a favor del partido que está en el poder. En teoría, la definición clásica del Estado es el órgano que tiene el monopolio de la fuerza. Cuando ese monopolio es utilizado para favorecer electoralmente a un partido, equis partido, en el poder, entonces la ciudadanía pierde, la oposición pierde y la democracia no puede funcionar en su modalidad más básica, que es contar los votos y que gane aquel por el que más vote la gente libremente.
—Definitivamente, el árbitro electoral es el que debería limitar de inicio (las prácticas de violencia), aunque sea crear las condiciones para tener certidumbre, esa legitimidad con la que se calmarán los animos, que es legitimidad para que te acepten, para que la gente confíe en ti, que te acepten y te den el voto de confianza. El Ipepac ha perdido ese voto de confianza y muy probablemente lo continúe perdiendo en los próximos años.
En nota aparte presentamos una síntesis de las declaraciones de la ex gobernadora Dulce María Sauri Riancho y el maestro Martín Echeverría Victoria. A continuación, los señalamientos de los dos otros asistentes al foro, que se pueden ver completos en yucatan.com.mx:
Othón Baños Ramírez: Creo que es conveniente hacer una distinción de por lo menos tres momentos del proceso electoral, porque el resultado de la violencia es también parte del conjunto del proceso, no solo de la jornada electoral: viene la precampaña, la campaña , el día de la jornada y todo el proceso postelectoral.
Y yo creo que aquí la gente tiene desconfianza, no necesariamente de las autoridades electorales. Tiene mucha desconfianza de la manera como se están conduciendo los partidos políticos en general, no sólo uno.
Entonces el ciudadano sabe que los partidos de varias maneras hacen trampas, y esas trampas no son solamente las del día de la jornada electoral.
El otro factor que produce la violencia, y no lo podemos soslayar, es la impunidad, la impunidad que prevalece antes de la jornada electoral, la que se presenta durante la jornada electoral y la que llega después.
O sea, la constante es la impunidad y la impotencia del ciudadano frente a esas arbitrariedades e irregularidades, porque se da cuenta de que no tiene los recursos efectivos para corregir o enderezar un poco esos procesos.
Ante esa impotencia, lo que hacen (los ciudadanos) es arriesgar el pellejo y muchas veces se llega a los grados extremos.
Raúl Vela Sosa: No puede haber una explicación genérica al problema de la violencia. Si estuviéramos en Tamaulipas ya sabríamos a quiénes se les endosa; si estuviéramos en Tapachula, Chiapas, ya sabemos de dónde viene.
El problema de la violencia es una deformación de la convivencia, es una agresión al pacto social, viene de problemas de pobreza, de desajustes sociales.
Esas diferentes formas de violencia se expresan en los momentos álgidos de la sociedad, y en el caso de las elecciones ocurre. Toda la gente sale, toda la gente siente con su credencial un poder que va a ejercer; y en ese momento de tanta energía social aparecen los intereses de la violencia.
Yo insistiría: la violencia electoral como tal es una vertiente. El problema es la violencia en sí, que surge lo mismo en una corrida de toros que en una pelea de box. Es nota, destaca y genera una serie de comentarios y reflexiones cuando se genera en el ámbito electoral, porque se disputa el poder.
Lo que sí es claro es que la violencia es totalmente descalificable, ya sea que venga de los grupos organizados que se preparan para delinquir o la que viene de otros grupos informales que no tienen por qué hacerlo.
Lo que tenemos que ver es que no haya violencia. Es muy difícil de verdad y muchos países vienen luchando contra eso.— A.N.E.